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La campesina

Domingo, 13 de septiembre de 2020 01:00

La campesina

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La campesina

Desde que lo perdiera todo, Prudencio Creso creyó que nunca volvería a ser feliz hasta que llegaron al ranchito, y una muchacha muy bonita le abrió la puerta para servirle un mate con un bollo calentito. Ya le dije que aún podía ser feliz, le dijo Bautisto Solón porque se lo había anunciado.

Creso, sin embargo, pensó que pese a lo sabroso del pan no podía comprarse con los manjares que cenara cada noche en su casa opulenta, pero no quiso ser descortés y no dijo nada. Luego elogió la belleza de la nieta de su anfitriona. Siempre fue muy bonita, dijo la abuela, sólo que usted era tan rico que nunca pudo admirar a una campesina.

Creso pensó que acaso fuera cierto. Mire cómo le dejó rotos los pantalones mi cusquito, dijo la moza con una sonrisa traviesa. Démelos que se los arreglo, le pidió y nunca antes Creso había hecho reparar ropa, que cambiaba por otra nueva porque podía pagarla. Pero al verla zurcir, notó la delicadeza de sus manos y la gracia de sus movimientos.

La muchacha alzó los ojos tras esas pestañas boscosas que los protegían, y le confesó que desde niña estuvo enamorada de él. Y yo sin saberlo, dijo Creso con coquetería. Nunca lo supo porque mi abuela me advirtió que nada bueno podía esperar de un hombre tan rico, agregó la bella joven y entonces Creso miró a Solón con gesto asombrado.

Nunca la hubiera conocido de no haberlo perdido todo, dijo entonces, así que es cierto lo que dijo mi amigo: aún me restaba felicidad por descubrir. Así será, dijo la muchacha con una sonrisa en los labios.

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