La moza, contaba el comisario, había empezado a sospechar que el reflejo del espejo era más lozano, pero el colmo llegó cuando una mañana se despertó con la sensación de tener el rostro hinchado. Se lo palpó y no le quedaron dudas, pensó en ponerse paños fríos, en buscar alguna medicación, y pasó por el espejo para ver qué sucedía.
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La moza, contaba el comisario, había empezado a sospechar que el reflejo del espejo era más lozano, pero el colmo llegó cuando una mañana se despertó con la sensación de tener el rostro hinchado. Se lo palpó y no le quedaron dudas, pensó en ponerse paños fríos, en buscar alguna medicación, y pasó por el espejo para ver qué sucedía.
Cuando se enfrentó al cristal, notó que del otro lado estaba sin el menor rastro de hinchazón. Se tocó los pómulos y llevó las manos al espejo. Hubiera jurado que eran distintas, entonces decidió dejar este lado de la realidad y, atravesando el reflejo, perderse en ese otro del que lo desconocía todo menos que allí no estaba hinchada.
La verdad es que no sé cómo es la vida de ese lado, dijo el comisario Pierro encendiendo un cigarrillo. No tengo la menor idea de qué se siente ni qué hay. Por ejemplo ese espejo de la sala, dijo señalando al que había en su casa, rodeado de un marco de madera labrada. Ustedes ven que se refleja toda esta parte de la realidad, ¿no?
Bien, de este lado está esa puerta, dijo señalando la de uno de los cuartos. Pero, ¿a dónde conduce esa puerta que ven en el reflejo? ¿Hay allí un cuarto como el que hay de este lado? Nadie puede asegurar que la realidad se repita allí del mismo modo, pero lo cierto es que la moza ya estaba en ese mundo.
Imaginarán que muchos notaron su ausencia.
Cuando su novio pasó a visitarla, vio que estaba la cama deshecha como si recién se hubiera levantado, pero le llamó la atención que hubiera dejado las sandalias frente al espejo.