El hecho ocurrió hace 34 años. Pero amerita ser recordado pues, algunos lo hemos entendido como un incidente en medio de la guerra parapsicológica que estaba desatada "de manera más que secreta" entre las grandes potencias.
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El hecho ocurrió hace 34 años. Pero amerita ser recordado pues, algunos lo hemos entendido como un incidente en medio de la guerra parapsicológica que estaba desatada "de manera más que secreta" entre las grandes potencias.
Mathias Rust, un piloto alemán de tan sólo 19 años de edad, voló desde Uetersen a Islandia y desde allí atravesó los espacios aéreos de Noruega y Finlandia para llegar a Moscú, esquivando toda la defensa aérea soviética. Aterrizó en Vasilevski Spusk, al lado de la Plaza Roja, cerca del Kremlin; esto es: en pleno corazón de la capital de la entonces URSS. Nadie pareció hallar una explicación acertada.
¿Cómo un joven, inexperto aviador, pudo aterrizar en pleno Moscú procedente de más allá de las cuidadas fronteras? Un itinerario de 1.000 kilómetros, como si un misterioso invisible e insospechado equipo hubiera colaborado en toda la travesía. ¿Y, acaso, no ocurrió de ese modo? ¿Qué era lo que los teletipos de aquella época callaban? ¿Cuáles son los renglones que las noticias, por desconocimiento, omitían? Es que en esta materia, para poder discernir la trama oculta de este en apariencia inexplicable suceso, hay que ser experto en la lectura desmenuzada; vayamos a los hechos. ¿Qué fue lo que buscó transmitir Valentín Falin, director de la agencia soviética Novosti, cuando expresó que Mathias Bust "aparentemente, no actuó solo" y "en el fondo, este caso, es más importante de lo que había pensado hasta ahora?" ¿A qué se estaba refiriendo con "más importante"? Respondemos de inmediato: la pequeña avioneta jamás habría podido eludir todos los controles de estar sólo con la dirección de ese muchacho. Porque no es cierto que únicamente tenía que precaverse de no entrar en la zona de barrido de radares.
Lo que de por sí es ya sumamente complejo y requiere inusuales destrezas. Hay que agregar que ya en ese entonces había en órbita terrestre decenas de satélites espías "soviéticos y estadounidenses" minuciosamente atentos a todo lo que acontece sobre la faz del planeta. Satélites dotados, entre otros elementos de alta sensibilidad, de cámaras capaces de detectar y fotografiar una pelota de pingpong oculta entre las hierbas. íPero ninguno "a lo largo de centenas de kilómetros" advirtió una avioneta que no figuraba en los planes de vuelo informados! "acaban de ser conocidos detalles que no tornan el caso más simple", agregó Valentín Falin en el elíptico y difícilmente legible lenguaje diplomático periodístico.
¿Qué estaba asombrando a los soviéticos ocupados en interrogar al joven de 19 años de edad? Simplemente, que este actuó por inducción telepática. Apenas un peón en el intrincado juego de ajedrez que las naciones más desarrolladas del orbe practican desde hace tiempo, valiéndose de sus hallazgos prácticos en Parapsicología. Tomemos como primerizo ejemplo el caso de los tripulantes del submarino atómico norteamericano USS Nautilus (SSN 571) que, estando bajo el casquete polar ártico, mantenían comunicación extrasensorial con otras personas situadas en el continente.
El 3 de agosto de 1958, a las 11.15, el Nautilus se convierte en la primera embarcación que navega por debajo del casquete polar del Polo Norte. Mathias Rust sólo en cuerpo piloteó el pequeño avión Cessna de ocho metros de longitud. Ni siquiera era un avión que ya había usado en otras ocasiones: se trataba de un vehículo alquilado. Su mente había estado conectada a las otras personas "por vía telepática" que sí contaban con las herramientas necesarias para atravesar, sin dificultades, las barreras soviéticas de detección de aparatos aéreos.
¿Empieza a entender el lector por qué fueron removidos de sus cargos numerosos jerarcas militares en relación con este incidente? No a raíz de que un casi adolescente los burlara. íEllo habría sido imposible! No alcanzaría toda la suerte del mundo para llevar a cabo una cosa así. Esto ocurriría cuando la cúpula dirigente advierte que un grupo exterior, valiéndose de arsenal parapsicológico, usó a una persona como robot, haciéndole efectuar un exitoso ensayo que anuló todos los sistemas de defensa.
A pocos días de esto, el jefe de Estado de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, sustituyó al ministro de Defensa Serguéi Sokolov y al comandante en jefe de las Fuerzas de Defensa Aérea Alexander Koldunov, destacado piloto de combate durante la Segunda Guerra Mundial.
¿Mathias Rust, un espía? ¿No sería mejor decir un conejo de Indias seleccionado sin su consentimiento? ¿No responde a esto que se lo viera tranquilo, sonriente, despreocupado al descender en Moscú? ¿Cómo si no entendiera lo que estaba sucediendo o si no estuviera consciente? ¿Sus movimientos eran dirigidos desde la distancia por telepatía? Que la Parapsicología es aplicable al espionaje y la defensa nacional, es un asunto que se ha señalado en múltiples ocasiones.
Corresponde aquí traer también a colación lo ocurrido al periodista Robert Toth, corresponsal del The Los Angeles Times, detenido en Moscú por la policía secreta (KGB), acusado de recibir información sobre Parapsicología de manos de un científico ruso. Al poco tiempo fue liberado.
En relación a esto me permito señalar una extraordinaria coincidencia. El aterrizaje de Rust tuvo lugar el 28 de mayo de 1987. La detención de Toth ocurrió en los primeros días de junio de 1977. Es decir, la primera prácticamente coincide con el décimo aniversario de la segunda.
¿Casualidad? Leibniz afirmaba que casualidad es el rótulo que damos a todas aquellas cosas cuyas causas ignoramos. ¿Ignoramos?
Rust fue condenado a cuatro años de trabajos forzados por el delito de violación de las leyes de aviación civil y de las fronteras soviéticas. Tras permanecer en prisión 432 días en la cárcel moscovita de Lefortovo, fue puesto en libertad condicional. Volvió a Alemania Occidental el 3 de agosto de 1988, después de que el secretario de Estado Andréi Gromyko, actuando como presidente del Sóviet Supremo de la URSS, firmara el documento que permitió recuperar la libertad y viajar de regreso a Alemania.
Del extraño y, en apariencia, inexplicable incidente, nunca más volvió a hablarse.
(*) Antonio Las Heras es parapsicólogo, filósofo y escritor.