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El objetivo no es crecer mucho, sino bajar la inflación

Sabado, 15 de enero de 2022 23:53

El gran desafío del Gobierno para este año no es alcanzar un crecimiento estrambótico en la economía ni producir un exagerado shock en el consumo: el objetivo central, sin dudas, será controlar de una vez por todas a la inflación, que continúa haciendo estragos en los ingresos de trabajadores, jubilados y beneficiarios de planes sociales. La pregunta del millón es cómo se logrará esa meta sin achicar mucho el déficit fiscal ni la emisión monetaria, dos pilares que ni el mandatario Alberto Fernández ni su vice Cristina Kirchner están dispuestos a sacrificar de cara a las elecciones presidenciales. Por el momento, el único plan para paliar esta situación es el congelamiento de precios, una receta tan antigua como poco efectiva.

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El gran desafío del Gobierno para este año no es alcanzar un crecimiento estrambótico en la economía ni producir un exagerado shock en el consumo: el objetivo central, sin dudas, será controlar de una vez por todas a la inflación, que continúa haciendo estragos en los ingresos de trabajadores, jubilados y beneficiarios de planes sociales. La pregunta del millón es cómo se logrará esa meta sin achicar mucho el déficit fiscal ni la emisión monetaria, dos pilares que ni el mandatario Alberto Fernández ni su vice Cristina Kirchner están dispuestos a sacrificar de cara a las elecciones presidenciales. Por el momento, el único plan para paliar esta situación es el congelamiento de precios, una receta tan antigua como poco efectiva.

El fracaso del Gobierno de Mauricio Macri para frenar el avance inflacionario le da un poco de aire al jefe de Estado para no cargar excluyentemente con esta responsabilidad, pero habiendo pasado más de la mitad del mandato ese crédito es cada vez más finito ante los ojos de la sociedad.

Prácticamente ningún empleado de la Argentina recibió en 2021 un aumento del 51 por ciento en línea con la suba de precios. El problema, desde ya, fue todavía más acentuado en el sector informal, en donde las paritarias no son libres y las condiciones laborales dejan mucho que desear. ¿De qué sirve crecer a tasas chinas si la plata vale cada vez menos? Ese interrogante se repite por estas horas entre la gran mayoría de los hombres de negocios del país, que sufrieron un aumento exponencial en sus costos operativos al compás de la creciente devaluación de la moneda.

La suba de precios de diciembre ascendió casi al cuatro por ciento y revirtió la tendencia a la baja que se venía registrando en el segundo semestre. Esto ocurre cuando todavía no llegaron las boletas de luz y gas con incremento y mientras siguen planchados el precio del dólar oficial y de los combustibles. En la Casa Rosada quisieron instalar que el elevado índice del mes pasado tuvo más que ver con una cuestión estacional -en diciembre sube mucho el turismo y los regalos por las fiestas- que con un proceso alcista que vaya a estabilizarse. Las consultoras privadas en ese punto no coinciden, ya que anticipan que en enero la cifra volvería a ubicarse en un número muy elevado y no descartan incluso que pueda ser algo superior.

Sorprendió un poco la reacción del Presidente tras conocer los números del Indec, ya que afirmó que la Argentina "está en una senda descendente" de la inflación. El comentario llamó la atención por su inexactitud, ya que la suba de precios de 2020 había sido quince puntos menor que la de 2021. Muchas veces los políticos tienden a disfrazar un poco los problemas estructurales para no generar alarma en la sociedad, lo que resulta bastante coherente, pero lo que no debe hacerse nunca -si no se quiere perder credibilidad ante la opinión pública- es contar un relato totalmente distinto del que vive la gente.

El principal problema del Gobierno por estas horas no es la compleja negociación con el Fondo Monetario, que se está demorando mucho más de lo previsto, sino la imposibilidad de generar un clima de negocios propicio para la creación de nuevos puestos laborales. La gran cantidad de problemas estructurales que afronta el país le impiden al ministro de Economía Martín Guzmán explicar con detalle qué políticas tomará para resolverlos, ya que un ajuste en las cuentas públicas se torna inexorable y nadie en el Gobierno quiere ser la cara visible de ese anuncio.

En el Palacio de Hacienda repiten por lo bajo que el trabajo sucio lo está haciendo la inflación y que sumar una fuerte reducción de subsidios o un recorte en la asistencia social sólo agravaría el clima político del país.

"Sabemos que la suba de precios de 2022 va a estar bastante por encima del 33 por ciento que marcaba el Presupuesto rechazado por la oposición, pero blanquear que la estimación inflacionaria se ubicará entre el 55 y el 60 por ciento lo único que provocará es que los empresarios aumenten los precios por las dudas", señaló ayer a El Tribuno un importante colaborador del presidente Alberto Fernández.

Argentina comienza este año con una inflación superior al cincuenta por ciento, con un dólar rondando los $210, con cortes en los servicios públicos por falta de inversión y con un nivel de emisión monetaria sin precedentes. Si a eso se le suma que los precios de las materias primas se encuentran más bajos que el año pasado, con su consecuente impacto negativo en la recaudación fiscal, el panorama se vuelve aún mucho más complejo de cara a lo que se viene. Todos estos factores actúan como un freno de mano para cualquier proceso de recuperación económica sostenible en el tiempo, más allá del aumento del diez por ciento en el Producto Bruto Interno que se registró el año pasado, que no fue otra cosa que un rebote tras la catastrófica caída de 2020 en igual porcentaje.

En ese contexto, los últimos días volvieron a reflotarse los temores en el empresariado nacional por una eventual suba algunos de los impuestos para este año, teniendo en cuenta que el crédito internacional sigue cortado y que el Estado deberá hacer frente a múltiples obligaciones en materia financiera.

La política

En medio de este panorama, agravado fuertemente por las consecuencias económicas que pueda traer la tercera ola de coronavirus, el oficialismo y la oposición siguen tirándose con munición gruesa, como si la Argentina no necesitara algún gesto de unidad nacional.

La palabra diálogo se repite hasta el hartazgo tanto en el Frente de Todos como en Juntos por el Cambio, pero ninguno de ellos parece estar realmente interesado en ceder posiciones para acercar otras. Tanto es así que ni siquiera se sabe a ciencia cierta dónde será la reunión entre Guzmán y los referentes de la oposición, que debe realizarse esta misma semana. Los detractores del kirchnerismo quieren que sea en el Congreso y los alfiles del Presidente la convocaron en el Palacio de Hacienda. Si no lograron ponerse de acuerdo en algo tan banal como eso, las expectativas de un acercamiento por la deuda son casi inexistentes. Otra vez, la clase política le demuestra a la sociedad que no está a la altura de las circunstancias.