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La noble misión de enseñar en tiempos de Pandemia

Pese a la difícil situación que se vive en la región, no faltaron las muestras de afecto hacia los maestros 
Viernes, 11 de septiembre de 2020 15:54

 Septiembre ha deshojado en el calendario del tiempo, su décimo primer día, que trae cada año, el homenaje hacia quienes nos enseñaron las primeras letras, obrando el milagro que nos permitió realizarnos en las distintas profesiones que elegimos en la vida, nuestros maestros, aquellos de la tiza y del pizarrón, aquellos que jamás olvidaremos, porque nuestro corazón de niño, guardó sus nombres en un cofre invulnerable. Podrán pasar muchos años, y cuando la vida nos encuentre tal vez ya con el cabello blanco y la mirada cansina, aún recordaremos su nombre. Sin lugar a dudas que, en este tiempo de pandemia, ha sido invalorable el trabajo realizado por los docentes, porque su tarea no se redujo sólo a la enseñanza virtual, sino que salieron con las debidas normas de prevención, a asistir a las familias de sus alumnos, afectados por la enfermedad, llegando con ayuda económica y mercadería, gestos nobles y silenciosos, que se guardan en el corazón. 
Se hace preciso entonces, conocer el sentimiento de los maestros y es por ello que recibimos el caudal de sentimientos en las palabras de una docente, que abrió su corazón para hablar de esta difícil realidad que vive y golpea a la humanidad toda, la docente Liliana Ester Mendoza, quien lleva ya 25 años de siembra fecunda en las aulas, habiendo comenzado su labor en la escuela N° 2 Domingo Teófilo Pérez, luego en su querida escuela N° 217 Aeronáutica Argentina, donde propició la creación de la primera radio escolar y la primer huerta escolar  en la zona urbana, que permitió a los alumnos sembrar y cosechar sus propios alimentos. Actualmente, se encuentra frente a la dirección de la escuela N° 95 Almirante Guillermo Brown. 

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 Septiembre ha deshojado en el calendario del tiempo, su décimo primer día, que trae cada año, el homenaje hacia quienes nos enseñaron las primeras letras, obrando el milagro que nos permitió realizarnos en las distintas profesiones que elegimos en la vida, nuestros maestros, aquellos de la tiza y del pizarrón, aquellos que jamás olvidaremos, porque nuestro corazón de niño, guardó sus nombres en un cofre invulnerable. Podrán pasar muchos años, y cuando la vida nos encuentre tal vez ya con el cabello blanco y la mirada cansina, aún recordaremos su nombre. Sin lugar a dudas que, en este tiempo de pandemia, ha sido invalorable el trabajo realizado por los docentes, porque su tarea no se redujo sólo a la enseñanza virtual, sino que salieron con las debidas normas de prevención, a asistir a las familias de sus alumnos, afectados por la enfermedad, llegando con ayuda económica y mercadería, gestos nobles y silenciosos, que se guardan en el corazón. 
Se hace preciso entonces, conocer el sentimiento de los maestros y es por ello que recibimos el caudal de sentimientos en las palabras de una docente, que abrió su corazón para hablar de esta difícil realidad que vive y golpea a la humanidad toda, la docente Liliana Ester Mendoza, quien lleva ya 25 años de siembra fecunda en las aulas, habiendo comenzado su labor en la escuela N° 2 Domingo Teófilo Pérez, luego en su querida escuela N° 217 Aeronáutica Argentina, donde propició la creación de la primera radio escolar y la primer huerta escolar  en la zona urbana, que permitió a los alumnos sembrar y cosechar sus propios alimentos. Actualmente, se encuentra frente a la dirección de la escuela N° 95 Almirante Guillermo Brown. 


“Cuando aquel triste viernes 13 de marzo recibimos la noticia de que la provincia entraba en cuarentena y se cerraban las escuelas, supuestamente por dos semanas, nunca nos imaginamos que desde ese día y hasta hoy, seguiríamos de la misma manera, experimentando muchas sensaciones, incertidumbres y por, sobre todo, vacíos que no los llena una pantalla. Desde entonces, el trabajo docente tuvo que ser reinventado y aquella lucha en contra de los celulares para que los niños no se distrajeran en las aulas, tuvo que ser cambiada por esta suerte de tregua y necesidad, puesto que hoy, son el único medio de contacto con las familias y los niños”, sostuvo la docente Liliana Mendoza.
Indicó que fue un tiempo de intensos y abruptos aprendizajes para todos. Docentes y padres comenzaron esta vivencia tan diferente que puso en escena emociones encontradas y gran desconcierto frente al repentino uso de las nuevas tecnologías que entraron en conflicto con la situación económica y otras realidades de las familias y de los docentes. “Y a causa de esta pandemia, tuvimos que renunciar, no sabemos hasta cuando, a los encuentros, a los abrazos y besos de nuestros niños, a los patios llenos de sonrisas y travesuras, a la confraternidad, a los juegos, a la escucha de tantas situaciones en las que siempre intervinimos en instancias “normales”. Pantallas, celulares, plataformas virtuales y todo recurso al alcance de la mano, se convirtieron repentinamente en la única manera de “enseñar”, con el acompañamiento invalorable de las familias que hicieron y hacen lo que pueden, desde sus realidades, muchas veces, muy difíciles. Pero aquí estamos y seguimos los maestros, tratando de inventar y recrear nuevas cosas, nuevas estrategias, con la angustia y preocupación constante por aquellas familias que están padeciendo la enfermedad, por aquellas que dejaron de conectarse, no por voluntad propia, sino a causa de la falta de recursos económicos para sostener la conectividad”.


Con el dolor que se siente ante esta situación que alcanzó su punto más álgido desde la última semana de agosto, donde se registraron muchas pérdidas de vida, pero con marcada esperanza, Liliana Mendoza, sostuvo que siguen transitando este camino, esperando despertar de esta pesadilla y que todo vuelva a ser como antes y recuperar todo lo que tuvieron y todo lo que hubieran podido hacer desde la presencialidad que les fue arrebatada. “Y seguimos resistiendo en esta trinchera de nuestras casas, imaginando la nueva escuela que vendrá, imaginando protocolos de abrazos y caricias que tanto extrañamos y que tendremos que reinventar y aún no sabemos cómo hacerlo. Y aquí estamos, haciendo todo lo posible para contener de alguna manera a las familias, a los niños y tratando de contenernos a nosotros mismos, sin perder la esperanza de que todo esto pase pronto y podamos volver a nuestras escuelas, a nuestras aulas, a cada recreo, a ver nuestra bandera flamear en cada mástil, a sentir las voces y risas de los niños”.


En otro tramo subrayó que, pese a todo, aprendieron muchas cosas en este tiempo, que seguramente seguirán usando cuando regresen a las aulas, pero nada se compara a la dicha del encuentro, al clima escolar con sus actos multitudinarios, sus veladas, sus juegos, los abrazos dados como consuelo ante cada lágrima, sus instancias maravillosas de aprendizaje compartido. “Ojalá que cuando volvamos a las aulas, podamos recuperar de a poco, esta siembra bendita de afectos que hace tan única el don de ser maestros y a pesar de todo ¡Feliz día queridos maestros!
Tiempo de guía y acompañamiento
Cabe recordar que es meritoria e importante también la labor del personal directivo que le cupo la responsabilidad de coordinar todas las tareas. En ese sentido apuntó que fue también todo un desafío de acompañamiento al personal, no sólo desde lo organizativo y pedagógico con aporte de materiales, sino por, sobre todo, desde lo emocional, implementando las reuniones por las plataformas virtuales con participación del equipo SAE. “Cumplimentar con la información requerida desde los mandatos ministeriales, sistematizar la misma y obrar como nexos entre los docentes y la superioridad. También estar atentos a las situaciones familiares que requirieron acompañamiento. Pero ante todo acompañar a los docentes, escuchando sus constantes preocupaciones”, finalizó la docente.