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La fe al modo de la cuarentena

Lunes, 04 de mayo de 2020 01:01

La primera ausencia fue, por cierto, la de las procesiones a Punta Corral, al Abra, a Chuchillaco. Si es cierto que la fe es un proceso interior que puede necesitar de su manifestación externa, pero que no se agota en ella, en nuestra región tiene un carácter comunitario y cultural que la define y nos define.

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La primera ausencia fue, por cierto, la de las procesiones a Punta Corral, al Abra, a Chuchillaco. Si es cierto que la fe es un proceso interior que puede necesitar de su manifestación externa, pero que no se agota en ella, en nuestra región tiene un carácter comunitario y cultural que la define y nos define.

Así van pasando las fechas en las que nos faltan los sikuris con su música y con su compartir la melodía, los cuartos de cordero que se mecen frente a la imagen, el sonido de la corneta, de la caja y la quenilla, los samilantes que remedan el movimiento del ave con sus plumas de suri aventadas, el torito que se desboca para perseguir a una moza y se asosiega con el accionar de los gauchos, que al fin lo capan, y las procesiones que se van deteniendo en las puertas de las casas para sahumar a sus Santitos, a sus Virgencitas.

En el día de la Cruz, ayer, faltó la feria en las calles de Uquía con su perfume de asados, sus mercaderías agolpadas contra los muros de adobe de las casas, y en Tres Cruces, que conmemoró un nuevo aniversario de la fundación del pueblo, la misa en sus cruces enfloradas tanto como la velación de la víspera con los sikuris, el fuego y el ponche.

Ausencia de la expresión comunitaria

Muchas de estas celebraciones nacen antes de la llegada de los españoles y se entretejen, luego, con el cristianismo. Esto quiere decir que durante siglos nuestra gente, de un modo u otro, buscó los caminos de los cerros para venerar a sus deidades, danzó emplumada, con la llegada del ganado europeo meció los cuartos de cordero e imitó la furia taurina, y si acaso algún año no lo hizo, no hubo memoria de ello hasta este que corre.

Serenata virtual

Se lo remeda tocando las cañas desde las casas, armando ofrendas florales y ermitas con el cuidado de la distancia necesaria y el barbijo, recurriendo, como lo hizo Tres Cruces, a serenatas virtuales, pero esta vivencia de las expresiones culturales de la fe contenidas, trastocadas por el vendaval del coronavirus, quedarán sin duda en la memoria de las generaciones. Ese sentido de la fe como encuentro, como comunidad, se recuperará. La pandemia y su cuarentena no son la primera prueba que debe vivir nuestra cultura, persistentes al extremo de haber cambiado de lengua y ver sustituidas sus creencias y aún continuar, como lo hizo. Hoy, y en las fiestas que se avecinan, en San Sanjuan, en Santiago y Santa Anita, lo que nos resta es su ruidosa ausencia.