Una de las postales que se empezó a ver, tras un año de pandemia, es el creciente fenómeno del trabajo informal, de manteros y ambulantes que debieron recurrir a estos emprendimientos para ganarse la vida. Sobre la vereda de calle Horacio Guzmán, bajando de barrio Mariano Moreno se ubican varios informales. Entre ellos está Yolanda Garay, que hace más de un año la necesidad la llevó a vender en la vía pública. Aunque antes se dedicaba a la artesanía eligió este rubro para probar suerte. Y es que sostiene que, al ser una mujer adulta y "a su edad", ya no conseguirá trabajo, además de que padece diabetes. Diariamente se ubica con su manta y ropa usada para niños y jóvenes, a esperar que algunas de las personas que circulan por la zona adquieren sus productos. De vez en cuando tiene días positivos.
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Una de las postales que se empezó a ver, tras un año de pandemia, es el creciente fenómeno del trabajo informal, de manteros y ambulantes que debieron recurrir a estos emprendimientos para ganarse la vida. Sobre la vereda de calle Horacio Guzmán, bajando de barrio Mariano Moreno se ubican varios informales. Entre ellos está Yolanda Garay, que hace más de un año la necesidad la llevó a vender en la vía pública. Aunque antes se dedicaba a la artesanía eligió este rubro para probar suerte. Y es que sostiene que, al ser una mujer adulta y "a su edad", ya no conseguirá trabajo, además de que padece diabetes. Diariamente se ubica con su manta y ropa usada para niños y jóvenes, a esperar que algunas de las personas que circulan por la zona adquieren sus productos. De vez en cuando tiene días positivos.
Muy cerca suyo se halla otra mujer, que decidió mantenerse en el anonimato. Relató que hace algunos meses optó por vender hierbas como cedrón, burro y rica rica. Expresó que a veces le compran y que sólo es cuestión de suerte. Otra mujer, que también prefirió reservar su identidad, vive en la localidad de Rinconada y muy pocas veces a la semana se instala sobre esa misma zona con su carne de cordero y chalona. Intenta con este recurso subsistir en medio de la crisis.
Por su parte, Gladys Carlos trabaja en el rubro hace 20 años y 5 en la calle, vendiendo frutas, verduras y algunos cereales. "La gente ya no compra como antes, la situación está mal, cada día compran menos. Antes de la pandemia se vendía un poco más", expresó al momento que agregó que a medida que pasan los días baja más la venta.
Pero esa no es la única zona en la que se ve a estos vendedores, también se ubican sobre la avenida El Éxodo, donde una importante cantidad de personas ofrecen toda clase de productos, entre ellos frutas, verduras, CD, perfumes y cremas. También masitas dulces, comida, indumentaria y zapatos. Particularmente en una esquina decidió ubicarse Olga Carrillo, para vender ropa interior y medias, y de esta manera asegurarse el sustento diario. Apuntó que para poder trabajar, mensualmente paga un permiso municipal de 4 mil pesos. "El horario que hago es desde la mañana hasta la noche. Aunque generalmente vengo a la tarde, la gente compra en fechas de cobros", relató.
Y es que estos no son los únicos que se movilizaron por la necesidad, ya que frecuentemente se ve a vendedores circulando en sus bicicletas o con sus carros ofreciendo frutas y verduras de estación. También se registró que creció notablemente las ventas de barbijos de tela y en las calles se ven mayormente a jóvenes, ofreciendo 10 de estos elementos de prevención por $100.
Lo cierto es que la mayoría de estos trabajadores informales permanecen en la calle por largas horas para ofrecer sus productos y cubrir sus necesidades con lo que ganan. Los testimonios recabados por nuestro diario coinciden en que para muchos la realidad es dura y es muy alta la falta de empleo genuino.