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Una nueva era

Lunes, 15 de junio de 2020 01:02

Esta semana reflexionaremos en esta columna cultural semanal. Es que debido al coronavirus hay pocos o casi ningún concierto al que se pueda asistir en el teatro. Gracias al internet y a las redes sociales, podemos ver conciertos, a nuestros artistas favoritos desde sus casas haciendo música y compartiendo con su público, con una calidad diferente, claro, pero es lo que hay.... También por esto mismo la oferta cultural ha aumentado significativamente y hay un montón de óperas, recitales, conciertos desde todos los teatros del mundo que se hacen en vivo y solo por internet. Vemos que los artistas actúan o cantan como en un concierto normal pero sin público. Falta el público, faltan los aplausos, la naturalidad pero nosotros como público podemos disfrutar, nada los detiene en su camino.

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Esta semana reflexionaremos en esta columna cultural semanal. Es que debido al coronavirus hay pocos o casi ningún concierto al que se pueda asistir en el teatro. Gracias al internet y a las redes sociales, podemos ver conciertos, a nuestros artistas favoritos desde sus casas haciendo música y compartiendo con su público, con una calidad diferente, claro, pero es lo que hay.... También por esto mismo la oferta cultural ha aumentado significativamente y hay un montón de óperas, recitales, conciertos desde todos los teatros del mundo que se hacen en vivo y solo por internet. Vemos que los artistas actúan o cantan como en un concierto normal pero sin público. Falta el público, faltan los aplausos, la naturalidad pero nosotros como público podemos disfrutar, nada los detiene en su camino.

El confinamiento ha puesto en vilo a toda la humanidad, que en diferentes momentos y de diferentes formas se ha visto compelida a tener que disfrutar desde su casa lo que en otro tiempo disfrutaba en vivo. El lector ha aprendido también a desenvolverse en el mundo virtual que si bien estaba ya allí y se ofrecían webinares, cursos a distancia, tutoriales o lo que fuera por YouTube o los newsletters de las empresas, no hacíamos caso porque estábamos acostumbrados a una realidad presencial y pensamos que sería por los siglos de los siglos. Pero el Covid-19 llegó muy calladito y así, sorprendentemente se adueñó de la tierra y causó tanto dolor y nos cambió la vida. Rabia, tristeza infinita, inseguridad, pena, frustración, miedo al futuro, inseguridad, incertidumbre y cuanto sentimiento negativo nos podamos imaginar, todo se tiñó de negro en el mundo, un halo de pesimismo que cubría el mundo y que llegó literalmente hasta la China, o mejor dicho, empezó en China. Pero la vida luego de la peste empezó a renacer.

La esperanza nunca deja de asomarse, a todo tiempo malo sigue uno bueno. La esperanza nos trae una luz, la luz que hace revivir, la vida que siempre ha estado allí pero eclipsada por el virus. Sin embargo, en estos momentos también hemos sido testigos de una nave espacial de una empresa de coches que se ha atrevido a descubrir más el espacio y llevar vida humana por lados que aún no han sido habitados. Quizás se abre una nueva era, con la vida más allá de lo que conocemos pero que esta allí, como a la tecnología que antes del Covid-19 que la más mínima importancia le dábamos. La pregunta es si estos medios de comunicación, enseñanza, tiempo libre y pasatiempo han llegado para quedarse. Quizás podemos imaginarnos la vida en otra galaxia u otro planeta, donde el contacto con las otras personas, incluso las más cercanas será a través de Zoom, Skype o WhatsApp, camera y chat. Hemos visto que algunas personas incluso se han animado a diseñar un traje para salir por la calle en tiempos del coronavirus como si fueran astronautas. Si este traje ha llegado para hacer historia no solo en los países ricos sino en todo el mundo, es algo que aún no sabemos.

También las mascarillas de plástico, los barbijos, la ropa blanca que cubre hasta los dedos y toda la cabeza, sin dejar el mínimo espacio libre, como si estuviéramos caminando en la luna. Entonces, amigo lector, nos imaginamos como seria la vida en otro planeta u otra galaxia, donde aún no se han edificado museos, donde todavía no hay un Picasso cuyas obras se exponen como artista consagrado que es, o donde no hay óperas, como las de París, Viena o Milán, tres ciudades que dicho sea de paso han sido desbastadas por el coronavirus. Quizás el hombre que viva más allá tendrá que salir con el traje lunático -podríamos así llamarlo- o marciano o intergaláctico, ayudado, eso sí, de respiradores artificiales para poder “salir” y tener una vida normal. Comunicarse con la gente de la tierra, donde están y seguirán estando los centros de enseñanza, podrán seguir dando clases a sus alumnos intergalácticos con la ayuda del internet, que quien sabe si existirán al otro lado de la galaxia pero que sería de gran utilidad.

¿Y a los hacedores de cultura, qué nos queda? ¿Cómo será la música en los tiempos del Covid-19 y en la galaxia? Pues en el presente se habla de coros que cantan al aire libre, representaciones musicales en lugares con mucho espacio entre el público y con barbijo. Medidas higiénicas extremas, que nunca están demás, pero con la distancia social. La distancia social en épocas que vienen serán normales, evitar el abrazo y el beso quedarán para la anécdota y nuevos libros se escribirán, o mejor dicho, páginas web o páginas de Facebook, donde nuestra generación recordará cómo era salir con los amigos y la calidez de los latinos, que tanto gusta a los europeos, solo formarán parte de la historia y de cómo era el pasado. Porque como dice la famosa frase, “Todo tiempo pasado fue mejor”.

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