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“Pasamos por un momento muy doloroso”

En enero del 2017, la vida de la familia Uribe cambió por la leucemia de su hijo Santiago. Él resistió y hoy está bien.
Miércoles, 20 de octubre de 2021 01:02

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Santiago Uribe hoy tiene 11 años pero desde los cinco pasó por internaciones, duros tratamientos y limitaciones debido a su leucemia promielocítica aguda. Para su madre, Paola Maldonado lo que parecía una fiebre se convirtió en poco tiempo en un difícil desafío que impactó a la familia entera. Aunque "Santi" tuvo una remisión, se aferran a la fe para que el cáncer no vuelva.

"Es la primera vez en mucho tiempo que puedo contarlo sin llorar", dijo Maldonado. Rememoró en detalle los duros momentos que lograron superar y continúan con controles que cada tres meses pone en vilo a la familia.

Todo comenzó en diciembre de 2016, cuando Paola y su esposo Jonatan Uribe tenían una pequeña bebé de seis meses, Malena, pero el foco se corrió hacia Santiago por la fiebre recurrente que comenzó a preocuparles. Ya en guardias les decían que era angina.

Le encontraron moretones pequeños y Paola acudió a otra médica particular de Libertador General San Martín, donde viven. Fue el interrogatorio el que la hizo sospechar, y que Santiago se durmiera a diario al volver de la escuela no era normal. Le hicieron un hemograma y en cuestión de horas la derivaron el mismo día al Hospital Materno Infantil de San Salvador, donde se sucedieron los análisis y le transfundieron sangre en la sala amarilla.

"El 4 de enero bajaron las doctoras de la sala fucsia y nos dijeron que se trataba de una leucemia", recordó Paola. Reconoció que al principio se negaba a creer que se necesitaba un estudio de médula ósea para determinarlo. Le confirmaron que ese estudio sí se requeriría para saber de qué tipo de leucemia se trataba, y al día siguiente fue a la sala fucsia con la confirmación de "leucemia LMA M3", de tipo hemorrágico.

PLENO / HOY YA PUEDE JUGAR AL FÚTBOL, PASEAR E IR A LA ESCUELA

Aunque la inducción pre quimioterapia debía ser de un mes, Santiago debió quedarse internado y evitar riesgos de hemorragia al viajar.

"Fue un golpe grande porque en ese momento tenía una nena de seis meses que tomaba pecho, la dejé en casa con mi mamá y me dividía en dos porque me quedé internada con él un mes, fue la inducción, a los días entró en una operación para que le pongan el catéter y el bloque de quimio que duraba cuatro meses", recordó con detalle.

También se turnaba con su esposo por sugerencia de la psicóloga, para ver a su bebé, quien no la reconocía y ya no producía leche para alimentarla, lo cual la angustiaba.

Para la quimioterapia le pidieron que raparan al niño antes de que se le caiga el cabello, pero el pequeño se negó, lo permitieron y afortunadamente no fue tanta la caída. "Gracias a Dios él lo resistió bien. Era doloroso saber qué iba a pasar con él, si lo iba a resistir, todos los días le sacaban sangre para ver cómo iba evolucionando", recordó. A los vómitos y malestares se sumó baja de defensas que le significó eliminar un virus contagioso, por lo que los aisló aún más y no iban ni a una sala de juegos

"El 27 de abril nos dan la noticia que él había entrado en inducción, para entrar en remisión, o sea que ya no había presencia de células cancerígenas en la sangre", recordó con precisión la fecha. Aunque debía continuar por dos años con quimioterapia, la buena noticia era que ya no sería por catéter sino por pastillas, que los hacia volver por semana, luego cada dos, hasta que lo operaron para sacarle el catéter.

"Íbamos a control, cada vez se ponía más rebelde, no quería viajar. Me decía ¿por qué nunca me curo? ¿Por qué tengo que volver? ¿Era muy difícil explicarle a un niño de siete años lo que estaba pasando en su cuerpito", recordó.

También significó dos años de controles con punción lumbar al tiempo que le inyectaban quimio. "Hubo una anestesia en que se le doblaban los deditos, me asusté", relató entre tantos episodios. Pasado ese tiempo solo quedaban controles cada seis meses con punción lumbar, ya sin pastillas de quimio, y culminó la última en abril de éste año, y ahora va cada tres meses.

Leucemia promielocítica aguda

La leucemia promielocítica aguda es un subtipo único de leucemia mieloide aguda.

El tratamiento para la leucemia promielocítica aguda es diferente a todos los otros tratamientos de la leucemia mieloide aguda. Gracias a los avances en el diagnóstico y en el tratamiento, la leucemia promielocítica aguda pasó de ser el tipo más letal de leucemia aguda en adultos a la más curable. La LMA compromete a células de la médula ósea que generalmente se convierten en glóbulos blancos.

TIEMPOS DIFÍCILES, INTERNADO

Estas células de leucemia se acumulan en la médula ósea y la sangre, y no dejan espacio para la formación de glóbulos rojos y blancos y plaquetas saludables. Dado que no hay suficientes glóbulos saludables para hacerse cargo de sus labores, los niños con LMA son más propensos a tener, anemia, mayor riesgo de sangrado y hematomas, e infecciones.

“Santiago hace una vida normal”

El pequeño Santiago Uribe hizo tercer grado con educación hospitalaria, y al salir una docente los visitó el resto del 2017. Actualmente está cursando sexto grado y volvió con los compañeros que tenía desde jardín, quienes afortunadamente lo apoyan porque supieron de su enfermedad. “Volver a cuarto grado fue difícil”, explico su madre Paola, porque estaba muy sensible, posteriormente le costaba afrontar los malos ratos y la sensación de vulnerabilidad no le permitía disfrutar plenamente, se angustiaba.

“‘Es muy tímido, hasta el día de hoy le cuesta”, explicó Paola Maldonado, y es que nuevamente tuvo un tratamiento con insuficiencia de calcio que motivaba un dolor de tobillo y pie, que se controló con vitaminas. “Le gusta jugar a la pelota. Juega mucho, se queda en casa de su tía y anda en bici, hace una vida normal”, explicó la madre un poco más aliviada, luego de dejar atrás los viajes hacia San Salvador. Recordó que todo el cimbronazo afectó mucho a la familia, por lo que ésta se volcó a la fe a través de una Iglesia cristiana junto a su esposo Jonatan Uribe.

“Pasamos por un momento muy doloroso pero siempre tuvimos esa confianza de que a él no le iba a pasar nada, si bien estaba el miedo. Se sufre mucho, porque descoloca por completo, afecta la vida, el matrimonio, era difícil”, reflexionó la madre. Con la mejora de Santiago ahora la familia volvió a tener confianza de que no vuelva a lo mismo. Ella pudo volver a su labor de repostera y a la rutina familiar, siempre cuidando de su hijo y atenta a cualquier cambio en su salud.