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Alberto y Cristina, más alineados que nunca

Domingo, 27 de septiembre de 2020 01:01


Refuerzo del cepo cambiario, congelamiento extendido de tarifas, confrontación con los medios, disputas directas con la oposición, roces permanentes con la Justicia, desincentivos a la inversión y un posicionamiento internacional sin muchas amistades. Todos esos factores que acaparan hoy buena parte del Gobierno de Alberto Fernández no son nuevos para la Argentina, sino más bien una reedición maquillada de la última gestión de Cristina Kirchner, en donde el oficialismo terminó perdiendo las elecciones presidenciales a manos de Mauricio Macri.
El valor agregado que aportó Alberto al principio de su gestión, y que lo ubicó como el dirigente más taquillero del país durante varios meses, fue básicamente mostrarse diferente a Cristina y conciliador con empresarios, medios y opositores. Ese plus desapareció de un plumazo a medida que el jefe de Estado fue allanándose a la agenda de su vicepresidenta y también a su discurso. Eso incluyó el intento de expropiación de Vicentin, el desplazamiento de jueces que investigan a Cristina, el proyecto de reforma judicial, el esmerilamiento de las principales figuras opositoras, el apoyo al impuesto a las “grandes fortunas” y la quita de millonarios recursos a la Ciudad de Buenos Aires sin aviso previo. ¿Será realmente que Alberto se allanó a la agenda de Cristina o que esta siempre fue la plataforma imaginada por el Frente de Todos al desatarse la pandemia? Esa incógnita, en realidad, aún sigue a la espera de una respuesta. 
Los números de las encuestas por ahora están hablando por sí solos: según el último sondeo de Giacobbe y Asociados, en septiembre el Presidente alcanzó sólo un 35,7 por ciento de imagen positiva y un 55 por ciento de valoración negativa. Si se compara estos valores con los de agosto, la baja fue pronunciada, ya que la aceptación superaba el 37 por ciento y la desaprobación llegaba al 48,5 por ciento. La imagen negativa del jefe de Estado en este mes llama poderosamente la atención, ya que Macri -que viene de hacer un viaje insólito en medio de la cuarentena y también de violar abiertamente el aislamiento obligatorio- cosechó una imagen negativa del 48,7 por ciento, siete puntos menos de la que ostentaba un mes atrás. Parecería que los errores no forzados del Gobierno empezaron a ser capitalizados por el arco opositor vinculado con Juntos por el Cambio. 
En la Quinta de Olivos las proyecciones abrieron rápidamente el paraguas sobre el eventual impacto que esto puede tener de cara a los comicios de medio término si no se modifica el escenario de forma drástica. “Nosotros estamos confiados de que la recuperación de la economía, que ya se inició en algunos sectores puntuales, comenzará a derramar para otros, y que eso romperá la inercia a la baja en las encuestas. La gente vota con el bolsillo, y pese a todas las ayudas que dimos, los ingresos populares quedaron severamente afectados”, aseguró ayer a El Tribuno un dirigente muy cercano a Alberto Fernández que pidió reserva de su identidad.
Los pronósticos positivos que salen del Palacio de Hacienda, donde se proyecta en el Presupuesto una inflación del 28 por ciento y un dólar a 105 pesos para diciembre de 2021, contrastan con la situación del Banco Central, que se está quedando sin reservas de libre disponibilidad y que sigue emitiendo moneda de forma muy vertiginosa. A mayor uso de la “maquinita”, mayor inflación; y a menor cantidad de dólares en el Banco Central, mayores son las chances de una fuerte devaluación en el mediano plazo. Una nueva disparada de la inflación en medio de una recesión histórica y aumento de la desocupación podría disparar una fuerte situación de tensión social.
Las continuas movilizaciones que se realizan casi todas las semanas en varios puntos del país no pueden ser tomadas como un crecimiento de la oposición, pero no hay dudas de que le aportan un grado importante de desgaste al Gobierno. En ese sentido, Alberto Fernández hizo muy bien en desactivar una marcha que preparaba la CGT para el 17 de octubre en apoyo al Presidente. El discurso kirchnerista fue siempre que las manifestaciones eran peligrosas para la salud, y haber permitido esa habría actuado como una fuerte contradicción. 
La posibilidad de que se implemente algún tipo de corralito al dólar por ahora es lejana, pero no son pocos los economistas que advierten sobre un acelerado retiro de depósitos en moneda extranjera mientras continúen las limitaciones y los rumores de una mayor profundización del cepo. 
El debate eterno sobre quién toma las decisiones de fondo en la Argentina, que condiciona severamente el clima de negocios y la eventual recuperación del empleo a través de la inversión privada, tendrá una primera conclusión a mediados del año que viene, cuando queden definidas las listas legislativas del Frente de Todos. ¿Cuántos postulantes podrá meter Alberto en su rol de presidente y cuántos podrá poner Cristina siendo segunda? Se descuenta que la expresidenta no sólo acapará las boletas en el territorio bonaerense, sino también en cada uno de los rincones del país.
 

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Refuerzo del cepo cambiario, congelamiento extendido de tarifas, confrontación con los medios, disputas directas con la oposición, roces permanentes con la Justicia, desincentivos a la inversión y un posicionamiento internacional sin muchas amistades. Todos esos factores que acaparan hoy buena parte del Gobierno de Alberto Fernández no son nuevos para la Argentina, sino más bien una reedición maquillada de la última gestión de Cristina Kirchner, en donde el oficialismo terminó perdiendo las elecciones presidenciales a manos de Mauricio Macri.
El valor agregado que aportó Alberto al principio de su gestión, y que lo ubicó como el dirigente más taquillero del país durante varios meses, fue básicamente mostrarse diferente a Cristina y conciliador con empresarios, medios y opositores. Ese plus desapareció de un plumazo a medida que el jefe de Estado fue allanándose a la agenda de su vicepresidenta y también a su discurso. Eso incluyó el intento de expropiación de Vicentin, el desplazamiento de jueces que investigan a Cristina, el proyecto de reforma judicial, el esmerilamiento de las principales figuras opositoras, el apoyo al impuesto a las “grandes fortunas” y la quita de millonarios recursos a la Ciudad de Buenos Aires sin aviso previo. ¿Será realmente que Alberto se allanó a la agenda de Cristina o que esta siempre fue la plataforma imaginada por el Frente de Todos al desatarse la pandemia? Esa incógnita, en realidad, aún sigue a la espera de una respuesta. 
Los números de las encuestas por ahora están hablando por sí solos: según el último sondeo de Giacobbe y Asociados, en septiembre el Presidente alcanzó sólo un 35,7 por ciento de imagen positiva y un 55 por ciento de valoración negativa. Si se compara estos valores con los de agosto, la baja fue pronunciada, ya que la aceptación superaba el 37 por ciento y la desaprobación llegaba al 48,5 por ciento. La imagen negativa del jefe de Estado en este mes llama poderosamente la atención, ya que Macri -que viene de hacer un viaje insólito en medio de la cuarentena y también de violar abiertamente el aislamiento obligatorio- cosechó una imagen negativa del 48,7 por ciento, siete puntos menos de la que ostentaba un mes atrás. Parecería que los errores no forzados del Gobierno empezaron a ser capitalizados por el arco opositor vinculado con Juntos por el Cambio. 
En la Quinta de Olivos las proyecciones abrieron rápidamente el paraguas sobre el eventual impacto que esto puede tener de cara a los comicios de medio término si no se modifica el escenario de forma drástica. “Nosotros estamos confiados de que la recuperación de la economía, que ya se inició en algunos sectores puntuales, comenzará a derramar para otros, y que eso romperá la inercia a la baja en las encuestas. La gente vota con el bolsillo, y pese a todas las ayudas que dimos, los ingresos populares quedaron severamente afectados”, aseguró ayer a El Tribuno un dirigente muy cercano a Alberto Fernández que pidió reserva de su identidad.
Los pronósticos positivos que salen del Palacio de Hacienda, donde se proyecta en el Presupuesto una inflación del 28 por ciento y un dólar a 105 pesos para diciembre de 2021, contrastan con la situación del Banco Central, que se está quedando sin reservas de libre disponibilidad y que sigue emitiendo moneda de forma muy vertiginosa. A mayor uso de la “maquinita”, mayor inflación; y a menor cantidad de dólares en el Banco Central, mayores son las chances de una fuerte devaluación en el mediano plazo. Una nueva disparada de la inflación en medio de una recesión histórica y aumento de la desocupación podría disparar una fuerte situación de tensión social.
Las continuas movilizaciones que se realizan casi todas las semanas en varios puntos del país no pueden ser tomadas como un crecimiento de la oposición, pero no hay dudas de que le aportan un grado importante de desgaste al Gobierno. En ese sentido, Alberto Fernández hizo muy bien en desactivar una marcha que preparaba la CGT para el 17 de octubre en apoyo al Presidente. El discurso kirchnerista fue siempre que las manifestaciones eran peligrosas para la salud, y haber permitido esa habría actuado como una fuerte contradicción. 
La posibilidad de que se implemente algún tipo de corralito al dólar por ahora es lejana, pero no son pocos los economistas que advierten sobre un acelerado retiro de depósitos en moneda extranjera mientras continúen las limitaciones y los rumores de una mayor profundización del cepo. 
El debate eterno sobre quién toma las decisiones de fondo en la Argentina, que condiciona severamente el clima de negocios y la eventual recuperación del empleo a través de la inversión privada, tendrá una primera conclusión a mediados del año que viene, cuando queden definidas las listas legislativas del Frente de Todos. ¿Cuántos postulantes podrá meter Alberto en su rol de presidente y cuántos podrá poner Cristina siendo segunda? Se descuenta que la expresidenta no sólo acapará las boletas en el territorio bonaerense, sino también en cada uno de los rincones del país.