¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

16°
20 de Abril,  Jujuy, Argentina
PUBLICIDAD

El sastre, una elegante labor de paciencia, detalle y precisión

Andrés Jeréz deja ver a la luz un trabajo prolijo, bien interpretado y establecido en blazers, sacos y camisas de vestir.
Domingo, 11 de abril de 2021 01:03

En una nublada mañana de otoño, un microcosmos escondía tesoros textiles revelados en la elegancia propia de sacos, camisas, pantalones y blazers a un costado del mostrador de madera, mientras el hierro de la plancha yacía relajado, los carreteles tenían permitido el descanso, las telas -algunas tumultuosas- naufragaban en estantes de metal diverso y las máquinas no estaban despiertas, pero él, sí.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

En una nublada mañana de otoño, un microcosmos escondía tesoros textiles revelados en la elegancia propia de sacos, camisas, pantalones y blazers a un costado del mostrador de madera, mientras el hierro de la plancha yacía relajado, los carreteles tenían permitido el descanso, las telas -algunas tumultuosas- naufragaban en estantes de metal diverso y las máquinas no estaban despiertas, pero él, sí.

COSIENDO EN EL MOSTRADOR / LA ATENCIÓN PUESTA EN UN SACO AZUL MARINO.

Con una aguja llevaba el mando de la escena y con el hilo sin elegirlo al azar, la elevaba en el aire. Sus manos estaban en la obra, como dejando ver el circuito interminable que se repite sin imágenes borrosas, surcado por un halo que roza lo distinguido, contemplando algún secreto pronto a dilucidar. Sentado en una silla, él realizaba la acción guiado por un mapa conceptual invisible, uno que no necesita de molderías, ni de accesorios extra porque de todos sus recortes hilvanados aparece su alimento y la libertad, en cada puntada; como así también la intención siempre viva de ser creador y armador, que se fortalece.

"Aprendí el oficio a mis 17 años", dijo Andrés Jeréz, un sastre que heredó el saber su hermano mayor hace 45 años. Las buenas intenciones de este hacer estaban puestas en su taller de calle Balcarce. Él, atento, observaba su casi prenda en elaboración. Desde sus manos ponía el ánimo de manifiesto en la técnica, desafiando a la musa de su arte que tonifica y remedia. Y entonces salía a la luz un trabajo bien interpretado, muy dueño de un orden natural establecido por patrones distinguidos. "Trato de hacer lo mejor; lo que me piden los clientes y con cariño.

La primera prenda fue un pantalón para niño de escuela en edad escolar. Me acuerdo que aprendí rápido", comentó el sastre que cada día vive horas con las manos abrazando el trabajar constante, siguiendo un vaivén que difícilmente olvida. Al oficio lo resolvía con simpleza, guiado por la labor minuciosa que se desplazaba entre algodones, seda casi incorpórea, gamuzas, terciopelo o labrado corderoy, recorriendo líneas de fantasía que se abrían paso casi de memoria. Él lleva la enseñanza de un ayer que se vuelve presente en este hoy por el que anda suelto, pero en el que aprendió a "no dar puntada sin hilo".

"Lo primero que se hace es tomar las medidas para el saco, el largo de talle, desde el cuello hasta la cintura para ver dónde se ubicaría el primer botón, el ancho de espalda y pecho; cintura y por último, el largo de manga. Para el pantalón, se toma el largo, entrepierna, cintura, cadera, rodilla y el ancho deseado de bota que ahora se usa muy angosta", relató. En este microcosmos, entrelazados están las solapas y los cuellos, pendientes en medio del silencio. Sólo la aguja rompe esas soledades y las reúne para que se hagan amigas y formen juntas prendas de vestir.

Y la idea llega, las manos bailan, los hilos se mueven, los bolsillos emergen y los botones trastocan posibles lugares. Y todo cierra. La aguja no escapa y es la batuta del director de esta orquesta, el sastre. Números y precisiones a medida, crean un entusiasmo en el artífice animado por la acción que, sin coraza, pero con dedal, enfrenta la jornada cotidiana de manera eficaz. La tarea está hecha con amor servicial y más artesanal que industriosa, da fraternal honor para este trabajador que la vive con placer, como un remanso sin desmanes. Intenso, comprometido e ideal, atrapa la gloria desde un saber que no se olvida, pero al que vuelve y, en su caso, siempre.

Su obra reluce desde un taller vintage, se dirige a las vías de una precisión exacta atravesando días que dejan por huella visible, un camino de extrema prolijidad, donde no hay lugar para el desacierto, claro. Para el hábil sastre, el destino está escrito en surfilados, ruedos, detalles, puntos, pespuntes y ojales, que esperan galas, festejos, actos o demás formalidades. Así, el mecanismo manual está en juego desde sus extractos más diversos, pero él sabe hacer arte y ser a la tradición, fiel. "Aprendí a tener paciencia y a disfrutar este oficio", aseguró Jeréz, cuya intención es que las nuevas generaciones se interesen en aprender el oficio y, así, dar una nueva vida a su tarea.