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La iglesia tilcareña y la cuarentena

El padre Miguel Squicciarini habló sobre los pocos días en que se pudo dar misa.

Domingo, 21 de junio de 2020 01:02

Justo antes de que se regrese a la fase 1, en el atrio de la iglesia de Tilcara el padre Miguel Squicciarini debe tratar algunos temas previo a atendernos: una vecina que llega a negociar cuánta luminaria y samilantes puede haber para celebrar San Juan, una joven que le pide la bendición de un rosario y otra que le pregunta por uno para comprarse, una abuela que quiere pasarle misa a un ser querido pero no puede estar presente porque tiene 75 años, y recién entonces nos llega el turno.

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Justo antes de que se regrese a la fase 1, en el atrio de la iglesia de Tilcara el padre Miguel Squicciarini debe tratar algunos temas previo a atendernos: una vecina que llega a negociar cuánta luminaria y samilantes puede haber para celebrar San Juan, una joven que le pide la bendición de un rosario y otra que le pregunta por uno para comprarse, una abuela que quiere pasarle misa a un ser querido pero no puede estar presente porque tiene 75 años, y recién entonces nos llega el turno.

Empieza por hablarnos de "la alegría de poder encontrarnos con los feligreses, era algo que hemos visto que hacía falta. Comunidades que en el año flojean, cuando se abrió parece que fuera la última misa. Pero nosotros no multiplicamos misas como pide el protocolo porque es algo más pensado para la ciudad. Tenemos muchas comunidades, algunas con patronales que no se hicieron y por eso pensamos mantener los horarios en Tilcara, Maimará y Huacalera", dijo, antes de que se supiera que volvía a prohibirse.

Las misas nos dice que "las hacemos en el atrio porque en el templo entran 38 y no podemos decir que no a alguien que llegue tarde. Ha funcionado bien en la de las 9.30 pero la de la tarde la adelantaríamos para tener un poquito de sol".

Recuerda que "el primer fin de semana hubo que pensar en todo: el lugar, la hora, temíamos que se desboque, tener en cuenta que en la capilla de Huacalera pueden entrar 14 sentadas como manda el protocolo, pero gracias a Dios toda capilla acá tiene un buen patio. La gente es respetuosa, capaz que un poco temerosa. Ahora se nos viene una fiesta muy vivida que es la de San Juan Bautista".

Explica que "la celebración religiosa no debe pasar la hora, termina la misa y la gente se va a la casa, no hay que compartir. En el barrio La Falda, por ejemplo, se hizo el almuerzo, lo sirvió en bandejitas y la gente se iba llevando para la casa. Creo que se está entendiendo, hay otros que escuchan a los profetas de la desesperanza, quienes dicen que se acaba el mundo, las profecías mayas o las predicciones hindúes, y en eso tenemos que ayudar a la gente".

Dice que "hemos tenido 80 días de misa por internet, y eso nos ayudó a llegar a muchos, se ha entendido que la fe también pasa por ese altar familiar. Pero faltaba la comunidad, y esa fue la alegría al reabrir y poder mirarnos, encontrarnos, aunque a distancia y con la boca tapada. Creo que ahora hay que catequizar sobre esto de que la vida sigue, que la situación nueva no nos impida la alegría, dar gracias por cada día".

Reconoce que "no sé si la gente no ha tocado las imágenes cuando uno miraba para otro lado, pero ahí están el alcohol en gel y las vallas. Para mí tocar no hacía a la fe, pero acá se ve como parte de la vida, y es algo muy fuerte para la gente no poder hacerlo".

Señala el tema de los duelos como otro de los tragos amargos de la cuarentena. "Por lo menos acá se ha permitido traer los féretros hasta la puerta del templo, tres o cuatro lo llevamos frente al camarín con la familia en el atrio, y ha sido un alivio. Lo que acá se llama cabo de año, no poder sacarse el luto delante de la familia, ha sido algo muy fuerte, se sintió tanto como el tema de no poder celebrar las patronales".

Luego nos señala "la solidaridad. Se decidió mantener la colecta de Cáritas. Se optó por vender comida en la Casa Pastoral, y duplicamos lo del año pasado. Es un dinero que, en su tercera parte, beneficia a la parroquia, y además debemos decir que Tilcara y Palma Sola fueron elegidas para la ayuda solidaria de Unicef. Hay mucha gente que no va a venir a pedir, pero necesita, así que fuimos escuchando a quien te dice que esa abuela no tiene para tomar el té, aquel vecino lo invité a comer en casa porque vi que no tenía, y así armamos la lista".