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Una pandemia que anticipa recesión y congela la economía

Domingo, 15 de marzo de 2020 01:00


Hoy por hoy, todo es incertidumbre y paranoia. La pandemia de coronavirus obliga al Gobierno a rever todo su programa político y económico, justo en momentos en los que las negociaciones por la deuda entraban en su fase definitoria y los acreedores reclamaban precisiones sobre la hoja de ruta del país. 
Alberto Fernández nunca imaginó que el comienzo de su gestión estaría marcado por una crisis sanitaria de impredecibles consecuencias, que según todos los especialistas consultados por este diario afectará negativamente a la economía del mundo en general y de la Argentina en particular. Esto ocurre, ni más ni menos, cuando cada vez es más probable que las tratativas con el Fondo Monetario y los bonistas privados se extiendan más allá del 31 de marzo, fecha impuesta por el ministro Martín Guzmán hace tres meses.
El nuevo contexto internacional, en donde ya se menciona el eventual cierre de algunas fronteras comerciales y un menor intercambio entre los países, podría derivar en una radicalización del proteccionismo en muchas naciones poderosas. ¿Qué impacto podría tener ese nacionalismo extremo en las arcas del Palacio de Hacienda argentino? Quién se anime a responder esa pregunta ahora será visto más como un especulador interesado que como un estadista bien informado. 
Estados Unidos, China y Europa cuentan con muchos recursos financieros para inyectar a sus economías una vez que pase el pico de coronavirus, pero Argentina claramente no. El día después del coronavirus, el país puede ser tan o más traumático de lo que era antes del comienzo de la pandemia. 
El derrumbe en los mercados internacionales, la disminución del precio de la soja y la lenta pero persistente devaluación de la moneda, le agregan un interrogante mayúsculo a la ya alicaída economía del país, a la que le faltan dólares frescos y le sobran distorsiones en casi todas las áreas. Argentina se encamina a una peligrosa parálisis de la actividad en el momento de menor circulación de la enfermedad, ya que el verano aún no terminó en el hemisferio sur y el Covid -19 llegaría a su fase más delicada recién entre julio y septiembre. El turismo, los hoteles la recreación, el deporte, la gastronomía, los museos y las exportaciones ya se están viendo seriamente afectadas por las derivaciones de la enfermedad, con su consecuente impacto en el empleo y la rentabilidad de las empresas. “Creemos que las medidas adoptadas por el Presidente son correctas desde lo sanitario, pero desconocemos realmente hasta cuándo regirán si se siguen sumando casos autóctonos. Para nosotros esta pandemia es como una soga al cuello muy difícil de desatar”, señaló ayer a El Tribuno un influyente empresario argentino que pidió reserva de su identidad. Los hombres de negocios, por estas horas, admiten en off the récord que “2020 será otro año de recesión en la Argentina, y que terminar igual que el pasado sería una buena noticia”. La cancelación de vuelos con Europa, Estados Unidos, China, Irán, Corea del Sur y Japón es una decisión totalmente lógica para minimizar los casos importados que llegan al país, pero le quitarán al Gobierno jugosos dólares para afrontar las obligaciones externas en el corto y mediano plazo. Con un tipo de cambio retrasado en relación al resto de los países de la región, el Gobierno nacional apostaba a que el turismo sea uno de los motores centrales de la economía, pero eso ya forma parte del pasado. Las provincias turísticas como Jujuy, Salta, Córdoba, Misiones, Río Negro, Santa Cruz se verán seriamente comprometidas por la situación, teniendo en cuenta que tienen poca producción industrial y muchos fondos invertidos en el desarrollo del turismo. Con el campo ocurre algo parecido, aunque agravado por el contexto local. El derrumbe en el precio de los commodities y la menor demanda de soja por parte de Asia complican sobremanera la situación del sector, que ya había padecido dos aumentos en las retenciones y que recibe un dólar a $41 y debe comprar insumos con un dólar cercano a los $80. No es ninguna novedad que el sector agropecuario es el principal generador de moneda extranjera en el país, por lo que una disminución en sus exportaciones tendrá un impacto directo en la recaudación nacional, que viene cayendo contra la inflación desde antes de la asunción del nuevo Gobierno. El coronavirus también trajo algunos sacudones políticos inesperados. El ministro de Salud Ginés González García, uno de los hombres con mejor imagen en el Gabinete, manejó pésimamente la comunicación sobre la prevención, hasta el punto de minimizar las chances de que la enfermedad ingrese al país. Si el mensaje de la máxima autoridad sanitaria es que esto el mes pasado era algo ajeno a la sociedad, poco puede esperarse después en materia de controles efectivos. La subestimación de la pandemia fue un error garrafal de Ginés, del que ya derivaron consecuencias políticas: la secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti, se transformó en una especie de vocera de la cartera, pese a que el ministro continúa dando la cara públicamente. “Con Ginés no tenemos enojo, pero la comunicación en tiempos de crisis es algo muy delicado. Vizzotti es una profesional de excelencia y está asumiendo muy bien su rol”, aseguró a El Tribuno una alta fuente del Gobierno nacional, quién a su vez ratificó la continuidad de González García.

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Hoy por hoy, todo es incertidumbre y paranoia. La pandemia de coronavirus obliga al Gobierno a rever todo su programa político y económico, justo en momentos en los que las negociaciones por la deuda entraban en su fase definitoria y los acreedores reclamaban precisiones sobre la hoja de ruta del país. 
Alberto Fernández nunca imaginó que el comienzo de su gestión estaría marcado por una crisis sanitaria de impredecibles consecuencias, que según todos los especialistas consultados por este diario afectará negativamente a la economía del mundo en general y de la Argentina en particular. Esto ocurre, ni más ni menos, cuando cada vez es más probable que las tratativas con el Fondo Monetario y los bonistas privados se extiendan más allá del 31 de marzo, fecha impuesta por el ministro Martín Guzmán hace tres meses.
El nuevo contexto internacional, en donde ya se menciona el eventual cierre de algunas fronteras comerciales y un menor intercambio entre los países, podría derivar en una radicalización del proteccionismo en muchas naciones poderosas. ¿Qué impacto podría tener ese nacionalismo extremo en las arcas del Palacio de Hacienda argentino? Quién se anime a responder esa pregunta ahora será visto más como un especulador interesado que como un estadista bien informado. 
Estados Unidos, China y Europa cuentan con muchos recursos financieros para inyectar a sus economías una vez que pase el pico de coronavirus, pero Argentina claramente no. El día después del coronavirus, el país puede ser tan o más traumático de lo que era antes del comienzo de la pandemia. 
El derrumbe en los mercados internacionales, la disminución del precio de la soja y la lenta pero persistente devaluación de la moneda, le agregan un interrogante mayúsculo a la ya alicaída economía del país, a la que le faltan dólares frescos y le sobran distorsiones en casi todas las áreas. Argentina se encamina a una peligrosa parálisis de la actividad en el momento de menor circulación de la enfermedad, ya que el verano aún no terminó en el hemisferio sur y el Covid -19 llegaría a su fase más delicada recién entre julio y septiembre. El turismo, los hoteles la recreación, el deporte, la gastronomía, los museos y las exportaciones ya se están viendo seriamente afectadas por las derivaciones de la enfermedad, con su consecuente impacto en el empleo y la rentabilidad de las empresas. “Creemos que las medidas adoptadas por el Presidente son correctas desde lo sanitario, pero desconocemos realmente hasta cuándo regirán si se siguen sumando casos autóctonos. Para nosotros esta pandemia es como una soga al cuello muy difícil de desatar”, señaló ayer a El Tribuno un influyente empresario argentino que pidió reserva de su identidad. Los hombres de negocios, por estas horas, admiten en off the récord que “2020 será otro año de recesión en la Argentina, y que terminar igual que el pasado sería una buena noticia”. La cancelación de vuelos con Europa, Estados Unidos, China, Irán, Corea del Sur y Japón es una decisión totalmente lógica para minimizar los casos importados que llegan al país, pero le quitarán al Gobierno jugosos dólares para afrontar las obligaciones externas en el corto y mediano plazo. Con un tipo de cambio retrasado en relación al resto de los países de la región, el Gobierno nacional apostaba a que el turismo sea uno de los motores centrales de la economía, pero eso ya forma parte del pasado. Las provincias turísticas como Jujuy, Salta, Córdoba, Misiones, Río Negro, Santa Cruz se verán seriamente comprometidas por la situación, teniendo en cuenta que tienen poca producción industrial y muchos fondos invertidos en el desarrollo del turismo. Con el campo ocurre algo parecido, aunque agravado por el contexto local. El derrumbe en el precio de los commodities y la menor demanda de soja por parte de Asia complican sobremanera la situación del sector, que ya había padecido dos aumentos en las retenciones y que recibe un dólar a $41 y debe comprar insumos con un dólar cercano a los $80. No es ninguna novedad que el sector agropecuario es el principal generador de moneda extranjera en el país, por lo que una disminución en sus exportaciones tendrá un impacto directo en la recaudación nacional, que viene cayendo contra la inflación desde antes de la asunción del nuevo Gobierno. El coronavirus también trajo algunos sacudones políticos inesperados. El ministro de Salud Ginés González García, uno de los hombres con mejor imagen en el Gabinete, manejó pésimamente la comunicación sobre la prevención, hasta el punto de minimizar las chances de que la enfermedad ingrese al país. Si el mensaje de la máxima autoridad sanitaria es que esto el mes pasado era algo ajeno a la sociedad, poco puede esperarse después en materia de controles efectivos. La subestimación de la pandemia fue un error garrafal de Ginés, del que ya derivaron consecuencias políticas: la secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti, se transformó en una especie de vocera de la cartera, pese a que el ministro continúa dando la cara públicamente. “Con Ginés no tenemos enojo, pero la comunicación en tiempos de crisis es algo muy delicado. Vizzotti es una profesional de excelencia y está asumiendo muy bien su rol”, aseguró a El Tribuno una alta fuente del Gobierno nacional, quién a su vez ratificó la continuidad de González García.