¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

19°
19 de Abril,  Jujuy, Argentina
PUBLICIDAD

A 38 años de la partida del padre Rubín

El misionero sirvió con amor a los necesitados. La comunidad aguarda que la causa de beatificación prosiga su curso.
Lunes, 04 de octubre de 2021 01:02

La siembra de santidad que dejó el padre Tarcisio Rubín en cada comunidad que fue testigo de su apostolado, sigue palpitante en la grey católica y a 38 años del fallecimiento del querido misionero, aguarda la definición de la causa para los beatos y santos. En un nuevo aniversario de su partida terrenal, el pueblo unido en la fe, sigue en actitud orante por este pedido, y son numerosos los testimonios que hablan de su santidad e intercesión.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

La siembra de santidad que dejó el padre Tarcisio Rubín en cada comunidad que fue testigo de su apostolado, sigue palpitante en la grey católica y a 38 años del fallecimiento del querido misionero, aguarda la definición de la causa para los beatos y santos. En un nuevo aniversario de su partida terrenal, el pueblo unido en la fe, sigue en actitud orante por este pedido, y son numerosos los testimonios que hablan de su santidad e intercesión.

San Pedro de Jujuy tiene el privilegio de atesorar los restos de un misionero que ha dejado huellas imborrables en su paso por este mundo, siendo ejemplo de servicio y entrega de su vida misma. Su amor incondicional a los más necesitados, no solamente en lo material sino en lo espiritual, aún perdura en el corazón de quienes lo conocieron y trabajaron a su lado.

Las memorias de su servicio, lo recuerdan con su barba blanca, sotana y sandalias, teniendo como únicas pertenencias, el rosario ajustado a su cíngulo y la Santa Biblia, recorriendo en cada paisaje transitado, por los surcos ennegrecidos de las cañas quemadas, acercando agua y comida a las familias zafreras que debajo del ardiente sol o la lluvia, trabajaban sin descanso para ganar el escaso sustento del cada día. Labriego infatigable del anuncio del Evangelio, acercaba también el alimento espiritual a través de los sacramentos, siendo instrumento de Dios en la obra evangelizadora a la que había sido llamado.

Su sello indiscutible fue la caridad sin límites y el amor al prójimo que ejercitaba y enseñaba con sus gestos de cada día. Muchos jóvenes lo acompañaron en esta entrega, siendo modelo de servicio que no conoció obstáculos ni fronteras y que quedaron grabados en el corazón de muchas personas. El padre Tarcisio Rubín fue un santo en vida y no caben dudas de que merece ese lugar en los altares, no para adquirir fama, sino para erigirse como modelo de santidad, entrega, desprendimiento y que el mundo entero conozca su obra, su legado y sea inspiración movilizadora para todos, más aún en estos tiempos en los que se necesitan manos y corazones que se pongan al servicio de quienes más lo necesitan.

Por todos estos motivos, es que muestras de gran pesar vivió la comunidad que acompaña la causa, dado el repentino deceso del fray Juan José Núñez, quien se constituyó en uno de los pilares que movilizó junto a los demás integrantes de la comisión, el proceso iniciado. Su labor fue preponderante en la toma y ratificación de testimonios requeridos para la causa. Además y a efectos de que este proceso se agilice, la comunidad scalabriniana, convoca a todas las personas que puedan aportar más testimonios del padre Tarcisio, a comunicarse con el titular de la parroquia Santa Teresita y Beato Juan Bautista Scalabrini, padre Jorge García Méndez.

Su vida

El padre Tarcisio nació en Loreggia, provincia de Pádua, el 6 de mayo de 1929. Llegó a Buenos Aires el 9 de abril de 1974. Fue destinado para los migrantes más marginados, especialmente bolivianos y chilenos de la zona mendocina. Estando en Mendoza, observó que muchos obreros llegaban del Noroeste argentino. Eran los migrantes "golondrina". Ellos lo cautivaron y lo trajeron a Jujuy, donde su trabajo apostólico fue intenso.

El 1 de octubre de 1983 celebró y predicó por la fiesta de Santa Teresita en Libertador y partió para San Francisco de Valle Grande. Al llegar, avisó que prepararan toda la fiesta patronal y partió para Alto Calilegua, arribando al atardecer del 2 de octubre, donde celebró la misa con los niños y con la gente del pequeño poblado. En la mañana del 3 de octubre, los niños que tanto amaba, lo encontraron sin vida en la capillita de Alto Calilegua, falleció rezando frente al santísimo.

Sus restos fueron trasladados a San Pedro de Jujuy y descansan en la capilla del cementerio municipal Cristo Rey. Por la gracia concedida mediante su intercesión, por testimonios de la gente, se supo que obró numerosos milagros, prueba de ello, son las placas de agradecimiento, que fueron colocadas cerca de su tumba.