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El oficialismo reconfigura su estructura de poder interno

Domingo, 10 de octubre de 2021 01:04

El Frente de Todos busca mejorar sus chances en las elecciones de noviembre con una reconfiguración muy importante en el esquema de poder, en donde el peronismo más tradicional pasó a ocupar el lugar de privilegio que le fue esquivo durante más de una década. Una de las grandes dudas que sacuden a todos los analistas políticos es si esta conformación continuará luego del 14 de noviembre o si el oficialismo radicalizará sus posturas para los últimos dos años de gestión. Hoy por hoy, nadie se anima a dar una respuesta definitiva a ese interrogante.
En estos momentos conviven tres sectores bien marcados en la cúpula del oficialismo: el cristinismo, que es el ala más progresista y combativa del espacio; los incondicionales de Alberto Fernández, donde se ubican los movimientos sociales y una buena parte de la CGT; y el peronismo más pragmático de centro derecha, cuyas caras más visibles son las de Juan Manzur y Sergio Massa. 
Este tridente que conduce actualmente el Gobierno agranda la base electoral del Frente de Todos dentro del Partido Justicialista y compromete más a los intendentes y gobernadores a involucrarse en la campaña, pero amenaza también con licuar la identidad del oficialismo en los sectores más radicalizados de la coalición, que esperan un aumento mayor en el gasto público, más controles de precios y menos beneficios para el sector agropecuario. 
En el Gobierno admiten por lo bajo que será “muy difícil remontar la derrota de agosto” pese a todos los esfuerzos económicos que se están haciendo a diario. Los anuncios de mejoras salariales, aumento en las asignaciones familiares, flexibilización de todas las actividades, reparto de electrodomésticos, suba del mínimo no imponible de Ganancias y obras públicas en las provincias parecen haber llegado un poco tarde para los electores. Todas esas medidas son alivios coyunturales para reforzar un poco el consumo, pero no representan políticas de fondo que muestren un rumbo definido de hacia donde se dirige la economía.
El anuncio más importante desde el punto de vista político fue el envío de un proyecto para transformar los planes sociales en empleo genuino. Se trata de un enunciado que vienen haciendo los dirigentes de todas las fuerzas políticas hace tiempo, pero que ninguno pudo llevarlo efectivamente adelante. De concretarse, podría bajar sensiblemente el desempleo y también el gasto en subsidios sociales, que actualmente se encuentra en niveles altísimos. Sin embargo, la iniciativa podría chocar con las dificultades del contexto, en donde las empresas privadas siguen con una alta carga impositiva, no existen incentivos a la inversión y son muy pocas las compañías que estén buscando nuevos trabajadores. Está claro que el problema macroeconómico de la Argentina no se resuelve con anuncios aislados, sino con un plan integral que aborde todas las variables en simultáneo, cosa que hasta ahora se desconoce.
El mismo día que se presentaba el proyecto de incentivo al empleo se cerraba aún más el cepo para los dólares financieros, poniéndole otra traba al comercio de las empresas que trabajan con productos importados. Las regulaciones extremas sobre la economía son necesarias para detener la caída de reservas pero muy cuestionables para fomentar la actividad económica. En esa cruda disyuntiva trabajan en el Palacio de Hacienda. 
En ese contexto, el ministro Martín Guzmán viajó a Estados unidos para mantener reuniones con las autoridades del Fondo Monetario. El ministro pasa por uno de los momentos de mayor inestabilidad en el Gabinete, hasta el punto de que ya suenan varios nombres para reemplazarlo si no acuerda rápido con el organismo internacional. La posibilidad de que Sergio Massa acapare un superministerio de Economía volvió a mencionarse en las últimas horas. Ese escenario incluiría no sólo la eventual salida de Guzmán, sino también la del ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, y la del ministro de Trabajo, Claudio Moroni, ambos incondicionales del Presidente. ¿Aceptará Cristina potenciar tanto la imagen de Massa en una economía que empieza a mostrar signos de reactivación? Gran pregunta. 
Según las encuestas que trascendieron hasta ahora, después de las Paso se profundizó la caída de imagen positiva de los principales referentes del Frente de Todos, demostrando que la sociedad reclama ahora mucho más que medidas coyunturales de dudosa permanencia en el tiempo.
“Lo que notamos en los sondeos cualitativos que venimos realizando es que la gente está cada vez más exigente a la hora de votar y que empieza a reclamar medidas que le den estabilidad en el futuro, y no sólo migajas para el cortísimo plazo. Estamos hablando de un cambio cultural, en donde ningún sector de la política parece tener la vaca atada”, aseguró ayer a El Tribuno de Jujuy un importante encuestador que pidió reserva de su identidad. 
Aunque no lo admitan públicamente, porque eso sería reconocer que no confían plenamente en sus chances electorales, en el Gobierno ya se trabaja en dos escenarios posibles para afrontar lo que queda de la gestión.
La chance de remontar la derrota en todo el país, si bien no es imposible, hoy no está en la cabeza de los arquitectos políticos del oficialismo, donde la preocupación central está puesta en las provincias que eligen senadores nacionales.
“Para Cristina mantener la mayoría en el Senado sería toda una victoria, más allá de que en cantidad de votos gane Juntos por el Cambio. Hay que concentrarse en esas ocho provincias”, sostuvo ayer a El Tribuno de Jujuy un colaborador directo de la vicepresidenta.
 

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El Frente de Todos busca mejorar sus chances en las elecciones de noviembre con una reconfiguración muy importante en el esquema de poder, en donde el peronismo más tradicional pasó a ocupar el lugar de privilegio que le fue esquivo durante más de una década. Una de las grandes dudas que sacuden a todos los analistas políticos es si esta conformación continuará luego del 14 de noviembre o si el oficialismo radicalizará sus posturas para los últimos dos años de gestión. Hoy por hoy, nadie se anima a dar una respuesta definitiva a ese interrogante.
En estos momentos conviven tres sectores bien marcados en la cúpula del oficialismo: el cristinismo, que es el ala más progresista y combativa del espacio; los incondicionales de Alberto Fernández, donde se ubican los movimientos sociales y una buena parte de la CGT; y el peronismo más pragmático de centro derecha, cuyas caras más visibles son las de Juan Manzur y Sergio Massa. 
Este tridente que conduce actualmente el Gobierno agranda la base electoral del Frente de Todos dentro del Partido Justicialista y compromete más a los intendentes y gobernadores a involucrarse en la campaña, pero amenaza también con licuar la identidad del oficialismo en los sectores más radicalizados de la coalición, que esperan un aumento mayor en el gasto público, más controles de precios y menos beneficios para el sector agropecuario. 
En el Gobierno admiten por lo bajo que será “muy difícil remontar la derrota de agosto” pese a todos los esfuerzos económicos que se están haciendo a diario. Los anuncios de mejoras salariales, aumento en las asignaciones familiares, flexibilización de todas las actividades, reparto de electrodomésticos, suba del mínimo no imponible de Ganancias y obras públicas en las provincias parecen haber llegado un poco tarde para los electores. Todas esas medidas son alivios coyunturales para reforzar un poco el consumo, pero no representan políticas de fondo que muestren un rumbo definido de hacia donde se dirige la economía.
El anuncio más importante desde el punto de vista político fue el envío de un proyecto para transformar los planes sociales en empleo genuino. Se trata de un enunciado que vienen haciendo los dirigentes de todas las fuerzas políticas hace tiempo, pero que ninguno pudo llevarlo efectivamente adelante. De concretarse, podría bajar sensiblemente el desempleo y también el gasto en subsidios sociales, que actualmente se encuentra en niveles altísimos. Sin embargo, la iniciativa podría chocar con las dificultades del contexto, en donde las empresas privadas siguen con una alta carga impositiva, no existen incentivos a la inversión y son muy pocas las compañías que estén buscando nuevos trabajadores. Está claro que el problema macroeconómico de la Argentina no se resuelve con anuncios aislados, sino con un plan integral que aborde todas las variables en simultáneo, cosa que hasta ahora se desconoce.
El mismo día que se presentaba el proyecto de incentivo al empleo se cerraba aún más el cepo para los dólares financieros, poniéndole otra traba al comercio de las empresas que trabajan con productos importados. Las regulaciones extremas sobre la economía son necesarias para detener la caída de reservas pero muy cuestionables para fomentar la actividad económica. En esa cruda disyuntiva trabajan en el Palacio de Hacienda. 
En ese contexto, el ministro Martín Guzmán viajó a Estados unidos para mantener reuniones con las autoridades del Fondo Monetario. El ministro pasa por uno de los momentos de mayor inestabilidad en el Gabinete, hasta el punto de que ya suenan varios nombres para reemplazarlo si no acuerda rápido con el organismo internacional. La posibilidad de que Sergio Massa acapare un superministerio de Economía volvió a mencionarse en las últimas horas. Ese escenario incluiría no sólo la eventual salida de Guzmán, sino también la del ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, y la del ministro de Trabajo, Claudio Moroni, ambos incondicionales del Presidente. ¿Aceptará Cristina potenciar tanto la imagen de Massa en una economía que empieza a mostrar signos de reactivación? Gran pregunta. 
Según las encuestas que trascendieron hasta ahora, después de las Paso se profundizó la caída de imagen positiva de los principales referentes del Frente de Todos, demostrando que la sociedad reclama ahora mucho más que medidas coyunturales de dudosa permanencia en el tiempo.
“Lo que notamos en los sondeos cualitativos que venimos realizando es que la gente está cada vez más exigente a la hora de votar y que empieza a reclamar medidas que le den estabilidad en el futuro, y no sólo migajas para el cortísimo plazo. Estamos hablando de un cambio cultural, en donde ningún sector de la política parece tener la vaca atada”, aseguró ayer a El Tribuno de Jujuy un importante encuestador que pidió reserva de su identidad. 
Aunque no lo admitan públicamente, porque eso sería reconocer que no confían plenamente en sus chances electorales, en el Gobierno ya se trabaja en dos escenarios posibles para afrontar lo que queda de la gestión.
La chance de remontar la derrota en todo el país, si bien no es imposible, hoy no está en la cabeza de los arquitectos políticos del oficialismo, donde la preocupación central está puesta en las provincias que eligen senadores nacionales.
“Para Cristina mantener la mayoría en el Senado sería toda una victoria, más allá de que en cantidad de votos gane Juntos por el Cambio. Hay que concentrarse en esas ocho provincias”, sostuvo ayer a El Tribuno de Jujuy un colaborador directo de la vicepresidenta.