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Modelo poscoronavirus para impulsar la economía

Lunes, 06 de julio de 2020 01:03

Una política ambiental implica un desafío, y al mismo tiempo un compromiso. Como parte de un concepto innovador, no se debe separar lo ambiental de lo social. Hay que tomar conciencia de que los aspectos sociales están ligados al ambiente, así como el ambiente está ligado a la sociedad.

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Una política ambiental implica un desafío, y al mismo tiempo un compromiso. Como parte de un concepto innovador, no se debe separar lo ambiental de lo social. Hay que tomar conciencia de que los aspectos sociales están ligados al ambiente, así como el ambiente está ligado a la sociedad.

Una política ambiental busca que los ciudadanos sean un gran aporte a la consecución de los objetivos propuestos.

Conseguir estos objetivos va más allá de incorporar cambios de actitud en prácticas diarias de trabajo, ya que también buscamos que el ciudadano lleve estas nuevas prácticas a sus hogares, las aplique y así generar ambientes más saludables, llenos de vida, elaborados a conciencia, y sobre todo pensando en el legado que estamos dejando a las futuras generaciones.

Los conceptos de gobernabilidad e institucionalidad son fundamentales para la construcción de una política ambiental sustentable.

Está surgiendo un nuevo sistema económico que la ciudad de Amsterdam (Holanda) ha puesto en marcha oficialmente tras la pandemia de coronavirus.

El Modelo del Donut se trata de un planteamiento de la investigadora y economista de la Universidad de Oxford (Inglaterra) Kate Raworth donde pone el foco en la gestión de los recursos limitados del planeta, en las desigualdades sociales existentes ya que considera que la economía convencional ha provocado más problemas que los que ha solucionado.

Este modelo está íntimamente relacionado con la economía circular.

Raworth expresa que "todo el mundo debería tener acceso a los bienes básicos como la comida, la vivienda, el agua, la salud o los avances tecnológicos, pero dentro de los medios y recursos disponibles del planeta" poniendo el foco en los recursos limitados del planeta, en las desigualdades sociales existentes y en un concepto poco habitual de la economía: existen límites.

Se pueden definir los límites planetarios de procesos fundamentales como para la estabilidad del sistema Tierra. Cosas como cambio climático, la contaminación o la pérdida de especies.

En la teoría de la economista, existen dos círculos concéntricos. Un circulo interior que define las necesidades básicas irrenunciables sin las cuales no hay bienestar humano: comida, agua, sanidad, energía y educación, pero también igualdad y representatividad política. Y un circulo exterior que establece los círculos del planeta que no podemos traspasar sin destruir las condiciones externas. Entre ambos se crea una franja de confort en la que las sociedades humanas coexisten y pueden prosperar en equilibrio con la naturaleza.

Esto implica varias cosas, primero que hay límites, debido a que nuestras actividades tienen impactos y costos. Segundo, que hay que poder redefinir el concepto de prosperidad. El objetivo deja de ser el crecimiento económico infinito, no hace falta ser matemático para entender que si creces en forma infinita en un planeta finito estas más cerca de la definición de suicidio que la de prosperidad. ¿Cuál es el objetivo entonces? El bienestar ¿Cómo se define? Se alcanzaría cuando toda la población se encuentre en la zona de confort, en la que sus necesidades básicas estén cubiertas a través de la planificación y presupuestos.

El famoso mercado que se autoregula nos ha llevado a provocar el inicio de una extinción masiva de especies o un calentamiento acelerado de la atmósfera sin precedentes o a tirar ocho millones de toneladas de plásticos al mar por año, suficientes para cubrir 34 veces la isla de Manhattan (EEUU) y para que en el 2050 haya más plástico que peces.

Es la hora de madurar como sociedad, de aceptar que no todos nuestros deseos son posibles. De la misma forma que un niño tiene que aceptar que no puede tener un unicornio en el jardín o que no puede alimentarse sólo a base de galletitas. Es hora que maduremos, de que entendamos que si consumimos recursos materiales sin fin vamos camino a la autodestrucción.

Para evitar ese rumbo suicida la ciudad de Amsterdam, por ejemplo, está elaborando un presupuesto con la huella ecológica anual que pueden permitirse en función de su población. Esto implica en primer lugar, calcular la huella ecológica de todos los bienes que se importan y se consumen y establecer objetivos ambiciosos para conseguir mantenerse en esa zona de confort, esa zona de bienestar social y ambiental que definió la economista británica.

Significa que algunos sectores, los más contaminantes tienen que transformarse o desaparecer y que otros, los más eficientes y limpios tienen que ocupar su lugar. Todo esto no se consigue si no se impulsa las energías renovables, la renaturalización y protección de vastas zonas, el hidrogeno verde como combustible alternativo, la eficiencia energética, la economía circular y la agricultura regenerativa. Hay que transformar las ciudades donde ya vive casi el 60 % de la humanidad. Amsterdam ha comenzado.

La pregunta del millón es si alguna ciudad en la Argentina, alguna provincia y porque no la Nación, adoptará estas ideas económicas post pandemia de coronavirus en búsqueda de un desarrollo sustentable que nos favorezca y a las generaciones futuras.