Cerca de ese Carnaval, Pierro nos contó que el periodista extranjero andaba preguntando por el Diablito, argumentando que capaz que no estuviera en el mojón, como se decía que debía estar desde el año anterior. El comisario le aclaró que acaso fuera un cuento como el de los Reyes Magos, pero al otro no pareció importarle.
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Cerca de ese Carnaval, Pierro nos contó que el periodista extranjero andaba preguntando por el Diablito, argumentando que capaz que no estuviera en el mojón, como se decía que debía estar desde el año anterior. El comisario le aclaró que acaso fuera un cuento como el de los Reyes Magos, pero al otro no pareció importarle.
Tenía la extraña sensación de haberlo visto en alguna parte, y se negaba tercamente a darle el nombre. Usted sabe que la policía tiene derecho a preguntar por su identidad, le dijo y entonces regresaron caminando por el puente, dejando atrás el mojón que habían inspeccionado juntos.
El tema es que debo ocultar mi identidad, dijo el periodista, pero se me hace que con eso no lo voy a convencer. Antes usaba un nombre que no era exactamente el mío, pero desde que las historietas me hicieron famoso, ya todos los que las leyeron relacionan las cosas y mi misión se pone en riesgo, ¿me comprende?
El comisario se quedó pensando en eso de las historietas cuando el rubio sonrió con timidez, le dio la mano y le aseguró que andaría por Tilcara hasta que comenzara el Carnaval. Le ruego que, si me descubre, no lo ande divulgando, ¿si? Hay muchos que pagarían fortunas por conocer mi próxima aventura, pero se me hace que usted es un hombre honesto.
Dijo eso y desapareció apurando el paso, pero desde entonces Pierro tuvo una rara certeza, la de que Clark Kent estaba de visita en la Quebrada de Humahuaca. Pensaba que era tan improbable como encontrarse con Hércules o con Sansón, pero todo era posible.
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