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Laberintos Humanos: El secreto

Domingo, 02 de agosto de 2020 01:04

Blanca guardó silencio, pero era evidente que ocultaba algo. Alzó las tazas como para llevarlas innecesariamente a la cocina, porque cuando tomamos café no son una sino varias rondas, y Pierro la tomó de la muñeca para detenerla. La conocía demasiado, sabía que había algo más. Les cuento, cedió ella al fin, si Dubin promete no ponerlo en uno de sus Laberintos. Accedí a regañadientes porque no es bueno faltar a la palabra, pero me dolía despreciar una historia como aquella.

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Blanca guardó silencio, pero era evidente que ocultaba algo. Alzó las tazas como para llevarlas innecesariamente a la cocina, porque cuando tomamos café no son una sino varias rondas, y Pierro la tomó de la muñeca para detenerla. La conocía demasiado, sabía que había algo más. Les cuento, cedió ella al fin, si Dubin promete no ponerlo en uno de sus Laberintos. Accedí a regañadientes porque no es bueno faltar a la palabra, pero me dolía despreciar una historia como aquella.

Todo había comenzado hacía unos días, cuando una mujer se acercó a la puerta de su casa para presentarse, sin más, como la novia del ermitaño. Le dijo que había leído los cuentos que sobre él aparecieron en El Tribuno, tanto los del padrecito como los de su marido el comisario. Por eso es que me atreví a molestarla, le dijo y Blanca la invitó a entrar, la sentó ante la misma mesa donde nos contaba este recuerdo y la escuchó.

No sé si podrá ayudarme, ni siquiera sé qué es ayudarme, agregó con algo de emoción. Al Pleuro Díaz lo conocí de moza, y si bien en la escuela ya era de tener pocos amigos, a nadie se le ocurrió que podía convertirlo en una profesión. Sólo para acompañar su soledad, que así somos las mujeres, yo también me fui aislando, primero con esa inquina de que nadie nos merece pero, luego, como esa cosa natural que tenía el Pleuro, que más bien era por preferencia del silencio. Llegué a pensar que se resignaba a mí antes que aceptarme, y en esa edad juvenil creí que eso podía ser también amor, le dijo la mujer a Blanca.

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