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Laberintos Humanos: Llantos de niños

Jueves, 16 de abril de 2020 01:02

Doña Elvira, nos dijo Blanca en ese audio que subió a nuestro grupo, apenas si separaba unos quintos de plata del tapado que desenterrara el Guabirto y se los daba a él, que tenía hijos que alimentar. Del resto no tomaba nada para ella, sino que los sacaba de la vasijita, los envolvía en un pañuelo y salía a la calle.

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Doña Elvira, nos dijo Blanca en ese audio que subió a nuestro grupo, apenas si separaba unos quintos de plata del tapado que desenterrara el Guabirto y se los daba a él, que tenía hijos que alimentar. Del resto no tomaba nada para ella, sino que los sacaba de la vasijita, los envolvía en un pañuelo y salía a la calle.

Solía caminar por aquellas calles tranquilas de la vieja Tilcara, y todos sabían lo que estaba sucediendo porque se repetía una o dos veces por semana. Doña Elvira caminaba con su tesoro hasta escuchar llantos de niños. No serían de hambre, que en aquel tiempo de chacras no era la norma de la zona.

Le importaba que fueran niños y que lloraran. Entonces llamaba a la puerta y le entregaba las monedas a la madre, le pedía que les comprara lo que necesitaban y que, por favor, no le agradeciera, porque ese botín no era suyo. Así de sencilla y linda es esta historia, dijo Blanca y guardó un silencio.

Tengo para mí, dijo después, que los mismos diablos que gobiernan en el mundo de abajo sabían que no la movía la avaricia sino la compasión, que no llamaba al Guabirto para que le desentierre el tapado para ella sino para darle a quien lo necesite, y es por eso que permitían que aparezca en su patio una o dos veces por semana.

Después, dijo casi quejosa Blanca para terminar su audio, Tilcara creció con todo eso del turismo y ya dejaron de pasarnos esas cosas, pero hay cantidad de vecinos, que hoy son hombres y mujeres conocidos, que se criaron gracias a los quintos de plata de los tapados de doña Elvira.

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