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Las trabas para entrar en la pospandemia

Lunes, 08 de junio de 2020 01:04

Cada día se hace más necesario pensar que la pandemia pasará pronto. Que podremos dejar de escuchar las palabras protocolo, barbijo, alcohol, contagios, test y cuarentena. Y tantas otras que se incorporaron de golpe al léxico de todos los días y que se empeñan en permanecer para sostener el clima de temor y la necesidad de persistir con las precauciones. Así es que aún en este tiempo doloroso y antinatural, el subconsciente empuja a imaginar un escenario de pospandemia, sin darse cuenta que en ese momento, los esfuerzos deberán ser iguales o más grandes que los que hoy demanda la emergencia: esas serán las condiciones del tiempo nuevo. Y surge la pregunta inevitable: ¿estamos preparados como sociedad para vivir una pospandemia digna de ser vivida? Parece que aún no.

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Cada día se hace más necesario pensar que la pandemia pasará pronto. Que podremos dejar de escuchar las palabras protocolo, barbijo, alcohol, contagios, test y cuarentena. Y tantas otras que se incorporaron de golpe al léxico de todos los días y que se empeñan en permanecer para sostener el clima de temor y la necesidad de persistir con las precauciones. Así es que aún en este tiempo doloroso y antinatural, el subconsciente empuja a imaginar un escenario de pospandemia, sin darse cuenta que en ese momento, los esfuerzos deberán ser iguales o más grandes que los que hoy demanda la emergencia: esas serán las condiciones del tiempo nuevo. Y surge la pregunta inevitable: ¿estamos preparados como sociedad para vivir una pospandemia digna de ser vivida? Parece que aún no.

En el peor momento de la lucha contra el virus, la economía nacional colapsada demostró la inexistencia de soluciones y de ideas claras para enfrentar la emergencia. El Bcra alcanzó un billón de pesos de emisión sin respaldo, mientras la monstruosa deuda sigue negociándose en carro de montaña rusa donde el Gobierno estira unilateralmente los plazos condenatorios, recibe rechazos de los acreedores, cosecha el apoyo moral de gobiernos y figuras internacionales; aprovecha el escándalo financiero mundial para lograr clemencia, pero exagera su dureza, como si fuese dueño de una posición dominante que sólo vive en el imaginario de los negociadores locales. La industria y el comercio registraron la peor caída de su historia, la cifra de empleos perdidos se acerca al millón, la inflación de mayo alcanzaría el 2% y la caída del PBI superaría el 12%. Como si todo esto no fuera parte determinante del escenario pospandemia, la dirigencia se pelea por cuestiones de segundo orden.

Desde el oficialismo no paran de torpedear al país con proyectos e ideas para reinstalar el modelo que en el 2015 se retiró en medio de gravísimas acusaciones de todo tipo. Desde la oposición, responden con la misma virulencia, reclamando que antes de instalar nuevas denuncias y causas judiciales, primero respondan sobre las que siguen pendientes sin avanzar ni resolverse. La actualidad se llena de ejemplos, pero lo más grosero fueron en estos días las expresiones del prestigioso jurista K Eugenio Zaffaroni, quien afirmó: "Con Macri no habríamos tenido cuarentena y tendríamos miles de muertos", y del jefe de Gabinete Santiago Cafiero: "La situación del coronavirus hubiera sido una catástrofe con Macri en el Gobierno". Error: la situación es una catástrofe aún con Alberto en el Gobierno, aunque él no tenga la culpa y trabaje a destajo para evitar que sea peor; y es muy temprano para cantar victoria cuando todavía se espera lo peor. La respuesta de Mario Negri -jefe del interbloque opositor- encuadró los dichos en una "provocación lamentable que no está a la altura del momento que atravesamos" y recordó cómo el Gobierno aprovecha la pandemia para "colar proyectos hegemónicos, liberar presos y desarmar causas en la Justicia". Desde la jefatura del PRO hubo respuestas contundentes:

"Macri habría confiado más que nunca en la responsabilidad de los argentinos y menos en la imposición estatal, no habría aprovechado la pandemia para debilitar instituciones". Respuestas con aroma a comité, sin sustancia y sin aportes. Sólo el jefe de la Caba Horacio Rodríguez Larreta (una feta de queso en el sándwich de la politiquería) esbozó cierta razonabilidad: "No me engancho. Me mantengo muy firme en no entrar en discusiones políticas" dijo, ganándose una sonrisa condescendiente de la Casa Rosada y un gesto de desprecio de gran parte del arco que gobernó hasta el 2015. Sólo botones de muestra de una clase política a la que bien se le podría objetar el ingreso a una era pospandemia sensata. Porque la gente sigue aterrorizada y acorralada (en distintos grados) por el miedo al virus y desesperada porque perdió o teme perder sus trabajos, y porque no sabe si las familias podrán comer, vestirse, curarse o estudiar cuando se recupere la calma. Así como en el país, en Jujuy (como en todas las provincias), ocurren cosas que pretenden justificarse con la pandemia y que en algún momento deberán explicarse debidamente.

En Jujuy la discusión se centró en objetar el proyecto del GM de suspender las ejecuciones judiciales. La herramienta busca proteger las arcas del Estado, pero es obvio que otra vez, una decisión del Ejecutivo, pasa tangencialmente por la inconstitucionalidad y avasalla a otros poderes; al Judicial lo manda al freezer, al Legislativo vuelve a apretarlo contra la pared para que apruebe una medida a contrario sensu de la mismísima formación republicana del partido gobernante. Los funcionarios y magistrados mostraron malestar, el Colegio de Abogados salió con los tapones de punta y después de alguna intercesión diplomática, ofreció "aportar ideas". El caso lo pintó el ministro de Economía. Carlos Sadir dijo que hay juicios multimillonarios, que no son precisamente alimentarios, sino de los innumerables choques del eterno batallón que industrializa los juicios contra el Estado, a los que se suman generalmente honorarios difíciles de imaginar.

Otro tema que se zarandea es el regreso a clases y se volvió a marcar la otra grieta existente: de un lado los defensores de la enseñanza virtual, adoradores del mundo de la computación que no paran de elogiar las bondades de la conexión entre docentes y alumnos. Del otro, los que admiten esas bondades, afirman que mientras no se universalicen y no estén todos los actores igualados en conocimiento y capacidad, la educación segmentada será una fuerte fuente de discriminación que jamás podrá reemplazar a la educación presencial. El docente en relación cotidiana con sus alumnos, desde la educación inicial hasta el posgrado universitario, transmite mucho más que conocimientos, algo que la frialdad de la computadora no podrá reemplazar jamás por más talento para operarla que se ponga en juego. En tanto los gremios de la educación se rebelan -con justicia- desde el abandono de la infraestructura escolar, la falta de insumos para combatir la pandemia, los bajos sueldos y la amenaza de reducírselos aún más. La ministra de Educación Isolda Calsina confía en un plan de gradualidad para el regreso a las aulas, que fue bendecido por el GM, pero despertó escepticismo en los padres y alumnos, particularmente por el sistema de transporte de los estudiantes, los seguros que deben cubrir sus traslados y por la calidad de la relación que surja entre docentes y alumnos que nunca se vieron.

Mientras tanto, los comercios de la provincia languidecen con las largas clausuras que ahora se levantan de a poco -con responsabilidad y criterios lógicos-. Los comerciantes comprueban que para salvarse no sólo es necesario levantar las persianas: hay que rogar que la gente tenga plata y se anime a volver a gastarla. Algo muy difícil todavía. El Gobierno logró pagar sus sueldos sin fraccionarlos, a excepción de los que superan los cien mil pesos, y sigue esperando que de aquel préstamo de seis mil millones que la Legislatura autorizó entre escandalosas repercusiones, llegue por lo menos la mitad (lo que la Nación estaría dispuesta a aflojar en algún momento). Mientras tanto, desde Jujuy miramos cómo los billetes aún tibios que lanza el Bcra se reparten en otras provincias. Para completar el cuadro, los precios de todos los artículos (particularmente los que no se pueden evitar como comida y artículos de limpieza) siguen trepando no en ascensor, sino impulsados por el cohete que en segundos pone cualquier carga en la estratósfera. Nadie parece controlar nada porque de las supuestas multas anunciadas a estos excesos no se conocen ni montos ni sus destinos.

Botones de muestra locales también sirven para mostrar que nos falta un largo camino de crecimiento, si queremos entrar con dignidad a una pospandemia que nos reciba con esperanzas ciertas de un Jujuy mejor.