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Fiesta de la "mamita de la Candelaria" en el pueblo de Maimará

Entre recuerdos y modos acordes a la pandemia se celebró la devoción de la población quebradeña a la imagen mariana.
Miércoles, 03 de febrero de 2021 01:03
POR LAS CALLES DEL PUEBLO / LA IMAGEN DE LA VIRGEN SOBRE UN VEHÍCULO

Maimará celebró a la Virgen de la Candelaria que, junto a San José, son sus santos patronos. El hecho nunca es menor, como recuerda don Carlos Aparicio al mencionar nombres como los de doña Dora Corro de Orrillos, quien tradicionalmente ofrecía el agasajo a los niños que tomaban la primera comunión y la confirmación, el del español Manuel Arvente que donaba los fuegos artificiales, y la familia Colombres Garmendia, que junto con el dr. Ernesto Padilla se encargaban de entregar instrumentos a las bandas de sikuris desde la década de 1930.

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Maimará celebró a la Virgen de la Candelaria que, junto a San José, son sus santos patronos. El hecho nunca es menor, como recuerda don Carlos Aparicio al mencionar nombres como los de doña Dora Corro de Orrillos, quien tradicionalmente ofrecía el agasajo a los niños que tomaban la primera comunión y la confirmación, el del español Manuel Arvente que donaba los fuegos artificiales, y la familia Colombres Garmendia, que junto con el dr. Ernesto Padilla se encargaban de entregar instrumentos a las bandas de sikuris desde la década de 1930.

Aquella primera banda de sikuris la dirigía don Simón Quispe, según contó Aparicio, y agregó que "se realizaban las tradicionales ermitas de flores, que también se hacían para el 2 de febrero como en Semana Santa, y los actos los encabezaban las autoridades provinciales, empezando por los gobernadores, que tras el almuerzo tomaban rumbo para San Salvador". De don Arvente, como nota de color, nos dice que tenía un negocio en Jujuy, en la calle San Martín y Bustamante, "donde fabricaba helados anexo a una pescadería, aunque su hobbie era la fabricación de bombas y fuegos artificiales".

Cuando don Arvente llegaba con sus bombas, don Manuel Zuleta, por los años cincuenta intendente de la localidad, le preguntaba por qué dos cajas. Son las bombas que siempre dono para la fiesta, le respondía, y Zuleta decía que sólo había pedido dos bombas: una para despertar a los Santos y otra para ahuyentar a los perros. Luego venían los juegos de sortija, que realizaban los gauchos en la avenida de la estación de trenes, las carpas de donde recuerda el sabor de los picantes y los bailes por la noche.

Las fiestas patronales, más allá del hecho religioso, eran un acontecimiento social que despertaba a la localidad, como en el caso de Maimará, tan cerca siempre de los carnavales. Pero un año rodeado de pandemia privó a nuestros pueblos de esta clase de eventos que inauguraron familias y al que se llegaba todo tipo de comercio ambulante para ofrecer lo suyo. Esta fiesta, sin embargo, parece tener un pie ya cuando las medidas protocolares van permitiendo alguito de aquello, aunque no todo.

La misa la ofreció el obispo Daniel Fernández, con una referencia al valor de la vida y a esa otra mirada, la de la fe, que nos permite ver más claramente de lo que ven los ojos. Entre las autoridades estuvo presente el vicegobernador de la provincia, Carlos Haquim, y la celebración fue en el atrio, que a modo de retablo lucía dos ermitas primorosamente trabajadas. Los primeros en llegar se fueron sentando allí, frente a las imágenes, mientras los más tardíos escucharon desde una plaza que se fue colmando.

Tras la celebración, la imagen mariana fue alzada en la cajuela de una camioneta del Ejército, custodiada por la Guardia Urbana, para empezar a recorrer las calles.

Entonces, ya no sólo el hecho comunitario de la fiesta, sino esa fe tan nuestra en imágenes que expresan la entrega de la Mamita de la Candelaria, sintetizando en ella esa relación íntima de los mortales con su deidad. Una fe a través de las imágenes que, como particularidad del año, no debían ser tocadas ni se las alzaba, que muchos siguieron por las redes sociales de la parroquia, pero que cumplió con la necesidad de expresar la religiosidad del pueblo.

 

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