El sospechoso

El sospechoso

El sospechoso

La moza, nos contaba el comisario, había pasado del otro lado del espejo y desde allí veía nuestra realidad sin ser vista. Así fue como vio que su novio, que la buscaba desconsolado, se había sentado a llorar su ausencia en el borde de la cama. La imagen la enterneció, recién entonces supo cuánto la quería.

Pasaron los días y el muchacho seguía volviendo al lugar donde, de alguna manera, la sentía presente. No es que sospechara que ella pudiera estar tras el reflejo del espejo, pensaba que era por estar cerca de sus cosas, de sus lugares. Como imaginarán, fue el primer sospechoso que tuvimos, porque todos pensábamos que a la chica le había pasado algo, dijo el comisario Pierro.

Lo interrogamos tratando de encontrar el resquicio que delatara la mentira, quisimos reconstruir las últimas horas de la muchacha y a él en ese mismo tiempo, pero no había manera de conectarlos. Todo se hundía en las sombras del misterio, y sólo esperábamos que alguien llamara para denunciar el macabro hallazgo de su cadáver, esperando que al menos su cuerpo nos dijera qué le sucedió.

El caso era difícil y, como sucede muchas de esas veces, lo mejor es correrse un poco, hacer como que ya no le encontramos la punta al ovillo y desistimos, entonces los implicados se relajan y cometen un error. Y el error fue un hecho inesperado, dijo el comisario y Solón lo escuchaba atento, apasionado con descubrir el desenlace.

Y ustedes no me van a creer, pero la noticia nos llegó mientras me afeitaba, nos confesó el comisario sonriendo el suspenso.