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Curioso giro del Gobierno ante el escándalo

Domingo, 28 de febrero de 2021 01:02

El mega escándalo por los vacunados VIP no sólo terminó con la carrera política de Ginés González García, sino que cambió radicalmente el eje de todo el debate político en la Argentina, centrado ahora en la necesidad de un Estado transparente y de una campaña de inmunización que ne genere desconfianza en la sociedad. Ambos temas, desde ya, son sumamente incómodos para el Gobierno nacional, quien había elegido al proceso de vacunación como su principal carta de presentación para las elecciones de medio término.
El presidente Alberto Fernández fue variando llamativamente su postura en relación al tema, a medida que se iban conociendo mayores derivaciones. Primero calificó al hecho de intolerable, luego lo matizó diciendo que no existe delito penal y finalmente salió a instalar que está en marcha una campaña mediática para potenciar el costo político del Gobierno. ¿Cuál es el mensaje concreto que la Casa Rosada quiere hacer llegar a la gente? Todavía no está muy claro, lo que sí es evidente es que cada vez que se minimiza lo ocurrido, el desgaste para el Presidente es mayor, ya que se trata de un asunto cuestionado desde todo el arco político nacional e internacional, incluyendo a muchos sectores del oficialismo kirchnerista.
Una de las cosas que se le había destacado a Alberto hace ocho días era lo rápido que había actuado para repudiar los privilegios en la vacunación. Echó a Ginés, dejó trascender que “con la vacuna no se jode” y lanzó un monitor público para exhibir cuantas aplicaciones realizó cada provincia. Hasta ahí, se había visto un Presidente en sintonía con la indignación popular. Curiosamente, eso ahora está bastante difuso. 
Consultado por El Tribuno, un cercano colaborador del jefe de Estado sostuvo que “la idea es ir dejando el tema de lado para abocarnos exclusivamente a la campaña de vacunación, esa será la única forma de escatimar un poco el escándalo en la opinión pública y retomar la iniciativa política que perdimos desde que habló Horacio Verbitsky”. La intención de Alberto Fernández es lógica, aunque de muy difícil aplicación cuando aún quedan muchas preguntas sin responder que se debaten diariamente en los medios de comunicación. ¿Qué otras autoridades tenían conocimiento de esta situación? ¿A qué llaman “personal estratégico” a la hora de inocular? ¿Por qué el procurador del Tesoro Carlos Zannini fue vacunado como “personal de la salud”? ¿Qué controles se ejercieron en las provincias para que el escándalo no se replique a menor escala? ¿Qué lógica tiene que vayan a vacunar a Eduardo Duhalde, quien no cumple ninguna función esencial en el Estado, a su domicilio particular? Hasta que estos interrogantes no tengan una aclaración concreta, la desconfianza de la gente en el proceso vacunatorio irá aumentando de forma irremediable. 
El Presidente tiene como característica principal su racionalidad y su supuesta vocación de diálogo, a diferencia de Cristina Kirchner, a quien muchos ven como más autoritaria y menos abierta a las conversaciones con otros sectores que no sean de su paladar. Esos atributos de Alberto que le dieron la victoria al Frente de Todos en 2019 hoy se encuentran en un estado deliberativo. Eso quedó muy expuesto durante la visita oficial del mandatario a México, en donde lejos de hablar de integración estratégica en lo económico y trabajo conjunto en lo sanitario, el jefe de Estado calificó de “payasadas” las denuncias por el vacunatorio VIP, cuestionó a los periodistas por informar sobre el tema y minimizó los alcances del escándalo sólo 24 horas después de que el presidente Andrés López Obrador dijera que en su país no hay privilegios como los hubo en la Argentina. A veces, la humildad de reconocer un error y explicar los pasos para que no vuelva a cometerse es mejor escapatoria que cualquier desmentida pública. 
Afirmar que el escándalo afecta sólo al oficialismo sería ridículo. En la ciudad de Buenos Aires, donde gobierna Horacio Rodríguez Larreta, también hubo serias irregularidades que tuvieron menor impacto mediático. Una de ellas es la supuesta privatización de los operativos para inmunizar y otra, la de personas como Hugo Moyano que figuraba en un listado conocido por el Gobierno porteño, para ser vacunado por ser “director de dos obras sociales”. 

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El mega escándalo por los vacunados VIP no sólo terminó con la carrera política de Ginés González García, sino que cambió radicalmente el eje de todo el debate político en la Argentina, centrado ahora en la necesidad de un Estado transparente y de una campaña de inmunización que ne genere desconfianza en la sociedad. Ambos temas, desde ya, son sumamente incómodos para el Gobierno nacional, quien había elegido al proceso de vacunación como su principal carta de presentación para las elecciones de medio término.
El presidente Alberto Fernández fue variando llamativamente su postura en relación al tema, a medida que se iban conociendo mayores derivaciones. Primero calificó al hecho de intolerable, luego lo matizó diciendo que no existe delito penal y finalmente salió a instalar que está en marcha una campaña mediática para potenciar el costo político del Gobierno. ¿Cuál es el mensaje concreto que la Casa Rosada quiere hacer llegar a la gente? Todavía no está muy claro, lo que sí es evidente es que cada vez que se minimiza lo ocurrido, el desgaste para el Presidente es mayor, ya que se trata de un asunto cuestionado desde todo el arco político nacional e internacional, incluyendo a muchos sectores del oficialismo kirchnerista.
Una de las cosas que se le había destacado a Alberto hace ocho días era lo rápido que había actuado para repudiar los privilegios en la vacunación. Echó a Ginés, dejó trascender que “con la vacuna no se jode” y lanzó un monitor público para exhibir cuantas aplicaciones realizó cada provincia. Hasta ahí, se había visto un Presidente en sintonía con la indignación popular. Curiosamente, eso ahora está bastante difuso. 
Consultado por El Tribuno, un cercano colaborador del jefe de Estado sostuvo que “la idea es ir dejando el tema de lado para abocarnos exclusivamente a la campaña de vacunación, esa será la única forma de escatimar un poco el escándalo en la opinión pública y retomar la iniciativa política que perdimos desde que habló Horacio Verbitsky”. La intención de Alberto Fernández es lógica, aunque de muy difícil aplicación cuando aún quedan muchas preguntas sin responder que se debaten diariamente en los medios de comunicación. ¿Qué otras autoridades tenían conocimiento de esta situación? ¿A qué llaman “personal estratégico” a la hora de inocular? ¿Por qué el procurador del Tesoro Carlos Zannini fue vacunado como “personal de la salud”? ¿Qué controles se ejercieron en las provincias para que el escándalo no se replique a menor escala? ¿Qué lógica tiene que vayan a vacunar a Eduardo Duhalde, quien no cumple ninguna función esencial en el Estado, a su domicilio particular? Hasta que estos interrogantes no tengan una aclaración concreta, la desconfianza de la gente en el proceso vacunatorio irá aumentando de forma irremediable. 
El Presidente tiene como característica principal su racionalidad y su supuesta vocación de diálogo, a diferencia de Cristina Kirchner, a quien muchos ven como más autoritaria y menos abierta a las conversaciones con otros sectores que no sean de su paladar. Esos atributos de Alberto que le dieron la victoria al Frente de Todos en 2019 hoy se encuentran en un estado deliberativo. Eso quedó muy expuesto durante la visita oficial del mandatario a México, en donde lejos de hablar de integración estratégica en lo económico y trabajo conjunto en lo sanitario, el jefe de Estado calificó de “payasadas” las denuncias por el vacunatorio VIP, cuestionó a los periodistas por informar sobre el tema y minimizó los alcances del escándalo sólo 24 horas después de que el presidente Andrés López Obrador dijera que en su país no hay privilegios como los hubo en la Argentina. A veces, la humildad de reconocer un error y explicar los pasos para que no vuelva a cometerse es mejor escapatoria que cualquier desmentida pública. 
Afirmar que el escándalo afecta sólo al oficialismo sería ridículo. En la ciudad de Buenos Aires, donde gobierna Horacio Rodríguez Larreta, también hubo serias irregularidades que tuvieron menor impacto mediático. Una de ellas es la supuesta privatización de los operativos para inmunizar y otra, la de personas como Hugo Moyano que figuraba en un listado conocido por el Gobierno porteño, para ser vacunado por ser “director de dos obras sociales”. 

La lentitud

Mucho se habla de las pocas vacunas que llegan al país pero poco se discute sobre por qué se está demorando tanto aplicarlas a la población. Según información del Ministerio de Salud de la Nación, hasta el miércoles se llevaban utilizadas menos del cincuenta por ciento de las dosis que ya habían arribado al país. ¿Cómo se entiende que habiendo habido tanto tiempo para preparar el proceso vacunatorio se esté avanzado de forma tan lenta? El dato es curioso. Otra revelación que surgió esta semana es la provincia de Buenos Aires -una de las más elogiadas por su estrategia de inoculación-, está entre las cuatro provincias que menos porcentaje de vacunas aplicó en relación a las que accedió.