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¿Qué diferencia a un exitoso de un fracasado?

Sabado, 03 de abril de 2021 01:03

Sentencia un viejo refrán que "todo es de acuerdo al color del cristal con que se mira". Hay mucha verdad en esa frase. La misma cuestión, según el enfoque mental que se realice, aparecerá con luces, sombras y entramados diferentes. Así, lo que para unos es antesala del fracaso irremediable, otros lo encontrarán punto de partida para un exitoso recorrido.

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Sentencia un viejo refrán que "todo es de acuerdo al color del cristal con que se mira". Hay mucha verdad en esa frase. La misma cuestión, según el enfoque mental que se realice, aparecerá con luces, sombras y entramados diferentes. Así, lo que para unos es antesala del fracaso irremediable, otros lo encontrarán punto de partida para un exitoso recorrido.

Una vez, a principios del Siglo XX, un pujante fabricante de zapatos envió a sus dos mejores vendedores al África. Seis meses después recibió un telegrama de cada uno de ellos. Ambos estaban conformados por, apenas, dos frases. Una de ellas era idéntica en los dos telegramas. En la otra sólo había una mínima variación. Empero, fue ese detalle quien convirtió en millonario a uno dejando en la pobreza al otro.

En uno de los telegramas se leía: "Fracaso total de la operación. Aquí nadie usa zapatos".

El otro decía: "Éxito total de la operación. Aquí nadie usa zapatos".

Los dos vendedores encontraron idéntico panorama. Ante esto, fue el esquema de pensamiento vigente en cada uno lo que produjo razonamientos diferentes.

Eso, y nada más que eso, es lo que diferencia a una persona exitosa de una fracasada.

De acuerdo a la manera en que sea aplicado el razonamiento desde determinados esquemas de pensamiento, según sean éstos nuevos o ya predeterminados, cambiará el resultado, aún habiendo nacido de una misma situación inicial.

Diferente será lo que habrá de obtener quien concibe a la vida como un desafío permanente que aquel otro que inicia cada mañana pensando que este tránsito es lo más semejante a un enmarañado conjunto de ramas secas llenas de espinas filosas.

Concebir la vida con un desafío cotidiano es el más adecuado esquema de pensamiento a utilizar para la concreción de nuestros deseos positivos. Aceptar un desafío implica desplegar al máximo la creatividad, lo que implica el uso de reflexión y fantasía. A su vez, requiere la aceptación de tener que realizar esfuerzos de manera permanente. Lo que exige ser perseverante.

Perseverante; no paciente. La paciencia es válida en aquellas cosas donde la persona queda a merced de otra. Por eso - por ejemplo - la relación entre el médico y el enfermo está representada por el término "paciente". Porque debe tener paciencia, esperar, aguardar a que quien aparece dotado de "un supuesto saber" (el médico) tome las decisiones correctas que habrán de sanar al paciente.

Pero, asimismo, tal "paciente" nunca lo es en verdad. Pues el enfermo debe tomar sus decisiones. Tiene que aceptar o no el tratamiento propuesto por el profesional. Debe decidir si éste sigue atendiéndolo o no, si busca otra opinión, si acata o no sus indicaciones. En fin, hay una cantidad de aspectos que demuestran que lo de "paciente" es sólo una manera de decir. Lo que sí aparece una y otra vez es el esfuerzo acompañado de la perseverancia. Lo que, a su vez, supone aceptar que el factor tiempo juega un papel decisivo.

Todo lleva un tiempo determinado; ni mayor, ni menor. Por eso en el "Tao de los líderes" se lee: "En la acción la oportunidad lo es todo". Determinante, por cierto. Tajante. Pero irremediable, puesto que si bien es cierto que tomando el tren que sale diez minutos más tarde, con el mismo destino, llegaremos al mismo sitio; también lo es que todo cuanto pudo habernos sucedido diez minutos antes no habrá de ocurrirnos. Ni sabremos jamás qué pudimos haber hecho entonces. Llegar se puede llegar; pero hacerlo a destiempo tiene sus costos.

Todo esto enseña que el rol proactivo - toma de decisiones - es la conducta esencial, absolutamente necesaria, para una vida en armonía. Tal "vida en armonía" no es la invitación a una existencia sin problemas ni dificultades - puesto que transitar por este mundo implica de suyo que éstos se manifiesten - sino que se ha logrado la capacidad de conocer cómo conducirse para resolverlos. Vivir en armonía es sinónimo de enfrentar adecuadamente las dificultades cotidianas hallándoles conveniente solución.

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