El padrecito nos hizo jurar que solo la dama miraría el reflejo de la piedra que repetía el futuro, y le hicimos caso. Ella debía saber si su eterna juventud, alguna vez, desembocaría en la vejez, y tras saberlo sabríamos si podíamos ayudarla. Estaba cansada de ser siempre bella y joven, estaba desesperada por que le pase el tiempo.
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El padrecito nos hizo jurar que solo la dama miraría el reflejo de la piedra que repetía el futuro, y le hicimos caso. Ella debía saber si su eterna juventud, alguna vez, desembocaría en la vejez, y tras saberlo sabríamos si podíamos ayudarla. Estaba cansada de ser siempre bella y joven, estaba desesperada por que le pase el tiempo.
Del viaje hay poco que decir. Cuando llegamos, ella se adelantó sola hasta la peña, se sentó frente a ella, volvió a encender un cigarrillo y miró atenta al lugar en el que el sol se repetía en la laja. Entonces pareció relajarse, se volvió hacia nosotros y nos dijo que gracias a Dios llegaría a ser una viejita adorable.
¿Cómo lo hizo?, le preguntó el comisario Pierro. ¿Cómo pudo vencer esta brujería que la mantiene siempre de la misma edad? Ella alzó los hombros. No sabía el camino pero había visto el destino, y agregó que se había visto en un ranchito no muy lejano de allí, y junto a un hombre. ¿Quién sería?, preguntó Solón con una envidia que Aurelia le reprochó con la mirada.
Lo supimos poco después, porque de regreso al caserío nos cruzamos con un agricultor. La dama codeó a Blanca para decirle que era él. ¿El? Si, le respondió y nos acercamos a su paso. El campesino estaba absorto ante semejante mujer, tanto que al resto ni nos prestó atención, y muy descaradamente la invitó a su casa.
No nos tenía en cuenta ni nos interesaba, pero nos intrigaba saber cómo haría ese hombre para librarla de la eterna juventud, por eso es que los seguimos y atendimos a su conversación.