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El autoritarismo se puso de moda...

Lunes, 01 de junio de 2020 01:03

Hay respuestas a las acciones oficiales que se van recalentando día tras día. Y no es la militancia "anticuarentena", eso es simplificar torpemente la situación. Es una reacción en cadena frente a los "efectos colaterales" que la pandemia produce en quienes tienen la responsabilidad de gobernar. Algunos aprovechan para buscar el rédito político -repudiable, ya lo dijimos- y otros aparecen subyugados por el ejercicio de una autoridad ilimitada, contraria al régimen democrático que elegimos para vivir.

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Hay respuestas a las acciones oficiales que se van recalentando día tras día. Y no es la militancia "anticuarentena", eso es simplificar torpemente la situación. Es una reacción en cadena frente a los "efectos colaterales" que la pandemia produce en quienes tienen la responsabilidad de gobernar. Algunos aprovechan para buscar el rédito político -repudiable, ya lo dijimos- y otros aparecen subyugados por el ejercicio de una autoridad ilimitada, contraria al régimen democrático que elegimos para vivir.

Movidas nacionales, que alcanzan a los jujeños, siguen sumando indicios de afirmación de un proyecto político autoritario que mira un solo lado de la realidad. Se sigue instalando del "Proyecto Vallejos" de estatizar parte de las empresas privadas a cambio de la ayuda gubernamental en medio de la crisis; sigue el impuesto a las ganancias -un saqueo a los que viven de un sueldo-; se fortalece el impuesto ("por única vez") a unos tres mil millonarios argentinos; la idea del exAfsca Gabriel Mariotto de abandonar la moderación que los ayudó a ganar la elección y recuperar la ley de medios K también arrima adeptos; el cómico Dady Brieva ya sin pudor reclamó que el país se encamine de una buena vez a ser Venezuela. Todos perfiles de un autoritarismo desmedido. En tanto, exigencias de la militancia K lograron suspender una conferencia del exjuez y exministro de Brasil Sergio Moro en la Universidad de Buenos Aires. Moro el héroe del caso Odebrecht -destape de la monumental corrupción oficial en la obra pública que aún retumba en varios países, incluida Argentina- pasó a ser el personaje execrable que acompañó unos meses al presidente Bolsonaro.

Lo peor: reapareció la censura en la facultad de Derecho de la UBA principal universidad del país, templo del debate de ideas. Triste y comparable con la "patota intelectual" (comandada por el titular de la Biblioteca Nacional Horacio González) que interrumpió una disertación del Premio Nobel Mario Vargas Llosa, en la Feria del Libro del 2018. La intervención personal de Cristina Fernández de Kirchner, evitó mayores desmanes y agravios a la libertad. Sólo por citar algunos temas puntuales, así transcurrió la semana llena de indicios de un autoritarismo torpe, desesperado y creciente, y le tocó al presidente Alberto Ángel Fernández poner una cereza sobre lo ocurrido: "Es una vergüenza -dijo- que la Justicia Argentina tenga los casos dólar futuro y lo de memorándum de Irán (ambos involucran a la vicepresidente CEFK), sin resolver si inicia el juicio oral". Y creyó necesidad aclarar: "Yo no tengo mesa judicial, pero le agradecería enormemente a la Justicia que acelere esos casos". Quizá no advirtió AAF que su sola palabra mete más direccionamiento y presión que una mesa judicial. Luego, tibiamente, calificó a todo esto como "ideas locas", pero no ordenó detenerlas. Como si todo fuese poco: las mutuas acusaciones -mal disimuladas en público- entre Ciudad y Provincia de Buenos Aires, terminaron en desnudar la agudización del coronavirus en Caba y Amba, Y motorizó una fuerte expresión anticuarentena, que incluyó -sorprendentemente- a Jujuy con un ruidoso bocinazo. Pero también es necesario evitar la simplificación: el rótulo de "anticuarentena" es cuando menos, limitado y mezquino. Se reclamaban más cosas.

En Jujuy, nadie puede desconocer que gracias a las cuarentenas tomadas a tiempo y con rigurosidad, se contuvo durante meses el avance del virus. Se sembró el temor y sensación apocalíptica, pero la fórmula resultó y evitó consecuencias peores. Pero apareció la tentación del pensamiento único y de la infalibilidad de quienes se sintieron autorizados por el éxito, y automáticamente floreció el autoritarismo, que también automáticamente generó rechazos a excesos y avances sobre las libertades más elementales: como la de circulación, la privacidad, la intimidad y otras. Las pruebas al canto llegan de dos encuestas que midieron, las acciones y la imagen del gobernador jujeño: el gobierno distribuyó un sondeo en el que según la consultora Aresco, entre los "muy bien" (66,8%) y los "bien" (28,8%), el GM suma el 95,6% de opinión favorable entre los jujeños, por el manejo de la crisis sanitaria. En cuanto a la gestión de gobierno, aunque la cifra baja quince puntos, a un 80%, la apro bación, sigue siendo altísima. Es decir, los jujeños respondieron con convencimiento y obediencia a las políticas de aislamiento que impuso el GM, pero marcan diferencias.

Sin embargo, otra encuesta nacional de la Consultora CB (con sede en Córdoba y Bs As) revela un ranking de gobernadores (por gestión en general y no sólo en la crisis sanitaria) donde la ubicación del GM dista de alcanzar los índices anteriores. Los cuatro primeros sitios son ocupados por el radical Rodolfo Suárez de Mendoza (70,1%), Sergio Ziliotto (68,3) peronista de La Pampa; el salteño Gustavo Sáenz (67,9%) y otro radical, Gustavo Valdéz (66,6%), de Corrientes. El GM ocupa el 17º lugar, con un 43,8% de opinión favorable entre el santafesino Perotti (47,2%) y Capitanich de El Chaco (42,7%). La cifra no debe inquietar al gobernador jujeño, porque sigue disfrutando buena performance, pero encendió alertas políticas en su entorno, que no deja de mirar hacia el 2021 y al 2023, imaginando al jefe en los primerísimos lugares de la grilla de partida. Y tampoco dejan de cruzar estos números, con los movimientos políticos que no cesan en el centro del país, donde más de un dirigente de Cambiemos, imagina desplazar al GM de los planes principales. Recientemente, Emilio Monzó y Rogelio Frigerio (referentes lujosos de JxC) hablaron del futuro y mencionaron en una calificada reunión a Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, Alfredo Cornejo, Diego Santilli, Cris tian Ritondo, Pablo Javkin, intendente de Rosario, y a Martín Lousteau. Las alertas mostraron que se busca armar un nuevo frente opositor, donde ni se nombró a Lilita, a Macri, al GM y a otros notables.

Mezclando la política y la pandemia, resurge la necesidad de repensar del autoritarismo: Queda claro que se aprueban sin discusión las acciones en contra del virus, pero también queda claro que los avances que agravian las libertades se hacen cada vez más insoportables. Sobre muchas no hace falta ser reiterativo, pero como cada semana, aparecen otras: Educación sin pedir opiniones previas, notificó a los gremios, docentes, padres y alumnos que iniciará una experiencia de "proximidad" y "presencialidad", que la prensa porteña vendió como regreso a las aulas en Jujuy. Y la Legislatura debió aprobar un proyecto del Ejecutivo que avanzó sobre las autonomías municipales y la vigencia de sus cartas orgánicas: ahora deberán tener el visto bueno del Gobernador para realizar obras públicas -especialmente planes habitacionales-. Desdibuja las gestiones de los jefes comunales, obligándolos a la regulación y la discrecionalidad del gobierno central, detrás del curioso argumento de implantar -precisamente- "control y transparencia". Otra forma elegante y novedosa de un autoritarismo que parece la última moda.

La autoridad se gana con acciones precisas y ejemplos. El autoritarismo se impone con actitudes difíciles de justificar. Y criticar -o apenas comentar- estas realidades, no es ser anticuarentena, o hacer política de baja estofa. Tampoco es ser “promuerte” como pretendió dibujar el jefe de gabinete nacional Santiago Cafiero: él se autoubicó diciendo “nosotros somos anti muerte, no queremos que la gente padezca” respondiendo a una crítica carta de unos trescientos científicos, periodistas e intelectuales, que también exageradamente introdujo el término de “infectadura”. Nadie quiere ni muerte, ni padecimiento. Ni autoritarismo.-