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Una profunda devoción navideña desde los 80

Doña Carmen Bejarano comenzó con la tradición de los adoradores en El Aguilar y continúa en la capital.
Domingo, 02 de enero de 2022 01:01

Un milagro familiar y ahora dos marcan el origen y la actualidad del pesebre "Niñito Coya Arequipa". Doña Carmen Bejarano (74), viuda de Arequipa, repasó con El Tribuno de Jujuy los 41 años que lleva esta expresión de fe, desde sus comienzos en la veta de la Mina El Aguilar.

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Un milagro familiar y ahora dos marcan el origen y la actualidad del pesebre "Niñito Coya Arequipa". Doña Carmen Bejarano (74), viuda de Arequipa, repasó con El Tribuno de Jujuy los 41 años que lleva esta expresión de fe, desde sus comienzos en la veta de la Mina El Aguilar.

Hacia esos confines del altiplano marcharon en 1966 cuando su esposo Fausto comenzó a desempeñarse en el yacimiento. Pero una década después su corazón de madre fue puesto en jaque cuando su segunda hija, Susana Ema Arequipa, debió afrontar una cirugía de corazón. "Me fui a Buenos Aires a hacerla operar y me sentía sola, por eso hice una promesa que si mi hija salía bien y Dios me ayudaba iba a hacer poner el pesebre", recordó. "Le dije: íDame fuerzas Señor, que yo seré esclava de vos!".

ADORACIÓN CON CINTAS | INTERPRETADA POR LOS CHICOS EN LOS 80.

Tal fue la mejoría de la niña de 10 años que no perdió el sexto grado, aún cuando le suministraban oxígeno en la casa. Y luego pasó el Secundario y el Terciario, siendo una excelente alumna.

En 1980 Doña Carmen inauguró el pesebre, incluso empezaron a adorar sin tener su propio Niñito sino que se lo prestó una amiga. El segundo año ya contaban con una imagen y se animó a participar del encuentro de pesebres. "Era `caserito´, para tenerlo en la casa, prenderle la velita y verlo yo pero me dijeron otras señoras ´llevalo al encuentro´". Entonces viajó a La Quiaca donde compró ocho aguayos y los sombreritos.

Una década después y al quedar sin trabajo su esposo, la familia formada por la pareja y seis hijos (cinco mujeres y un varón) se instaló en la calle Panamá del barrio Mariano Moreno en la capital. La tradición continuó todas las Navidades, incluso con algunas visitas simbólicas durante la pandemia.

"Yo les aclaro a los chicos que todo es adorar al Niñito, les digo que uno tiene que agradecer a Dios que tenemos vida, pedir que estemos bien, que nos ayude en el estudio", resaltó la creadora del pesebre, a la par de rememorar que de los primeros adoradores surgieron también los músicos.

Por su memoria pasan los apellidos de familias de El Aguilar como los Suárez, los Camacho, los Ortega, cuyos hijos fueron adorando en la medida que crecían. "No se les pide nada, no les pedí para las ropas ni nada hasta el día de hoy, hice mis sacrificios de comprarles, de vestirlos", comentó sobre la promesa mantenida de por vida. Y aclaró que cuando hace mucho calor, como está sucediendo, no usan el poncho sino camisa.

Muchas mamás se acercan con sus niños pequeñitos para sumarlos y Doña Carmen no puede decirles que no. Y ahí se hace larga la fila para la adoración, pero con motivo del protocolo son las madres quienes acompañan a los chicos. Y ahí van a donde reciben invitaciones como Alto Comedero o donde les sea posible visitar hasta el 7 de enero en que será la despedida.

Un nuevo milagro y momento de profunda devoción es el que viven desde hace un par de años, rezando por Gabriel, el hijo de su hermana diagnosticado con leucemia. A su hogar, en Brasil y Nicaragua, se trasladó el armado del nacimiento. "Se le está cumpliendo, lo apromesó al Niño, y no ha perdido el año escolar, pasó a tercero en la Enet. Por eso mi hermana se volvió muy devota. Le digo que hay que poner toda la fe, no hay otra cosa más que Dios, que nos dice cuándo nos tenemos que ir o cuándo no, estamos en las manos de él", testimonió.

Doña Carmen que parece olvidarse de la artrosis cuando llega Navidad y hay que acompañar al Niñito, ya tiene heredera: su hija Lidia Mabel seguirá la devoción.