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Guari ofrece sus obras llenas de un don preciado y heredado

El artesano oriundo de Coctaca crea instrumentos de viento a diferentes escalas desde hace treinta y seis años.
Domingo, 28 de febrero de 2021 01:02

Cuando cada obra de arte que nace de sus manos, ya está lista para cruzar una nueva generación de instrumentos; Isabel Guari sonríe mirando su creación constituida en piezas musicales de excelencia, pensadas con la mejor de las intenciones y realizadas con un amor especial.

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Cuando cada obra de arte que nace de sus manos, ya está lista para cruzar una nueva generación de instrumentos; Isabel Guari sonríe mirando su creación constituida en piezas musicales de excelencia, pensadas con la mejor de las intenciones y realizadas con un amor especial.

Quenas, pinkullos, mamaquenas, anatas, tataquenas y sikus comparten algo más que su lugar de nacimiento en el taller del liriri -artesano- Guari.

Horas de tallado, bordeado y afinado sobresalen en las cilíndricas cañas firmes con orificios hechos a propósito por el artesano de los vientos.

En su taller, cualquier trabajo puede verse magnífico. Él, mientras no deja de sentir esas ganas de terminar uno de ellos, disfruta de la caña o el palo santo rústico antes de entrar en acción y alzarse con premio terminado. La observa, la mira, la gira. Y la mide con una visual entrenada para esta ocasión que se vuelve cotidiana cada vez, hasta que, de un salto en el aire, queda dando vueltas.

La examina nuevamente, renueva el repujado y establece los espacios que deben respetarse sí o sí, para que el instrumento revele su mejor versión; mientras el sobrante en pequeñas partículas, continúa con la costumbre de caer hacia un costado.

En ese momento, el artesano y su obra son uno. Y se puede apreciar en el risueño gesto de su rostro, cada vez que acomodaba mejor la pieza, que se acercaba a la perfección milimétrica aunque, para él, algo más le faltara.

"Trabajar en casa hace bien, es reconfortante", dijo el humahuaqueño sobre aquél don que siempre le había parecido lógico y familiar.

Es que Isabel Guari empezó a ser un grande de la artesanía hace treinta y seis años atrás.

Y no es casualidad, no es porque sí, que le tocara en suerte atravesar este camino abierto por un cúmulo de sensaciones que lo invadieron a lo largo de su vida.

"En esto hay un cariño muy grande en cada instrumento, son emociones que por ahí no sé si las podría explicar", dijo en su habitación de trabajo, en ese mismo espacio creativo lleno de cosas simples y herramientas añejas que precisan de materia prima noble para sobresalir.

Para el mayor de los Guari en etapa infantil, el mundo era un lugar donde se podía concretar sueños y desear con mucha fuerza ser lo que siempre había elegido ser: lo que es hoy, en la adultez. Y eligió bien.

"Este saber lo heredé de mi abuelo Gaspar Llanes, que ya se fue hace muchos años en Coctaca. En ese tiempo, él en su morral tenía varios instrumentos en distintos tamaños. Él era bien cuidadoso y tocaba en épocas de siembra o en Semana Santa", dijo con la nostalgia más considerada.

"Esto me nació desde niño. Mi papá iba al ingenio, a La Mendieta y teníamos contacto con la gente que venía de Tupiza y La Quiaca. Desde el norte, partiendo de la Quebrada, venía gente a los ingenios a pelar caña", describió Isabel ejecutando con seguridad las notas sueltas de la recientemente elaborada quena.

Hace muchos años, por los 60’s, cuando Guari era muy chiquito, ya sabía ver el trabajo que mucha gente hacía con material propio de una zona rica en cañas y maderas.

"Ellos hacían sus anatas y también cortaban una planta que se llama sacharosa que se encuentra a la orilla de los ríos y estaba llena de espinas como el cardón", contó el artesano reconocido a nivel nacional.

Después de trabajar diez años en una panadería, se dedicó a recordar aquellos años de observación detallada y a comenzar una producción de instrumentos musicales, hasta que fue aprendiendo las notas de músicos jujeños y cordobeses.

"Desde el ‘86, aprendí de lo que me decían; ’esta nota no está bien’, ’cómo podemos corregirla’ y ahí me explicaban. Usaban el ejemplo de que para afinar una guitarra, se debe ajustar el clavijero y si se pasa, se afloja; sino, vuelve. En el caso de los instrumentos de viento, esto se debe hacer agrandando el orificio o cerrándolo. Aprendí después sobre las escalas y me fue bastante bien, con ayuda de la familia que uno no se tiene que olvidar, porque trabajamos todos juntos, mi esposa y mi hija que siempre colaboran para hacer los sobrecitos para los instrumentos", ejemplificó el luriri cuya sabiduría que le acompañó desde niño, hoy se puede ratificar por el talento que perfeccionó.

De todas las personas él eligió a su abuelo por parte de padre, debido a la presencia importante y al legado que a tiempo supo valorar.

"Con los años voy sintiendo tantas emociones y todas son importantes. Cuando estoy trabajando, voy probando de a un instrumento, nota por nota, ya sea la primera octava, la segunda octava y la tercera, preparo la pieza para que use el músico, el estudiante o quien quiera aprender en un siku o quena de buena calidad", aseguró Isabel como queriéndole encontrar el alma -finalmente- a su instrumento terminado.

Allí había entendido algo. Lo contempló por última vez y lo presentó quizás en un secreto interior a la figura de don Gaspar. Y entonces sí podía decirse que ya estaba listo.

 

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