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25 de Abril,  Jujuy, Argentina
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Bajo el signo del desconcierto y las sensaciones

Lunes, 17 de agosto de 2020 01:03

La pandemia avanza con paso arrollador, y no solamente en Jujuy. Argentina y el mundo también ven con asombro -y con dolor- que una "segunda ola" parece estar instalándose. Los países orientales y la eurozona admiten que recrudecen los ataques del coronavirus, justo cuando todos los resortes de control parecían aflojarse coincidiendo con el verano del hemisferio Norte y las imágenes del turismo traían una "sensación de alivio". En tanto, en América, a lo largo de todo el continente el virus levanta las curvas, las estadísticas y el dolor de cabeza de gobernantes y gobernados. Pero pareciera que además de la tragedia que en sí misma es la pandemia, ahora está aportando una generosa "sensación de desconcierto y desorientación" entre los responsables de enfrentarla. No en la comunidad sanitaria, que jamás declinó sus responsabilidades, con más o menos recursos, con más o menos apoyos, sino en los gobiernos, principalísimos actores a los que la población indefensa vuelve sus miradas, a veces suplicantes, otras veces resignadas y cada vez en más casos, indignadas.

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La pandemia avanza con paso arrollador, y no solamente en Jujuy. Argentina y el mundo también ven con asombro -y con dolor- que una "segunda ola" parece estar instalándose. Los países orientales y la eurozona admiten que recrudecen los ataques del coronavirus, justo cuando todos los resortes de control parecían aflojarse coincidiendo con el verano del hemisferio Norte y las imágenes del turismo traían una "sensación de alivio". En tanto, en América, a lo largo de todo el continente el virus levanta las curvas, las estadísticas y el dolor de cabeza de gobernantes y gobernados. Pero pareciera que además de la tragedia que en sí misma es la pandemia, ahora está aportando una generosa "sensación de desconcierto y desorientación" entre los responsables de enfrentarla. No en la comunidad sanitaria, que jamás declinó sus responsabilidades, con más o menos recursos, con más o menos apoyos, sino en los gobiernos, principalísimos actores a los que la población indefensa vuelve sus miradas, a veces suplicantes, otras veces resignadas y cada vez en más casos, indignadas.

El Gobierno nacional ha iniciado un cambio de estrategia en lo comunicacional, quizás convencido de que la rigidez de la cuarentena ya dejó de ser reconocida y aplaudida como al principio, hace más de ciento cincuenta días, cuando toda la población todavía sana, confiaba ciegamente en las medidas que con el correr de las semanas se volvieron al mismo tiempo poco eficaces e insoportables. A medida que llegaba el virus, el macilento sol que alumbraba la esperanza de una nueva vida económica de la gestión naciente se apagó, y fue reemplazado por la luz artificial de la monstruosa emisión de dinero sin respaldo -salida obligada e imprescindible orientada al gasto social y a los subsidios- que ahora, a pesar de la exitosa negociación lograda con los bonistas acreedores de nuestra deuda, amenaza con generar en los próximos meses un estallido inflacionario inmanejable.

Que ojalá no termine en otra hiperinflación, justo cuando el repotenciado ministro de Economía, Martín Guzmán, deba enfrascarse en otra negociación crítica: arreglar la deuda con el FMI. El inocultable control de la voluntad presidencial que ejerce el comité de infectólogos que la asesora, logró una nueva postergación de la cuarentena hasta el 30 de este mes, pero la novedad es que se ha resuelto desechar la palabreja ahora odiada por los argentinos. En cambio, se puede decir aislamiento, confinamiento, clausura, incomunicación, encierro y cualquier otra cosa que dé la "sensación del final de la cuarentena". Volviendo a la preocupación económica, el presidente Alberto Ángel Fernández sugirió estar estudiando meter mano en la enorme cantidad de dólares que siguen rigiendo la vida financiera: la primera medida lanzada iba a ser ajustar más el cepo y prohibir la compra de doscientos dólares mensuales a los ahorristas.

Apenas conocida la intención, igual que con el caso Vicentin, o la Reforma de la Justicia, el rechazo generalizado encendió alarmas en el tablero oficial y rápidamente se anunció la defunción de la nonata idea. Le quedó a AAF la satisfacción de saber que en nuestro país una empresa privada asociada con la Universidad de Oxford acometerá la fabricación de una de las vacunas que pinta como la más aceptada internacionalmente. La satisfacción llevó al Gobierno casi a apropiarse de la idea y del trabajo, con la que para ser sinceros, no tiene absolutamente nada que ver. Pero instaló, aunque sea a futuro, una "cierta sensación de alivio" que ayudó a cubrir "la sensación de desconcierto" generalizada. Sin embargo, mientras a nivel político todo sigue como venía, hoy, uno de los feriados más significativos de la vida nacional, se desarrollará otro cruce cívico en las calles, y la guerra de comunicaciones también librará su batalla.

El Gobierno se esmera en culpar a la oposición por la convocatoria a las marchas y banderazos en todas las ciudades del país, que se desarrolla en redes sociales y medios. El lema llamar a marcha "por la libertad y para defender la Constitución". El oficialismo, sin querer -o sin poder- atacar el nudo central y real de la convocatoria, concentra su artillería en reducirla a una expresión política opositora, inoportuna, y que además, servirá de focos de contagios que alimenten las curvas negativas de la pandemia, buscando instalar una sensación de frivolidad a la queja. Emilio Monzó y Rogelio Frigerio señalaron que es bueno que la gente se manifieste, pero que es un error politizar estas expresiones, consecuentemente, víctimas de habitar en el limbo, no irán. La oposición, totalmente arrasada por la "sensación de desconcierto", se muestra otra vez dividida.

Patricia Bullrich, presidenta del PRO, irá, pero en auto y conservando distancias, Lilita Carrió alentó la participación, "pero de manera pacífica", el exdiputado y actor Luis Brandoni irá con toda su energía; el vicejefe de gobierno de la Caba Diego Santilli dijo "que no se pondrá freno a la protesta pero que se intervendrá ante desbordes"; el jefe de la Caba -y hoy por hoy el opositor que lidera las encuestas de opinión a imagen favorable- Horacio Rodríguez Larreta convocó, "pero no desde JxC, sino a título personal"; el presidente de la UCR, diputado nacional Alfredo Cornejo, dijo que apoya la marcha pero que no participará, igual que María Eugenia Vidal; y el gobernador de Jujuy, Gerardo Rubén Morales, aislado por coronavirus, dijo que "no es momento de estas manifestaciones" y ratificó así la nueva etapa de romance político con el presidente Fernández (y de distanciamiento del expresidente Mauricio Macri). Y con su muletilla habitual agregó que "en este mo mento el pueblo tiene que ser un solo equipo".

Si las marchas de hoy, los banderazos y los lemas de su convocatoria no reúnen las cantidades suficientes de ciudadanos, al Gobierno y sus socios les quedará la sensación de victoria, y de que podrán seguir que nadie les tuerza el brazo y acentuando la búsqueda de sus objetivos y su manera de gobernar. Si por el contrario, las marchas tienen éxito, dejarán como resultado dos derrotas y una urgencia: la primera derrota sería para la coalición gobernante del oficialismo nacional, un golpe a sus políticas en curso y a sus reformas propuestas. Y la dura sensación de tener que buscar alternativas a todo. La segunda derrota sería para la coalición de una oposición que pagaría así la terrible desorientación y la creciente falta de coherencia que se advierte en sus filas, fortaleciendo junto a la horrible sensación de desconcierto, el fantasma de la disgregación. La reflexión para todos volvería a ser analizar el enorme vacío de representatividad para la gente que sale a manifestarse sin tener un líder o una referencia que capitalice esa fuerza y la oriente hacia un destino.

En Jujuy, como se advierte, la gente del Frente de Todos apostará a sostener con firmeza la gestión del Alberto Fernández y Cristina Elisabet Fernández de Kirchner. Los seguidores de Juntos por el Cambio habrán amanecido con el dilema: o salen a acompañar la convocatoria en las redes sociales amenaza con ser importante, o se quedan a mirarla por TV, para no contradecir la posición del gobernador y jefe territorial radical de la Provincia. Qué ocurriría con los socios peronistas de Cambia Jujuy, es una incógnita de la que se podrá hablar recién mañana.

Pero el momento, y esto no se discute, es complicadísimo. En lo sanitario y en lo político. Navegar entre desconcierto y sensaciones, va ha ciendo cada vez más difícil el viaje y más difusos los objetivos.