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"Me dijo: 'Yo no estudié para tener estos chicos'"

Susana Cruz no deja la lucha por su hijo Agustin, quien en cada escuela comenzó siendo excluido por el Síndrome de Down.
Miércoles, 26 de enero de 2022 01:02

 

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La historia de Susana Cruz y de su hijo Agustín Cuellar, hoy de once años, es una de una lucha constante para hacer cumplir sus derechos ante el rechazo de cada jardín de infantes o escuela a donde iba. Sin rodeos ni tacto, la falta de preparación siempre fue el pretexto para excluir al niño por tener Síndrome de Down, algo que cada año le toca afrontar.

"Por donde Agustín vaya va a dejar huellas, y aunque no lo quieran no se lo van a olvidar nunca porque yo les voy a explicar que no pueden hacerle una exclusión social porque quieran, tienen que conocerlo, saber que es un niño que está entrando a una institución a aprender" , decretó Susana Cruz la madre de Agustín Cuellar.

HASTA LOS DOS AÑOS USÓ ANDADOR

La lucha, que aún no termina, comenzó cuando lo inscribió en una guardería de Alto Comedero donde vive. "Ahí comenzó mi calvario. Cuando llegó el primer día de clases la directora me dijo que yo no le había dicho que él era así, se sorprendió la maestra como si fuera una cosa. Me dijo que ellos no estaban preparados para chicos así, que ya lo borraba de la matrícula y que lo saque", precisó.

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TRAS LA PROMESA A LA BANDERA

Entonces su hijo iba a una asociación de acompañamiento terapéutico a donde acudió para buscar una defensa pero en esa entidad como con otra posterior, nunca encontró apoyo. "Lloré todo el fin de semana, no sabía dónde quejarme y me pasaron a otra guardería que lo aceptó. Iba en horario normal pero la maestra no quería tenerlo, entonces la directora me dijo que ellos ya me habían hecho el favor de tenerlo para que él conozca otros niños", explicó.

Ante esto la madre se plantó y anticipó que iba a denunciarlo tras el apoyo de otros padres y alguien de España le envió las leyes y derechos del niño, con los que fundamentó la defensa ante la reunión del cuerpo técnico. "La maestra dijo que no lo podía tener y le pregunté si cuando contaban cuentos prestaba atención, dijo sí; si tenía que pintar y era sí, si tenía que cortar también, entonces la razón para sacarlo era porque tenía Síndrome de Down", recordó y accedieron a que continúe.

Para el desfile de los jardines, Agustín desfiló con su caminador, sin que antes llovieran los detalles de lo que hacía el pequeño. Tenía tres y lo cambió de escuela en Alto Comedero donde aún continua, y allí se sucedieron muchos momentos amargos que comenzó con la maestra excluyéndolo de la fila el primer día, algo que se revirtió pero tuvo continuidad con el rechazo de la maestra que finalmente se fue.

"Agustín no hacía nada, prestaba atención. Yo soy muy exigente, tengo una sobrina con Síndrome de Down de 30 años por eso le pongo límites", explicó.

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A los cuatro años, se repitió la exclusión cuando la maestra limitó su asistencia sólo a los días de actividades especiales. "La maestra me dijo 'conmigo no va a estar', me dijo 'no estudié para tener estos chicos'", recordó y aseguró que la docente presentó una nota donde calificaba al niño de "inadaptado" con un trato totalmente discriminatorio, y al no bajar los brazos lo llevó progresivamente, previa acta escrita.

Por tres años estuvo con la misma maestra, que en un principio hizo un curso para tratar de abordarlo, pese a que tenía maestra de integración, las quejas se sucedían porque quería ver avances en el niño con una cartilla extra. Tuvo que explicar que los avances eran otros, que supiera cuando estar en silencio ante la Bandera o una reunión, escribir cuando estaba en clase y otros tantos, que su madre percibía y que iban más allá de los contenidos, ya que estaba en constante aprendizaje porque a la tarde iba a la asociación que le daba asistencia, además de clases de folklore.

Otra etapa fue cuando Agustín llegaba con moretones y lastimaduras, hasta que logró que se tome en cuenta esos episodios que el niño no expresaba en la escuela. Un grupo de madres permitió interactuar con otras madres y eso posibilitó resolver que los niños no lo agredieran ni incomodaran con abrazos.

"Mi hijo ya tiene una etiqueta, tiene Síndrome de Down. Y la sociedad es horrible, la gente ve algo diferente, algunos dicen 'qué lindo', otros se arrinconan como si fuera contagioso, es cruel", expresó con angustia. Destacó que sus compañeros siempre lo ayudaron, le enseñaron y que el problema siempre fue a nivel institucional.

En pandemia, aprendía

Cuando inició el cuarto grado comenzó la pandemia; en el grupo de Whatsapp no le enviaban tarea argumentando que no tenía integradora. Ante los reclamos le enviaron las tareas en el mes de julio, ya que al tener asma no salía y los días se sucedían con tareas que debían presentar con videos. Así mostraron que canta, dice los números, colores, letras permitiendo demostrar que sí aprendía. "Le enseño todo lo que puedo, Agustín pide disculpas, si estornudás dice 'salud', dice 'lo siento', 'gracias'; es amoroso, es un niño que lo estimulé, sabe limpiarse la nariz, ir al baño, es independiente. En casa pone la mesa; cuando tiene que hacer la tarea, la hace", explicó.

El 2021 fue complicado al iniciarse la presencialidad ya que su madre no envió a Agustín por tratarse de un niño asmático y aún no había vacunas, pese a eso una asistente social llamó para reclamar por su inasistencia, y tras aclararlo solo asistió a la jura de la Bandera, la primavera y espera poder inscribirlo este año.

Y es que Agustín tiene asma, intolerancia a la lactosa y un ducto en el corazón, sigue una alimentación acorde y medicación que encaran sus padres para evitar la burocracia; actualmente vive con sus papás y su hermano Benjamín de 17 ya que los mayores formaron su familia.

Contra todo pronóstico, caminó

Cuando nació Agustín, su madre estuvo dos días sin verlo porque estaba en una incubadora, le explicaron que no estaba bien y debía llevarlo a un genetista. Luego de once días le dijeron que no iba a poder caminar ni alimentarse sino por sonda, pero tras insistir el bebé tomó y le quitaron el respirador. Por años en el centro Cemic de la Tupac en Alto Comedero lo trataron en psicomotricidad y fisioterapia y con la perseverancia de Susana dejó los pañales y aunque estuvo dos años con andador caminó a los dos años.

 

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