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Tierra guaraní jujeña

Domingo, 17 de enero de 2021 13:02

El ensueño del verano y la libertad que el calor nos da en el verano son un respiro y un alivio en plena época de pandemia.

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El ensueño del verano y la libertad que el calor nos da en el verano son un respiro y un alivio en plena época de pandemia.

 Es que mientras estemos en espacios abiertos y mucho mejor, en la naturaleza y con pocas personas o la familia con la que vivimos, el aire sano nos mantiene seguros y libres de virus.

 Como habíamos comentado en columnas anteriores, también en la época de la peste negra mucha gente en Toscana, Italia, por ejemplo, se iba al campo para estar seguros de la epidemia. Allí se podía disfrutar de los verdes prados y el sol, los ríos, los montes y del canto de los pájaros.

 En estos tiempos de incertidumbre no podemos más que vivir el presente y el día a día como es.

 El turismo tampoco nos es recomendable más que dentro o con el círculo familiar y tratando de evitar las masas y en lo posible, estar cerca de nuestros hogares.

 La naturaleza de Jujuy se nos ofrece con tanta generosidad en el verano: las gentiles brisas de los valles, el viento con arena de la Puna, la Quebrada con sol eterno y paisajes de ensueño. Y la región subtropical, chaqueña, guaraní, o hace poco llamada como Yungas.

 El verde de la selva jujeña, sus ríos tan refrescantes en el estío, sus formaciones montañosas menos espectaculares que en la Quebrada pero sus formas son también atractivas y de color rojo intenso, que sumado al verde de sus lianas y árboles de generosa sombra, le ganan en verdor y exotismo a las montañas del norte.

 Sus arroyos de aguas cristalinas en medio de la selva y del calor del verano son un alivio de frescura. Los árboles no solo con sus copas amables dan sombra al caminante sino que también tienen hermosos pájaros, de diferentes colores, tamaños y cantos. Los tucanes no son lejanos, también viven en esta región de Jujuy poco explorada pero con tanta riqueza en naturaleza, cultura, colores e historia, historia de sus pueblos indígenas trascendentales.

 Hemos visto cómo el pueblo ava guaraní ha estado en esta región poco conocida o explorada de Jujuy, alejada del folklore andino que se adueñó de la identidad de Jujuy, pero que incluso más que ser de Jujuy es del sur de Bolivia.

 Seguramente los pueblos originarios del sur andino de Bolivia estuvieron quizás en Jujuy, pero lo cierto es que de los diaguitas y su idioma, poco o nada queda. Compartimos con el norte de Chile este pueblo nativo. Tampoco sabemos cómo es su música pero muy probablemente sea más que el carnavalito, la copla con caja y la baguala.

 Menos conocido aún era la música guaraní de Jujuy. Más allá del arete guasú o pin-pin o pim pim, haciendo alusión a la tambora que acompaña a la flauta hecha originalmente de hueso de animal y cuyas membranas son de cuero de iguanas, animales típicos de las Yungas jujeñas.

 En la edición anterior hemos señalado que en la época de la colonia española, muy cruda y llena de ambiciones pero también con espíritus más humanos, como Fray Bartolomé de las Casas y muchos misioneros jesuitas, trataron a los indígenas con mayor respeto.

 Este último grupo fue muy activo en la región que ahora comprende la parte oriental de Bolivia, como las misiones de Chiquitos, Paraguay y parte de Argentina, como la provincia de Misiones, que por esa razón se llama así.

El pueblo guaraní estuvo así ligado a las reducciones jesuitas y la producción musical que se inició a partir de allí. Muchas obras se escribieron, como misas, himnos pero también obras instrumentales. Los indígenas además de aprender canto también aprendían a tocar violines, violonchelos y también aportaban su música y su idioma a las composiciones.

 Así es que conocemos hoy en día el legado musical de la colonia y del pueblo guaraní. Un compositor muy conocido y del que hemos hablado en la columna anterior es el italiano Domenico Zipoli, que compuso obras corales y también en guaraní y chiquitano.

 Un segundo compositor de la selva es el jesuita suizo Martin Schmid (1649-1772) que desde las montanas de Zug en su país natal se hizo a la mar por su convicción religiosa para venir a un continente aun desconocido y misterioso.

 El trajo consigo flautas, clavicémbalos, chirimías y violines como dejan asentadas las crónicas.

Una pieza instrumental, de las pocas que se han conservado en las reconstruidas o renovadas misiones jesuitas es la sonata Ychepe flauta.

 Con gran curiosidad nos preguntamos si esta obra habrá sido tocada en su origen con una flauta como la del arete guasú, el arete guasú que también es parte de Jujuy.

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