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El relojero, fiel trabajador de un tic tac que no descansa

Cirilo Tejerina es reparador de alma desde hace cincuenta años y trabaja cada día con una paciencia destacable.
Domingo, 25 de julio de 2021 01:00

Con una voz metálica que conoce todas las lenguas, va imprimiendo momentos; latiendo en un tic tac que no descansa, renaciendo en el tiempo que avanza. La quietud no es una virtud en su caso, sino el movimiento que en su interior siempre lleva alerta, nada de improvisación porta; sino que precisión presta como maquinita que las horas informa pasar. Y es que cuenta inofensiva el compás que dictan segundos, minutos y horas como un decir valioso, ese aquí y ahora, para luego perderse después. Certero, punzante y rápido. El son del reloj marca el ritmo y devela las posibilidades de aquella misteriosa eternidad que palpita en una cajita de miniengranajes de metal.

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Con una voz metálica que conoce todas las lenguas, va imprimiendo momentos; latiendo en un tic tac que no descansa, renaciendo en el tiempo que avanza. La quietud no es una virtud en su caso, sino el movimiento que en su interior siempre lleva alerta, nada de improvisación porta; sino que precisión presta como maquinita que las horas informa pasar. Y es que cuenta inofensiva el compás que dictan segundos, minutos y horas como un decir valioso, ese aquí y ahora, para luego perderse después. Certero, punzante y rápido. El son del reloj marca el ritmo y devela las posibilidades de aquella misteriosa eternidad que palpita en una cajita de miniengranajes de metal.

Este pedacito de historia que anuncia instantes al llegar, acaparó la atención de Cirilo Tejerina, cuando era muy joven. Hoy es un relojero reparador de alma que desde hace cincuenta años admira el trabajo detallado, aguardando expectante reparar algún nuevo modelo de estas joyas creadas en el siglo XV.

"El primer contacto que tuve con un reloj fue a los 16 años, después fui al ejército y cuando volví, aprendí el oficio a distancia por correspondencia", aseguró el especialista que de la manera más formal, hace que cobre vida donde quiera que se encuentre. La decisión era trascendente a la hora de elegir trabajar en el reloj. Oír su golpe acerado repetido una y otra vez, sin dejar de ser continuo como la primera vez; hizo real la tarea que don Cirilo abrazaría cada día, sin importar porqué.

"Me resultó atractivo el oficio y me decidí a aprender", dijo este obrero perfeccionista con el orgullo llevado en una clara entonación. Y es que un mecanismo tan pequeño, se resuelve con destreza y lupas para ver mejor. "He perdido la cuenta de cuántos relojes arreglé, todos van variando. Los de antes tenían la cuerda, que era el motor. Después, venía el tren de ruedas y el volante que tiene un espiral, lo que regula la hora. Ahora todo es electrónico", explicó Tejerina, quien manipulando pinzas con una paciencia eterna, analiza, mide y presiona cada minúscula pieza con un pulso adiestrado que en silencio debe dominar desde sus manos.

"Es un oficio que llevo desde siempre", dijo el exalumno de la Escuela Universal de Relojería. Y es que a la luz del tiempo en el reloj, soles cuenta y lunas mira, el relojero anhelando subsanar piezas rotas, o descubrir partes oxidadas que se deben limpiar... o todos aquellos, los pequeños grandes detalles que hacen la diferencia en el funcionamiento total. Así este artesano del tiempo es testigo del murmurar al compás, del susurro sin parar que advierte sobre ese secreto que nunca vuelve a ser lo que allá -en la eternidad- una vez contado fue.

Vocación perfeccionista

Las manos son preciadas para todo relojero. Elegido por vocación, su trabajo inicia como un ritual de limpieza en el que cada pieza es vista y analizada al detalle, mientras, se arma y lubrica con una atención única. “Es apasionante y entretenido para mí, pero por ahí tengo problemas porque no es todo tan perfecto. Me toca trabajar con relojes de cuerda que tienen un mecanismo similar.

MANOS EN LA MAQUINITA / LA PINZA EN CONTACTO CON CADA PARTE DEL MECANISMO

Hay diferencia entre uno y el otro”, dijo Cirilo Tejerina quien tuvo entre sus manos cronógrafos automáticos, relojes de pared, de mesa, de pulsera y de bolsillo que pueden tener hasta noventa piezas y cada una tiene su lugar y función. “Tornillo, cuenta, rueda, compresor y resorte; son algunas de las partes que integran la caja interna de un reloj. Cuando armo y desarmo, si sale bien, estoy contento, pero si sale mal, lo vuelvo a hacer porque quiero entregar un trabajo bien hecho”, destacó, quien a medida que el tiempo transcurre, se actualiza a través de internet sin dejar ser aficionado a su labor.