Hombre asombroso
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Hombre asombroso
Con los años, Bautisto Solón siguió contando esta historia de cuya moraleja se enorgullecía, aunque asegurara que era cierta. Decía que hubo un hombre muy rico que quería saber si había alguien más feliz que él, se lo preguntó a un sabio y el sabio le dijo que si, pero que no era él. Nadie sabe qué destino lo espera, le dijo, por eso no se sabe si es el más feliz hasta que acabe.
Luego el hombre rico lo perdió todo en un juicio. Fue porque, al preguntarle al sabio sobre qué pasos seguir en el litigio, el sabio le aseguró que en esa pelea se arruinaría la propiedad más opulenta del paraje. Pero como el hombre rico, a pesar de su riqueza, era envidioso, siempre pensó que hablaba del vecino con el que litigaba.
Ya en la pobreza, el que fuera rico pensaba que no podía volver a ser feliz. Sin embargo, al llegar a una casa muy pobre, saboreó el bollo recién horneado de manos de una moza muy bella que se lo servía. Siempre lo quise, le dijo la muchacha, pero antes era tan rico que sólo podía ocasionarme males.
Así, quien fuera inmensamente rico comprendió que aún le restaba por vivir ese amor, que ignoraría de haber mantenido su fortuna, y así vivió feliz en ese rancho, donde lo dejé porque mi destino no era el suyo, contaba Solón a quien quisiera escucharlo. Hombre sabio ese Solón, dijo el padrecito y Donadou Quispe, que era quien nos contaba el cuento, sólo sonrió.
Yo lo conocí a ese tal Solón tiempo atrás, dijo el comisario Pierro, y era de dar consejos asombrosos. Tanto es así que lo tuvimos de adjunto civil en la seccional.
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