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"Hace cinco meses que dejé el alcohol, me cuesta salir"

Dejó su situación de calle gracias a la Hospedería San José. Trabaja y se rehabilita de su adicción en una lucha constante.
Miércoles, 23 de junio de 2021 01:04

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La historia de Quique, un joven de 27 años, es la de una lucha constante contra el consumo del alcohol. Superó el de drogas, que marcaron los momentos más difíciles y sólo pudo afrontar pidiendo ayuda y así dejó la calle. Se cobija en la Hospedería San José, desde hace cinco años, mientras se trata con altibajos. Se siente débil, pero lleva cinco meses sin alcohol, y busca fortaleza para algún día vencerlo y poder formar una familia propia.

Está entre los que habitan la calle, aunque ahora tiene techo por las noches en la Hospedería San José de la Fundación Manos Abiertas.

"Es muy difícil para mí, me cuesta salir. De a poco siento que puedo dominar la bebida y ahora hace cinco meses que dejé el alcohol. Me cuesta, la gente en la calle me dice "tenés que lograrlo", recuerda.

Es consciente de ello, y aunque trabaja desde los 9 años en el reparto de diarios y recorre Alto Comedero, son los feriados y domingos en que la actividad es menor las que le resultan más difíciles de sortear. "Los feriados, sábados o domingos, no tengo para dónde ir, me junto con amigos a charlar, tomar algo, a veces me agarra la tentación del vino", explica. Es que al volver a su barrio siente que está rodeado de tentaciones, vecinos, "amigos" que siempre le invitan un trago.

Su rutina es de trabajo desde que sale de la hospedería, y entonces todo marcha bien, pero algunos fines de semana, cuando va a limpiar lo que quedó de su casa, lo aturden pensamientos y cede.

Llegó a estar en situación de calle a los 20 años, paraba por cinco meses y volvía a recaer. "Me agarra los nervios, la abstinencia fuerte que yo tenía de antes, me drogaba, de todo, no lo podía superar", recuerda. No obstante, asegura que supo pedir ayuda y pasó por varias instituciones, Pequeño Belén y otros, pero volvía a recaer.

Lo más difícil que vivió fue la droga. "Andaba en la calle aunque tenía casa, me reperdía, nunca me gustó robar sino trabajar como me enseñó mi viejo. Salía a laburar desde los 9 años, y ahora sigo vendiendo diarios porque mi papá se ha ido por el alcohol", relata con pesar.

Recuerda que en esa época gastaba mucho, lo que hacía trabajando lo dejaba en el alcohol y luego de varios días se encontraba sin un peso. Es que volver a lo que quedó de su casa, a la que a veces visita para limpiar, porque no tiene luz ni agua, lo hace sentir solo. Pero sabe que allí puede encontrar amigos a los que les resultará difícil negarle un vaso. "Soy débil", confiesa pero busca salir definitivamente del alcoholismo para poder hacer una familia.

Es conscientede que alejarse de su barrio es clave para recuperarse, y es algo que lo trabajó en el Diat (Dispositivo Integral de Abordaje Territorial de Sedronar), donde lo ayudan mucho y siente que avanza. Y en la hospedería también se siente bien, es su refugio y aunque le cuesta, ya logró pasar cinco meses sin alcohol.

Quique estudió la primaria y llegó hacer hasta primer año del secundario pero dejó. Se crió en una familia numerosa, padres y cinco hermanos pero con el tiempo la configuración de su hogar cambió. Su padre falleció a consecuencia del alcohol, y su madre formó nuevamente familia y se mudó a Fraile Pintado y con ella sus hermanos, quienes también hicieron "la suya". Aspira a volver a verlos en julio, para el cumpleaños de una de sus hermanas.

Está esperanzado en salir, pero no quiere fotos que lo identifiquen, le teme al estigma, la mirada ajena.

Son alrededor de 40 voluntarios

La fundación recibe donaciones de particulares, quienes llegan a dejar colchones, mercadería o dinero, que les permite funcionar. Al caer la tarde comienza a pulular gente al frente de la avenida Senador Pérez 127, que no pasa desapercibida por el gran mural de la Madre Teresa de Calcuta. Es que desde las 18.30 de la tarde hasta las 21, las personas en situación de calle que están registradas pueden volver a la Hospedería San José que funciona allí y es una de las obras de la Fundación Manos Abiertas, donde les ofrecen un techo y comida cada noche. 

“Actualmente hay nueve, pasa que está restringido por la pandemia. Hay muchas personas que vienen, están un tiempo y se van”, explicó Patricia Gómez, voluntaria de la Fundación Manos Abiertas. A diario llegan hasta las 21, pueden ducharse, cenan, pasan la noche y se retiran luego de desayunar a las 8. “Algunos tienen trabajo, otros trabajo temporal, o venta ambulante. Van buscando alternativas para salir adelante. Algunos tienen tratamiento que hacen en forma voluntaria para su rehabilitación”, explicó. Ingresan tras una entrevista del asistente social que evalúa que realmente lo necesite y no tenga otra alternativa. “Hay gente que se va voluntariamente, porque ya tiene trabajo, alquiló o se reinsertó con su familia. Hay chicos que llegan a formar pareja, familia, y ha pasado chicos que vienen con adicciones, se recuperaron, consiguieron trabajo y están bien ahora, eso nos da satisfacción”, expresó.

Los lunes son concurridos. La puerta resuena varias veces por el largo pasillo de la casa de la hospedería y circulan los voluntarios y quienes se hospedan que llegan a cuentagotas. Algunos pasan directamente arriba para ducharse y bajan a sumarse a las tareas de la cocina para preparar la cena.  Es que cada lunes además de la comida para los internos se cocina para otra de las acciones de la fundación, “Buscadores” por el que los voluntarios recorran las calles con sus vehículos y les acerquen comida caliente y ropa a quienes siguen en situación de calle. “No es solo eso, es pasar un momento, charlar. Más que la comida y la ropa es acompañar a las personas en situación de calle. Ya que la capacidad no nos deja albergar a todos, por lo menos los acompañamos”, explicó Gómez y aseguró que algunos son más comunicativos que otros.

Todo funciona gracias a las manos voluntarias que a diario se ocupan de las distintas actividades de la fundación. Son alrededor de 40 voluntarios en total, 15 de ellos son buscadores, y algunos acompañan, ayudan a hacer tareas escolares, charlan, juegan a las cartas, hacen pan y cocinan con ellos ya que la principal tarea es hacerlos sentir bien. En pandemia bajó la cantidad de voluntarios de los mayores, pero al mismo tiempo ingresaron otros porque también aumentó la solidaridad para colaborar donando ropa y mercadería y no faltaron manos ya que se sumaron otros. No cuentan con subsidios, ya que los recursos los generan o reciben donaciones.