¿Amas a tus hijos? Ante esta pregunta, la respuesta parece muy obvia: Sí, claro, por supuesto que amo a mis hijos... dicen. En una ocasión una madre agregó que daba todo por amor a su hija, enumerando un listado de cosas materiales que le proveía a su niña... Yo vivo por ella para que no le falte nada, tiene de todo... -decía- su propia habitación, su celular, computadora, hasta aire acondicionado, etc., etc. Lo que esa madre no veía o no quería ver era la dolorosa soledad, tristeza y desamor que su niña estaba atravesando. El intento, fallido por cierto, de compensación de carencias emocionales con bienes materiales es muy frecuente en padres, quizás bien intencionados, pero frustrados y llenos de culpabilidades no resueltas.
Hace unos años atrás una adolescente de 14 años desbordada en llanto durante un campamento, entre sollozo y sollozo confiesa que no se consideraba amada por su madre y que esto la llevó a varias conductas de autoflagelación e intentos de suicidio. Reconoció, además, que lo único que deseaba con desesperación era llamar su atención y escuchar a su mamá decirle alguna vez que la amaba... Un gran vacío la convirtió en una mendiga emocional con comportamientos autodestructivos al borde de la misma muerte. Cada persona en la construcción de su propia subjetividad tiene una profunda necesidad emocional de ser amado, valorado y aceptado.
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Según la psicología social de Pichón Riviere, las necesidades constituyen el fundamento motivacional del vínculo y se clasifican en Necesidades Primarias: Alimento, atención; Abrigo, cuidados; Afecto, toda expresión de amor; Aceptación, valía personal, afirmación, y Seguridad, protección, estabilidad.
Meta-necesidades: Conocimiento, pertenencia, realización personal para trascender, alcance de sueños y metas.
Pseudo-necesidades: Surgen cuando las necesidades primarias no fueron satisfechas, no son conscientes y se evidencian en comportamientos repetitivos, no satisfactorios y tóxicos como adicciones, co-dependencia, etc.
Son los padres quienes deben proporcionar ambientes que nutran a sus hijos de estas necesidades primarias. Los cimientos de amor asentados en los primeros años afectan para bien o mal, la capacidad de un niño de aprender y de interactuar con el mundo.
"El amor incondicional es una luz que guía e ilumina la oscuridad". Los padres debemos ser capaces de amar sin importar la apariencia del niño; sus debilidades, aciertos o desaciertos, etc. Amar y exteriorizar ese amor de todas las maneras posibles es encender una luz en sus corazones. Cada sujeto desde la infancia manifiesta un lenguaje primario del amor, es decir una forma en que entiende mejor y percibe el amor de sus padres o cuidadores.
El autor del libro "Los 5 lenguajes del amor", Gary Chapman, nos enseña acerca de este interesante tema describiendo esos lenguajes: 1, toque físico; 2, palabras de afirmación; 3, tiempo de calidad; 4, regalos y 5, actos de servicio. Aquí cabe preguntar: ¿Tus hijos se sienten amados por ti? ¿Se perciben aceptos y valorados? ¿Cómo se los demuestras? ¿Sabes cuál es el lenguaje de amor de tu hijo? ¿Estás supliendo sus necesidades? ¿Crecen carentes de afecto? ¿Se convertirán en mendigos emocionales? ¿Serán capaces de interactuar y crear vínculos sanos en su adultez? Son interrogantes que debes pensar y repensar... y realizar ajustes, si es necesario. Concluyo con esta última pregunta: ¿Estás construyendo una relación y comunicación cercana, confiable y afectiva que los nutra? Muchos padres admiten que la comunicación con sus hijos se enmarca en un nivel de interrogatorio unidireccional, es decir gira en torno a preguntas tales como ¿qué hiciste hoy en el colegio?, ¿te corrigió la maestra la tarea?, ¿ordenaste tu habitación?, ¿ya estudiaste para matemáticas?, etc. Sugiero intentar una conexión y diálogo bidireccional más profundo en calidad emocional y afectiva, mirar a los ojos, tomarlos de las manos, estar a su altura corporal, brindar cálidos abrazos, direccionar la conversación comentando alguna experiencia de tu propia infancia o adolescencia, abriles tu corazón, continúa hablando y preguntando, por ejemplo:¿Cómo te sientes en la escuela con tus compañeros? ¿Qué es lo que más te gusta hacer? ¿Qué cosas te dan alegría o te hacen feliz? ¿Hay algo que te entristece? ¿Te sientes amado? ¿Hay algo que te gustaría cambiar de tu vida o familia?, etc.
Un Salmo dice: "Los hijos son un regalo del Señor; son una recompensa de su parte". Dedícales tiempo y asegúrate que estén recibiendo tus muestras de cariño. Deja legado de bendición!
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