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"Es fundamental para la salud la parte espiritual"

Alicia Lucero es nutricionista y tras perder la vista se rehabilitó y creó el grupo "Mujeres derribando barreras".
Miércoles, 26 de agosto de 2020 01:03

Alicia Beatriz Lucero de Ganzlen llegó hace 35 años a Jujuy con su familia, se insertó en su labor de nutricionista y en plena tarea tuvo desprendimiento de retina que las cirugías no lograron revertir ni salvarle la visión. La ceguera no la limitó, aprendió Braille para volver al trabajo y luego formó con sus pares el grupo "Mujeres Valientes" que contiene y da capacitación en esa discapacidad.

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Alicia Beatriz Lucero de Ganzlen llegó hace 35 años a Jujuy con su familia, se insertó en su labor de nutricionista y en plena tarea tuvo desprendimiento de retina que las cirugías no lograron revertir ni salvarle la visión. La ceguera no la limitó, aprendió Braille para volver al trabajo y luego formó con sus pares el grupo "Mujeres Valientes" que contiene y da capacitación en esa discapacidad.

Lucero, tal como su apellido, que alude al brillo de los astros, no se desvaneció cuando perdió la vista, sino que luego de la primera etapa de shock y dolor, supo pulirse con más aprendizaje y se volvió a enfocar en el trabajo sin dejar de lado lo social. Fue así que se vinculó con mucha más gente, algunos de su misma condición no vidente con quienes formó un grupo, "Mujeres derribando barreras" que busca acompañar, asistir y capacitar.

Alicia Lucero es puntana y llegó a la provincia detrás de su esposo con sus cuatro hijos cordobeses, recién recibido de médico a quien conoció estudiando en Córdoba, y en Jujuy nació su hija. Luego se insertó laboralmente en los hospitales "San Roque", Soria y clínicas, sin que hubiera cargos y en BGH pero finalmente encontró una oportunidad interesante en la Escuela de Minas para la cátedra de Problemática nutricional y regional para la Tecnicatura en Química de los alimentos.

Trabajó allí quince años, hizo la licenciatura a distancia y concursó para un cargo para La Quiaca, viajando en la semana, luego en Maimará y concursó para hacer el posgrado en Salud Social y Comunitaria.

Era el 2008 y tras un viaje a un centro de salud de El Moreno se detonó el síntoma. "Fue muy sorpresivo, estaba trabajando a full, volví de un viaje, estaba tendiendo la ropa y sentí que un mechón de cabello me había tapado el ojo, trataba de sacármelo y no había nada", recordó. Es que además de la miopía era hipertensa, y cree que los viajes a zonas de altura pudieron haber incidido en lo que le pasó.

"Fue como un mazazo", explicó sobre el diagnóstico de desprendimiento de la retina que la llevó a un mes de reposo. "Estuve preguntándome muchas cosas", agregó y explicó que pasó por el shock, luego enojo y mucha bronca por lo que le estaba pasando, y siguió el miedo porque al mes tuvo la primera cirugía.

La familia fue clave al contenerla y cuidarla, porque se sumaban las dificultades con la obra social del Instituto al ser adherente, por la falta de adherencia a todos los servicios. También se valió del acompañamiento psiquiátrico ya que también había perdido el trabajo, y dos cirugías en Buenos Aires, finalmente perdió la visión de ambos ojos por las complicaciones de la presión y una hemorragia al tocar la mácula con láser.

"Entonces dije, hasta aquí no hago más nada y vamos para adelante", recordó y fue el inicio de aceptación de su realidad, quizás apelando a la fortaleza y experiencia con la que a los 39 había superado el cáncer de mamas. "Pero no siempre he sido yo sino la familia acompañando, y fundamentalmente la fe en Dios, el acompañamiento de la comunidad cristiana, es fundamental para la salud la parte espiritual", reflexionó.

Hoy tiene 70 años, transita la pandemia junto a su esposo médico y mientras él da atención por telemedicina, ella continúa su labor en forma remota con charlas y capacitación desde el grupo "Mujeres Valientes" de la que forma parte desde 2018.

El trabajo social continuó

En 2008 Alicia Lucero al perder la vista logró rehabilitarse dos años en la Escuela de Braille, gracias a la ayuda de personas a las que cree encontró por gracia divina. Tenía 60 años, había finalizado su contrato en la Escuela de Minas, y no podía rendir el posgrado iniciado, quedó fuera pero logró terminar de cursarlo, volvió a trabajar en El Carmen en el Centro Integral Comunitario (CIC).

No faltaron las vicisitudes, las operaciones y una infección provocada por el viento. En 2012 pudo permutar su cargo y volvió a esta ciudad al CIC Copacabana, que le permitió continuar, y desarrolló proyectos con adultos mayores, “Crecer en familia” tendiente a asistirlos desde bebés hasta 6 años, y otro para embarazadas. Se jubiló en 2019, y dejó esa labor tanto como el consultorio. Sin embargo, aporta videos para los programas mencionados. Al conocer a Unju Prodis y vincularse con los profesores de rehabilitación Viviana Pantoja y Ernesto Zumbaño, comenzó a percibir la dificultad de la gente en acercarse ante el desconocimiento.

GRUPO / CON “MUJERES DERRIBANDO BARRERAS”

Hizo algunas intervenciones con personas ciegas, y proyectan crear una institución para personas adultas con esta discapacidad y cuya idea está latente. Por convocatoria de Zumbaño, entonces vicepresidente de la Fendij, reunieron un grupo junto a Yanina Corimayo, Graciela Espinoza, Paula y Marta Cruz, y Rosario y analizaron las necesidades y vivencias, muchas eran ciegas de nacimiento.

En marzo de 2018 junto a Yésica Gutiérrez conformaron “Mujeres derribando barreras” con quien trabaja aún en pandemia, en acompañamiento y ayuda mutua, con reuniones cada sábado con dos psicólogas sociales por Zoom, para personas con discapacidad motora. En noviembre hicieron el Primer encuentro de mujeres empoderadas NEA/NOA, en 2019 un Encuentro Municipal de Mujeres.“Tenemos dificultades con el transporte y la inclusión laboral, temas que trabajamos el año pasado”, afirmó.