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Laberintos Humanos: El viaje

Viernes, 05 de junio de 2020 01:04

Ya viejo, nos siguió contando Pierre Donadou, los hijos de don Parménides Zacarías decidieron darle una sorpresa. Sabiendo lo tanto que había imaginado el mar, juntaron plata para pagarle un viaje. Lo hicieron en silencio, pensando en el hotel en que se alojaría, en alguna excursión en lancha y una cena en un buen restaurant.

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Ya viejo, nos siguió contando Pierre Donadou, los hijos de don Parménides Zacarías decidieron darle una sorpresa. Sabiendo lo tanto que había imaginado el mar, juntaron plata para pagarle un viaje. Lo hicieron en silencio, pensando en el hotel en que se alojaría, en alguna excursión en lancha y una cena en un buen restaurant.

Pensaron que el mejor destino sería Antofagasta, por la cercanía, pensaron en las diez horas de cruzar la cordillera y el desierto salitrero para, al fin, alcanzar esas calles cercadas por casas de madera, y cuando se llegaron a su taller de carpintero ya lo imaginaron con su gorra para el sol, emocionado ante la rompiente de las olas.

Lo iba a acompañar la mayor de sus nietas, elegida entre todos por el cariño especial que se tenían, y lo sentaron ante el mesón de sus herramientas para anunciárselo. Vieron que el rostro del viejo se iluminó por un instante, capaz que recordando a aquella maestra que, hablando de la navegación de San Martín a Lima, sembró en su imaginación el deseo de conocer el mar.

Parménides no habló por un buen rato y, al fin, les sirvió el bollo con matecito de rica rica que le era infaltable por las tardes. Sus hijos planificaban entre ellos los distintos pasos que debía dar, imaginaban los momentos por vivir y disfrutaban de su buena idea, cuando el viejo los interrumpió con su voz ya suave.

Les agradezco, les dijo, pero he decidido morir con la libertad de haberme imaginado el mar como lo soñé toda mi vida, y de ese modo les hizo saber que jamás lo conocería.

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