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19 de Abril,  Jujuy, Argentina
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Morir todas las noches y superar la pesadilla de años

Roxana Córdoba soportó abusos físicos, sexuales y emocionales. Aunque no recibió contención, hoy ayuda a otras mujeres.
Martes, 07 de abril de 2020 18:31

El miedo la carcomía en silencio y su dolor lo convertía en secreto, por eso para casi todos, la vida de Roxana Córdoba (hoy 48 años) transcurría con total normalidad. Siempre "estaba bien" pero en el fondo de su alma se escondía una mujer víctima del acoso, de la violencia de género, del abuso y del maltrato. Hasta que un día decidió salir de esa pesadilla y levantar la voz. Hoy, se considera una mujer fuerte e imposible de doblegar. Los terribles episodios que vivió durante seis años en la capital jujeña y se animó a contar a nuestro diario es por una sola razón: ser la voz de quien sintió en carne propia la violencia en todos sus matices y demostrar a quienes pasan por una situación similar que sí hay salida.

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El miedo la carcomía en silencio y su dolor lo convertía en secreto, por eso para casi todos, la vida de Roxana Córdoba (hoy 48 años) transcurría con total normalidad. Siempre "estaba bien" pero en el fondo de su alma se escondía una mujer víctima del acoso, de la violencia de género, del abuso y del maltrato. Hasta que un día decidió salir de esa pesadilla y levantar la voz. Hoy, se considera una mujer fuerte e imposible de doblegar. Los terribles episodios que vivió durante seis años en la capital jujeña y se animó a contar a nuestro diario es por una sola razón: ser la voz de quien sintió en carne propia la violencia en todos sus matices y demostrar a quienes pasan por una situación similar que sí hay salida.

 

Actualmente es tesorera de la Asociación “Nueva Vida” que trabaja para los niños que luchan contra el cáncer en la provincia.

Niña obligada a ser esposa

Sentada en el comedor de su casa mientras se servía un mate, contó que en "aquella época", cuando los padres acostumbraban a casar a sus hijos, con tan sólo 15 años contrajo matrimonio. En ese momento, su esposo ya era violento por lo que Roxana regresaba a casa de sus padres en busca de apoyo, pero ellos se oponían, por el hecho de pensar que era más importante que conserve su matrimonio. Vivió años "acostumbrada" a una relación violenta, hasta que a los 18 años tuvo su primera hija y tiempo después se separó.

EN UN ENCUENTRO DE LA ASOCIACIÓN "ARGENTINA ES MUJER" / ROXANA JUNTO A SUS AMIGAS, JIMENA Y PATRICIA ZELAYA.

Con el tiempo, conoció a otro hombre, con quien estuvo acompañada durante diez años, por diferencias personales la vida los separó doce años y, como fruto de esa relación nacieron dos hijos. Durante el camino de su vida, pudo acceder a comprar un departamento para su familia y seguir trabajando para mantenerse. Lo que siguió después, fue otra relación en la que fue madre nuevamente.

Aguantar para protegerlos

Unos días. Eso bastó para que su vida cambiase durante varios años. Empezaron a conocerse y a la semana ese hombre se instaló en su casa, "cuando le dije que se vaya ya era agresivo y sentí miedo de volver a caer en lo mismo", aseguró a la vez que contó que las agresiones empezaron con amenazas hacia sus otros hijos, quienes en ese momento estaban al cuidado de su padre debido a que ella trabaja casi todo el día y podía compartir tiempo durante los fines de semana. "Me daba miedo ir a verlos, él me amenazaba, me decía ‘yo sé qué hacen, a qué hora salen’. Traté de protegerlos lo más que pude", recuerda.

Pese al miedo que iba creciendo en Roxana, aún le quedaban restos de valentía por lo que recurría a pedir ayuda que con el tiempo se vio reflejada en 45 denuncias, de las cuales hoy, según señala, sólo 20 están registradas. Una de ellas recuerda que la hizo con sus hija en brazos, "cuando fui a denunciarlo a la Seccional me derivaron a la Comisaría de la Mujer de la capital. Me tuvieron en el patio encerrada desde las 7 hasta las 9 amenazándome para que no lo haga, debido a que mi agresor tenía a su padrastro que era policía".

"Te hacés golpear un viernes"

Tras un largo y tortuoso camino, continuó pidiendo socorro ante jueces, psicólogos, especialistas y oficinas que asisten a la mujer por violencia de género. Para ella, el sólo hecho de ir a denunciar, le causaba terror, porque después debía regresar al mismo lugar, al calvario y sola. Lamenta recordar que cuando tuvo la oportunidad de que la escuchen quienes quizás podrían haberle dado seguridad le contestaban "te hacés golpear ahora, justo un día viernes y yo salgo de feria, por qué no te hiciste golpear antes", "no te mató, estás hablando conmigo", o "vaya a su casa, nosotros la llamaremos".

Y es que esta violencia cada vez fue apoderándose de su vida, hasta que la llevó a ser despedida de varios puestos de trabajo, por el hecho de lucir un rostro golpeado y moretones en el cuerpo, "en vez de recibir apoyo o quizás decirme no vengas más golpeada, yo lo hubiera visto de otra manera porque estaba asustada, trabajar era para mí como el escape para estar tranquila porque no sabía qué me pasaría cuando regresara a casa".

"Pensaba cómo matarlo"

Con el tiempo todo fue cambiando y las cosas empezaron a ir de mal en peor y como escapatoria, Roxana decide alquilar una casa ubicada al lado de una seccional policial, en el barrio San Martín, para de alguna manera sentirse protegida, pero no fue así. Recuerda que un día, cuando llegaba de trabajar lo encuentra a su agresor adentro de la casa, recuerda que la atacó poniéndole un cuchillo sobre el cuello y le propinó patadas hasta cansarse, además de dejarle cortes y marcas en el cuerpo. "Llegué a un momento en que le dije "matame", yo no dormía pensando en cómo matarlo pero que nadie sepa que fui yo, pero luego pensaba en mis hijos y no quería quedar pegada", contaba al recordar que había momentos en que regresaba a su casa con miedo a que también le haga daño a su hija.

Tras varios años de relación y vejaciones, lo que Roxana no esperaba era que su expareja intentase abusar de su hija. Ya viviendo nuevamente en su hogar, recuerda que, "una vez cuando llegué a mi casa me encontré con una situación incómoda, él estaba a punto de abusar de mi hija, no me importó nada, me le fui encima, él me puso un cuchillo en el cuello y me tuvo en el piso desde las 1 hasta las 17", dijo al recordar que, luego de ese desgarrador momento recurrió a denunciarlo e irse a vivir a casa de su padre, aún así no pudo escapar de su agresor ni recibir ayuda.

Recuerda que un domingo a la noche, él junto a un amigo ingresaron a la casa, "estaban drogados y me violaron, yo me levanté como pude y fui a la Policía a contar lo que me había pasado. "¿Abusada?, no es abusada si usted es divorciada y tiene hijos", fue la respuesta que recibió Roxana.

Cuando la mujer se valora

Muchos dirán ¿por qué no lo contó antes? y es porque no podía, porque tenía vergüenza, porque el miedo no la dejaba. Hoy vive una vida feliz junto a sus hijos y a raíz de su sufrimiento ayuda y defiende a otras mujeres que aún, lastimosamente, continúan siendo víctimas de malos tratos.

"Cuando la mujer se valora y aprende a cuidarse se da cuenta que puede salir, no hay que tener miedo", expresó Roxana y suspiró.

 

Tras su desgarradora experiencia decidió interiorizarse en las leyes que amparan los derechos de la mujer por violencia de género.

 

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