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Laberintos Humanos: El secreto

Miércoles, 24 de junio de 2020 01:04

Desde que el tío Superio le robó a la abuela ese brazalete misterioso, nos siguió contando Blanca, la abuela se empezó a morir. Sus hijos recorrieron cada lugar conocido para dar con ese hermano que, por el vicio del juego, había cometido el delito, pero ni él ni aquellas piedras estaban por ningún lado. Ya habíamos perdido todas las esperanzas cuando don Natanael Esquiarri llamó a la puerta de la casa. Junto a él, con la mirada baja como carcomido por la vergüenza, estaba el tío Superio. Don Natanael, que tenía por esos años una conocida casa de empeño, pidió hablar con la abuela, y los tres se encerraron en su habitación.

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Desde que el tío Superio le robó a la abuela ese brazalete misterioso, nos siguió contando Blanca, la abuela se empezó a morir. Sus hijos recorrieron cada lugar conocido para dar con ese hermano que, por el vicio del juego, había cometido el delito, pero ni él ni aquellas piedras estaban por ningún lado. Ya habíamos perdido todas las esperanzas cuando don Natanael Esquiarri llamó a la puerta de la casa. Junto a él, con la mirada baja como carcomido por la vergüenza, estaba el tío Superio. Don Natanael, que tenía por esos años una conocida casa de empeño, pidió hablar con la abuela, y los tres se encerraron en su habitación.

Nadie supo jamás qué se habló detrás de esa puerta. Algunos sostienen que ese tal Esquiarri había descubierto que eran falsas, creyó que el tío lo quiso estafar pero, por respeto a la familia, nos visitó para que la cosa no pasara a mayores. Otros dicen que tal vez conocía el milagroso origen del brazalete. Pasó algo así como media hora y se marchó. Al poco rato lo hizo el tío Superio, de quien nadie tuvo nunca más la menor noticia, como si se lo tragara la tierra. Entramos al cuarto y, sobre la falda de la abuela, que respiraba ya muy débilmente, vimos el brazalete brillante con sus perlas de un blanco tan puro como las mejores intenciones. Esa fue la primera vez que el brazalete estuvo fuera de la casa desde la noche tormentosa en la que lo dejó olvidado la mujer a la que mi abuela había ayudado, nos dijo la esposa del comisario Pierro. Pero ya no iba a quedar por mucho tiempo allí.

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