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Lucio Boschi, una vida con la imagen y un ritual estético

El artista nos habla de su camino y de los cuadernos-mapas, el lenguaje con el que más se expresa en la actualidad.Empezó a tomar fotografias cuando descubrió la inspiración en Jujuy, después de haber conocido sus paisajes.
Martes, 21 de julio de 2020 01:04

Hoy vive en Mendoza, pero nos relata una historia con la fotografía que se inició en nuestra provincia, donde cada tanto lo espera el Museo Entre Cerros, en el corazón de Huichaira. Lucio Boschi transitó, desde aquellas tomas que le servían para describir nuestros paisajes, la fotografía en blanco y negro y mapas a través de los que busca expresarse. Sigue sacando sus fotos con rollo que revela como si se tratara de un ritual estético, y nos habla sobre ese camino.

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Hoy vive en Mendoza, pero nos relata una historia con la fotografía que se inició en nuestra provincia, donde cada tanto lo espera el Museo Entre Cerros, en el corazón de Huichaira. Lucio Boschi transitó, desde aquellas tomas que le servían para describir nuestros paisajes, la fotografía en blanco y negro y mapas a través de los que busca expresarse. Sigue sacando sus fotos con rollo que revela como si se tratara de un ritual estético, y nos habla sobre ese camino.

Recuerda que "la primera vez que fui a Jujuy fue en el año 1986, manejando desde Buenos Aires porque se ve que mi cabeza tenía necesidad de huir un poco, y ahí me pasó eso que le pasa a tanta gente: cierta emoción un poco por la naturaleza, un poco por esa cosa cultural. No era fotógrafo todavía, pero me gustó tanto lo que veía que empecé a fotografiar. Me pasaba que, de regreso, sentía una gran limitación para compartir las cosas que había visto y sentido en el viaje".

Nos cuenta que "en el tercer o cuarto viaje empecé a sacar fotos diapositivas que podía proyectar, los paisajes pero sobre todo la gente en ese paisaje, las comunidades, y eso empezó a ser un lenguaje. Ya con cuatro años de viajar al norte, me escribe Jorge Prelorán, un documentalista muy importante que había visto algunas fotos mías, y desde ahí empecé a ver cómo se había registrado Jujuy y a pensar cómo lo quería hacer yo".

Con Prelorán "trabajé muchos años aprendiendo de él, y aunque viajé por muchos lados pensaba ya en concentrarme en el norte argentino, volví para instalarme y decidí fotografiar en blanco y negro. Eso fue para el 95, y esas fotografías fueron el hilo conductor de mi trabajo, siempre con esa distancia y desconfianza válida de la gente, sobre todo a la hora de registrar la vida cotidiana, porque a mí me interesaba interactuar con la gente de las zonas más alejadas".

Dice que "era ir una y otra vez, llevar las fotos, quedarme por días, hasta que la gente me permitió fotografiarlas en su vida cotidiana. Me propuse hacer libros, buscando que estén aprobados por ellos. Les presentaba doscientas copias, me sentaba con gente de la comunidad y les pedía que me ayuden con la edición. Y eso me enseñó a ver qué imagen de ellos mismos les molestaba, y salieron mis primeros libros".

Compra, en los 90, el terreno de Huichaira, y para comunicarse con sus editores visitaba el locutorio que estaba frente a la plaza de Tilcara. "El chico que atendía me empezó a preguntar qué era eso de la fotografía, y esas visitas al locutorio empezaron a ser parte de mi vida. Facundo Toconás era ese chico. Cuando daba una charla en Buenos Aires, al salir, lo veo esperarme. Me cuenta que tanto jorobé que se había ido a estudiar fotografía. Con eso todo cobró sentido".

Recuerda que "la gente me decía que me llevaba las fotos por todo el mundo y no sabían qué hacía con ellas, y así como llevaba fotos de Jujuy para mostrar en un museo de Japón, apareció la idea de un museo para llevar fotos de otras partes del mundo al centro de una comunidad. Era una forma de cerrar el círculo mientras fotografiaba en blanco y negro, que para mí es más crudo y directo. Una de las características del Norte es para mí la crudeza".

Nos habla de "mucha toma directa, mucha imagen casi mística de los vientos por las tardes, de las pastoras borrosas en el horizonte, contraluces de la tormenta. De ahí mi libro más importante que es "Pueblos de los Andes". Siempre película, siempre de rollo porque tiene cierto tiempo de espera, de ilusión, un tiempo que a veces te decepciona o te sorprenda con un haz de luz que entra como un ángel, algo que no me permitía la fotografía digital. Nunca terminé de acostumbrarme".

Así llega a los mapas. "Siempre llevo mis cuadernos en los que escribo, dibujo, pego fotos, arranco páginas, le pongo carbón, le paso té, café, y esos cuadernos empezaron a tener un lenguaje propio. Para una muestra, hace diez años, una curadora me pide mostrarlos. Lo hicimos en el Museo de Arte Decorativo, empezaron a agrandarse en mi trabajo y los empecé a llamar: ‘Cuadernos Mapas de los Seres y de las Cosas’, que siempre cuentan una historia y es en lo que trabajo más ahora".

Nos dice que "hace unos quince años me casé con Sofía, nacieron nuestros hijos y decidimos criarlos en Mendoza, siempre viajando mucho a Jujuy, a Huichaira. Los cuadernos más importantes y los primeros mapas los hice en Huichaira, ahí empezó este cambio. Hay cosas que siento en Jujuy que hace que tenga que hacer allí muchos de mis trabajos, y siempre trato de que estos mapas los vean los vecinos y sigue esa idea de consulta y de juego. La gente de la comunidad ha sido la gran editora de mi trabajo".

 

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