Por MAURICIO RIVERO. Poeta y músico jujeño.
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Por MAURICIO RIVERO. Poeta y músico jujeño.
En un día propicio para las intensas emociones en un día tan significativo la noticia de la partida terrenal de mi querido amigo, el Negrito Velarde, me acongoja y pareciera que en estos tiempos que transcurren, las cosas que duelen cobran magnitud, pero a la vez me reconforta todo lo compartido con este ser maravilloso mezcla de “dandy”, de mago, de duende. dueño de una singular picardía y dueño de un talento musical verdaderamente único. El Negro era de esos tipos que cuando entraba a algún lugar iluminaba todo y era imposible ignorar su presencia.
Recuerdo hace muchos años cuando recién lo conocí, yo estaba sentado solo en la barra de una vieja peña de la ciudad y paso el Negro y me dijo: “¿Qué haces sentado solo? Vení, sentate conmigo en la mesa”, a mí me estallaba el pecho, me llenó de orgullo que él me invite a su mesa. Era un derroche de historias y anécdotas, y desde esa noche fundamos una linda amistad aunque yo siento por él, el amor de un hijo a un padre. Nos vinculaba además un profundo amor por el tango y nos quedábamos largas horas a hablar de autores y de cantores y de orquestas del género luego de saborear en su casa su especialidad, el guiso de espagueti.
Y la noche se nos iba entre recuerdos y risas, coqueando por supuesto. Siento hoy una inmensa gratitud por cada instante que compartió conmigo y por su fuelle inmortalizado en la zamba “Arroyo de los suspiros”, que hemos grabado con Los Copleros. Hoy le diría: “Gracias Negrito querido, a partir de hoy en la ciudad habita otro duende, en las esquinas, cruzando algún puente fumando un sachito (cigarrillo) o sentadito a orillas del rio chico mirando la luna esperando la última curda”.
Tu amigo Mauricio.