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Otoño 2020: La estación de los sueños postergados

Lunes, 30 de marzo de 2020 01:04

El otoño en Jujuy suele ser una de las estaciones más hermosas del año. Templada, dorada, plena de la calidez de los colores de las hojas amarillas, anaranjadas o marrones, con algún prematuro toque de marrón y algún tardío jazmín estrellado. Es la estación del año para compartir encuentros, y disfrutar los días matizándolos con chocolates, mate, bollos caseros y largas charlas. En ese ambiente, muchas veces, los jujeños en otoño no nos damos cuenta de todas las cosas sencillas y bellas que ocurren con naturalidad a nuestro alrededor y que recién ahora, comenzamos a extrañar. La maldita cuarentena nos priva de la familia y de los amigos, y nos aísla del trabajo, rutina de la que a veces renegamos y que sin embargo es tan sustancial para la vida. El coronavirus ya se instaló en Jujuy y aunque todavía no se hizo sentir con toda su carga de angustias y de dramas -que ojalá no lleguen en toda su potencia- hoy sólo queda vivir pendiente de las noticias y de las instrucciones de las autoridades. Este letargo obligado y global, nos hizo caer en cuenta que la pandemia es mucho más poderosa que nuestros males domésticos: antes el hambre y la miseria recorrían los pueblos y ciudades y golpeaba las puertas sin distinguir entre peronistas, radicales, kirchneristas, zurdos, conservadores, etc. Ahora la que golpea la puerta sin averiguar de quién, es la mismísima muerte. Tal vez por eso, especialmente a los jujeños, nos duele tanto seguir comprobando que hay quienes en medio de este torbellino de dolor, siguen buscando culpables, haciendo política al criticar a los que hacen política con la pandemia, a los que enjuician velozmente a quién es más "cheto" que otro, para cargarle el sambenito de ser portador del virus. También es desgarrador comprobar que en nuestra sociedad, sobreviven los forajidos que remarcan precios sin piedad y sin pudor. Igualmente hiere comprobar que hay quienes persisten en las estudiadas sobreactuaciones y aprovechan el horrible momento para usufructuar un protagonismo perverso, sin comprender que la alta exposición que la pandemia les ofrece, puede ser una trampa para dejar en evidencia a déspotas y aprendices de demagogos. Algunos no perciben el peligro que con sus dichos o actitudes pueden instalar en una sociedad desorientada y frágil, afirmando disparates como que la cuarentena es una exageración , o en el otro extremo, sugiriendo a los vecinos que sean quienes repriman a sus iguales cuando los vean desafiando el encierro con indolencia e irresponsabilidad. Es doloroso que aparezcan importantes personajes de la vida pública exteriorizando su xenofobia y su falta de solidaridad. Es tan endeble la situación, que es imprudente recargarla con posiciones que deterioran aún más el cuadro general. Hay margen para errores, pero no para boberías. Además,el coronavirus sigue tapando la espantosa realidad económico social, y la agrava al haber obligado a frenar la producción en todas sus facetas, agigantando la incertidumbre, la caída del ánimo y la voluntad de ser y hacer. Todos los problemas que hoy los gobiernos nacional, provinciales y municipales están pateando para después de la pandemia, lamentablemente sobreviven gozando de renovados bríos y brotarán repotenciados y nos encontrarán desprotegidos. La lucha será en dos frentes: ahora el maldito virus, mañana la recuperación de la economía y de todos los sueños que quedan postergados.

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El otoño en Jujuy suele ser una de las estaciones más hermosas del año. Templada, dorada, plena de la calidez de los colores de las hojas amarillas, anaranjadas o marrones, con algún prematuro toque de marrón y algún tardío jazmín estrellado. Es la estación del año para compartir encuentros, y disfrutar los días matizándolos con chocolates, mate, bollos caseros y largas charlas. En ese ambiente, muchas veces, los jujeños en otoño no nos damos cuenta de todas las cosas sencillas y bellas que ocurren con naturalidad a nuestro alrededor y que recién ahora, comenzamos a extrañar. La maldita cuarentena nos priva de la familia y de los amigos, y nos aísla del trabajo, rutina de la que a veces renegamos y que sin embargo es tan sustancial para la vida. El coronavirus ya se instaló en Jujuy y aunque todavía no se hizo sentir con toda su carga de angustias y de dramas -que ojalá no lleguen en toda su potencia- hoy sólo queda vivir pendiente de las noticias y de las instrucciones de las autoridades. Este letargo obligado y global, nos hizo caer en cuenta que la pandemia es mucho más poderosa que nuestros males domésticos: antes el hambre y la miseria recorrían los pueblos y ciudades y golpeaba las puertas sin distinguir entre peronistas, radicales, kirchneristas, zurdos, conservadores, etc. Ahora la que golpea la puerta sin averiguar de quién, es la mismísima muerte. Tal vez por eso, especialmente a los jujeños, nos duele tanto seguir comprobando que hay quienes en medio de este torbellino de dolor, siguen buscando culpables, haciendo política al criticar a los que hacen política con la pandemia, a los que enjuician velozmente a quién es más "cheto" que otro, para cargarle el sambenito de ser portador del virus. También es desgarrador comprobar que en nuestra sociedad, sobreviven los forajidos que remarcan precios sin piedad y sin pudor. Igualmente hiere comprobar que hay quienes persisten en las estudiadas sobreactuaciones y aprovechan el horrible momento para usufructuar un protagonismo perverso, sin comprender que la alta exposición que la pandemia les ofrece, puede ser una trampa para dejar en evidencia a déspotas y aprendices de demagogos. Algunos no perciben el peligro que con sus dichos o actitudes pueden instalar en una sociedad desorientada y frágil, afirmando disparates como que la cuarentena es una exageración , o en el otro extremo, sugiriendo a los vecinos que sean quienes repriman a sus iguales cuando los vean desafiando el encierro con indolencia e irresponsabilidad. Es doloroso que aparezcan importantes personajes de la vida pública exteriorizando su xenofobia y su falta de solidaridad. Es tan endeble la situación, que es imprudente recargarla con posiciones que deterioran aún más el cuadro general. Hay margen para errores, pero no para boberías. Además,el coronavirus sigue tapando la espantosa realidad económico social, y la agrava al haber obligado a frenar la producción en todas sus facetas, agigantando la incertidumbre, la caída del ánimo y la voluntad de ser y hacer. Todos los problemas que hoy los gobiernos nacional, provinciales y municipales están pateando para después de la pandemia, lamentablemente sobreviven gozando de renovados bríos y brotarán repotenciados y nos encontrarán desprotegidos. La lucha será en dos frentes: ahora el maldito virus, mañana la recuperación de la economía y de todos los sueños que quedan postergados.

Puede parecer sensiblero, pero los sueños que debemos postergar son muchos, porque la pandemia nos obligó a dejarlos de lado, o a ralentizar su marcha casi hasta la detención. Nos estamos privando de ver a los niños y a los jóvenes atronando las calles camino a las aulas, ya no hablamos de la esperanza blanca del litio jujeño; hemos dejado los planes convocantes de nuestros artistas a rodear sus escenarios llenos de emoción y de talento; el tempranero bullicio de la Fiesta de los Estudiantes está totalmente contenido; el futuro dibujado en la monumental obra de los parques solares de la Puna siguen esperando; la maravillosa y multitudinaria expresión de fe de las peregrinaciones a Punta Corral de Tumbaya y Tilcara quedarán sólo en el corazón de los creyentes; el tren turístico de la Quebrada seguirá detenido en el andén de los quimeras contenidas; los puestos del paseo de las flores están vacíos y oscuros; la ambiciosa idea de la producción de cannabis medicinal deberá aguardar que la pandemia se corra de la escena; los humildes artesanos de las calles y las plazas ya no forman parte del paisaje urbano, como tampoco los vendedores de libros usados, de buñuelos, api y pochoclos en las plazas de las ciudades. Todo ese conjunto de cosas, demasiado grandiosas o demasiado corrientes, son los simples sueños con que los jujeños forjamos nuestra vida provinciana, día a día.

El objetivo, hoy por hoy: debe ser proponernos ser conscientes y sobrios. Acatar y respaldar sin dudas y sin cuestionamientos las indicaciones del Presidente Alberto Fernández, cuya única cuestión de estado hoy, es combatir la pandemia, y del gobernador Gerardo Morales, que se puso al hombro la provincia y trabaja obsesivamente con el objetivo central de cuidar a todos y cada uno de los habitantes de este suelo, y que no trepida en avanzar con audacia y determinación en las medidas que le dictan tanto su equipo de profesionales y técnicos especializados como su flamante instinto de capitán de tormentas. Ambos son los voceros de la crisis, y su palabra es la ley. Alberto lidiará en sus minutos libres con el área económica nacional que no atina a mostrar qué quiere hacer ni hacia dónde ir con su crisis, mientras el riesgo país roza los 5000 puntos, los bonistas siguen apretando como si no hubiese pandemia. GM estará en sus minutos libres preparando su mensaje de apertura del año legislativo para este miércoles (que seguramente será frente a un auditorio virtual y difundido por los medios masivos de comunicación y las redes sociales desde la Casa de Gobierno). Pero lo más importante será para todos tomar conciencia de la realidad. Desechar las menudencias, enterrar en el desprecio y el olvido los vestigios de la grieta, y con ellos a los personeros de la grieta.

Ahora que esta cuarentena -sabiamente extendida- nos regala el tiempo suficiente para pensar cómo será todo cuando todo pase, y cuál será el nuevo sentido de la vida que podamos aprender de la pandemia. Y sobre todo, cómo haremos unidos los jujeños, para recuperar los sueños que este otoño del coronavirus nos está obligando a postergar. Teniendo en claro como primera premisa, que son sólo eso: sueños postergados. Jamás demolidos. Jamás abandonados.

 

 

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