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Sin miedo

Sabado, 04 de abril de 2020 01:02

La periqueña que quería volar pudiera haberlo hecho muy fácilmente, dado que esto es un cuento. Si fuera un sueño sería igual, porque uno sueña cosas mucho más difíciles que volar. Este cuento sería mucho más divertido así: la periqueña se despierta de la siesta y descubre que está volando.

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La periqueña que quería volar pudiera haberlo hecho muy fácilmente, dado que esto es un cuento. Si fuera un sueño sería igual, porque uno sueña cosas mucho más difíciles que volar. Este cuento sería mucho más divertido así: la periqueña se despierta de la siesta y descubre que está volando.

Ve las plazas, el colegio, las calles, los remises desde lo alto. Baja un poco y vuelve a subir, ve los techos de las casas, la ciudad se vuelve pequeña, ve el monte, las plantaciones de tabaco, la feria, todo tan chiquito y no tiene miedo de caer porque este es un sueño bello. En los sueños bellos y en los buenos cuentos no se tiene miedo.

Pero el tema es que la periqueña no quería abrir la ventana de su casa y salir volando como si fuera lo más natural del mundo, sino que quería volar en un avión. No hay caso, no la vamos a convencer de otra cosa, porque los deseos son un tesoro íntimo de cada uno: o se cumplen como los deseamos o no valen la pena.

Ella soñaba con llegar al aeropuerto con su equipaje de mano, cosa que no resultaba tan difícil ya que el aeropuerto queda cerca de la ciudad de Perico, hacer la fila, presentar el documento en la ventanilla y escuchar que le dicen que puede subir al avión nomás, que para eso tiene el pasaje.

Soñaba con entrar al avión, que la azafata le desee un buen viaje, sentarse en la butaca, mirar la pista por la ventanilla pequeña, sentir que el piso del avión se mueve, corriendo, bajo sus pies, y que se eleva, volver a mirar la ventanilla y ver los paisajes, los cerros, los montes.