Respetando la cuarentena, seguimos nuestras conversaciones en un grupo de WhattsApp. El padrecito, insistiendo con su oficio, subrayó que debemos ser agradecidos por tener hoy tanta tecnología. Imaginen la de soledades que se hubieran ahorrado en otros momentos de la historia, dijo.
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Respetando la cuarentena, seguimos nuestras conversaciones en un grupo de WhattsApp. El padrecito, insistiendo con su oficio, subrayó que debemos ser agradecidos por tener hoy tanta tecnología. Imaginen la de soledades que se hubieran ahorrado en otros momentos de la historia, dijo.
Durante una guerra, dijo, o en alguna de esas pestes que asolaron la Edad Media, agregó a modo de ejemplo. Entonces nadie podía compartir sus miedos ni alegrar con un chiste a los que estaban lejos, a veces escondidos, pero ahora tenemos estos aparatitos que, de changos, eran cosas de ciencia ficción.
Si, opinó Blanca, cuya voz reconocimos en el audio aún antes de leer de quien venía. Por eso les hablaba del tema, dijo Pierro asegurando que los años le habían enseñado a prever el tema en el que derivarían las conversaciones. Y miren que les estoy por confiar un secreto que afecta a la seguridad planetaria.
Tras estas palabras, nadie opinó. Por mi parte creí que se trataba de una ironía, y creí que bromeaba cuando me dijo que ni se me ocurra publicar esta historia en alguno de mis Laberintos. Entonces siguió diciendo que, harán cinco o seis años, una señora mayor se acercó a la seccional para denunciar luces molestas que le venían del fondo de la casa.
Hará dos, tres días que están ahí, y se imagina, le dijo la mujer al comisario, esas luces que se apagan y se prenden, que son verdes, naranjas o violetas, no me dejan dormir en toda la noche. Titilan con si fueran un patrullero infernal, le aseguró. Por favor vengan a verlas.
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