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Un soldado que persigue obstinadamente la libertad

Domingo, 07 de junio de 2020 01:02

El Día del Periodista la mayoría de nosotros se enfrenta a una andanada de saludos y elogios. Algunos sinceros deseos de buena venturanza para la profesión de informar.

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El Día del Periodista la mayoría de nosotros se enfrenta a una andanada de saludos y elogios. Algunos sinceros deseos de buena venturanza para la profesión de informar.

Otros son meros augurios de buena fe que se vierten por compromiso, frente a trabajadores con los que, de una u otra forma, en algún momento se verán las caras y de los que necesitarán algún apoyo, una publicación o unos minutos de aire. Y está bien que sea así: se trata de una convivencia donde confluyen intereses legítimos y sanos. Y están los otros, las exageraciones melosas, que hablan del magnífico sacerdocio del periodismo, del enorme riesgo de ser periodista equiparado al de los pilotos de prueba y autos de Fórmula 1 o de aviones de combate. De estos hay que cuidarse. Generalmente esos saludos provienen de quienes por su ocupación o por sus objetivos, mantienen regularmente estrechos contactos con los periodistas y los medios. Pero, en muchos casos, son aquellos que jamás tolerarán una crítica adversa, una opinión desfavorable o la negación a compartir sus proyectos. Son los mismos que ante esa situación dada olvidan el sacerdocio, los riesgos, las posibilidades limitadas de los hombres de prensa, y rodeándolos con habilidad o simplemente saltando por arriba de ellos, se dirigen a sus jefes, a los administradores, o a los propietarios de los medios, para presentar quejas, ejercer presiones, para exigir las habilitaciones de espacios o reclamar el silencio cómplice. O a veces, lisa y llanamente para pedir la cabeza del periodista que comete el pecado de pensar diferente o el sacrilegio de tener una opinión propia sobre lo que pasa. No son todos así. Pero son muchos. Muchos más de los que la gente cree. Esos saludos, esos abrazos, hoy, aparecerán mezclados con los otros. Será una tarea accesoria de cada periodista aprender a discernir cuáles son cuáles. Y calladamente, tomar notar, simplemente para tenerlo en cuenta. Porque en definitiva, nada cambiará la continuidad de la tarea informativa.

Sin embargo, es un día especial, para recordar que el periodista no es solamente un trabajador de la noticia, de la información en general, una persona comprometida con la verdad, con la posverdad y sus derivaciones. El periodista, más que todo eso (como si fuera poco), es un (humilde) soldado raso de la libertad. Un militante de la vida que persigue como a una utopía la frase del historiador romano Cornelio Tácito: "Tiempos de rara felicidad, son aquellos en los cuales se puede sentir lo que se desea y es lícito decirlo que se siente", atribuida como lema de la Gaceta de Buenos Aires, cuya aparición da pie hoy a la celebración del Día del Periodista.

Por eso, despojados de las exageraciones, periodistas son simplemente una mujer o un hombre que trabajan con la información, la opinión y la imaginación. Soñando con llegar al fin de cada jornada con la íntima alegría de haber sido los modernos caballeros de cruzada en un campo de contiendas donde el futuro se juega día a día, con los ojos cansados, decenas de café y mates aumentando la acidez que burbujea entre las palabras, para apurar un sueño lleno de sobresaltos, antes de un nuevo día. Que será todo distinto al anterior, y sin embargo, será igual.

Igual. Gracias a todos.

Pero permítannos, humildemente, expresarnos el mejor saludo, el más comprensivo, el más sentido, a ese compañero trabajador de prensa que está sentado en el teclado de al lado, y que después del abrazo, se olvidará que hoy es su día y seguirá persiguiendo obstinadamente la libertad.

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