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Llegó la hora de repartir los costos

Domingo, 09 de enero de 2022 01:03

En medio de un clima político enrarecido por las internas en el oficialismo y la oposición, el Gobierno salió decididamente a buscar un apoyo explícito para las negociaciones con el Fondo Monetario, que se encuentran empantanadas por la reticencia de Estados Unidos y por la llamativa ausencia de un plan económico integral, que debía estar listo hace más de un mes y del cual aún no se conocen novedades.

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En medio de un clima político enrarecido por las internas en el oficialismo y la oposición, el Gobierno salió decididamente a buscar un apoyo explícito para las negociaciones con el Fondo Monetario, que se encuentran empantanadas por la reticencia de Estados Unidos y por la llamativa ausencia de un plan económico integral, que debía estar listo hace más de un mes y del cual aún no se conocen novedades.

El objetivo central del presidente Alberto Fernández pasa por estas horas por no cargar solo con el costo político del manejo de la deuda, tanto si se llega a un acuerdo -con el consecuente ajuste que eso implicaría en las cuentas públicas- como si se sigue postergando por falta de entendimiento. Este último escenario tiene un gran inconveniente para las raquíticas reservas del Banco Central: solo entre enero y marzo hay que cancelar vencimientos con el FMI por unos 3.900 millones de dólares.

En el medio de todo esto, inversores y empresarios aguardan conocer al menos una hoja de ruta sobre lo que se viene para este año, en el cuál se gobernará sin Presupuesto al menos hasta marzo y en donde las consultoras privadas pronostican un crecimiento no muy pronunciado de la actividad.

¿De qué forma se bajará la inflación, que en diciembre volvió a dar un salto importante? ¿Cómo se contendrá el tipo de cambio para no generar permanentes expectativas devaluatorias? ¿Cuál será la estrategia para impulsar la inversión privada y dinamizar así el empleo registrado? ¿Qué evalúa el Banco Central para agrandar las reservas líquidas en dólares? ¿Está en los planes aumentar la carga fiscal para evitar tener que bajar el gasto público? ¿Se analiza una reforma a las leyes laborales que incentiven el ingreso de nuevos trabajadores a las empresas? ¿Qué pasará con los subsidios a la luz y el gas? ¿Es cierto que se está negociando un techo para las paritarias?

La lógica marca que todas esas preguntas -que también se las hace el Fondo- deberían estar saldadas antes de resolver el esquema de desendeudamiento que aplicará el Palacio de Hacienda, pero por estas horas parece imposible que eso suceda por las diferencias internas que conviven entre las facciones del oficialismo. En cada uno de esos urticantes temas hay al menos dos posturas enfrentadas entre los moderados del Gabinete, entre los que se encuentran Juan Manzur, Martín Guzmán y Gustavo Béliz, y los halcones del kirchnerismo, cuyas caras visibles son Axel Kicillof, Máximo Kirchner y Wado De Pedro. Esa falta de consenso interno sobre cómo se realizará un ajuste inevitable en la economía -aunque ellos lo nieguen- está generando ruidos en los mercados y también desconfianza entre los economistas, algo que puede impactar negativamente en el crecimiento económico previsto para este año.

Para algunos pasó desapercibido, pero el gobernador bonaerense Kicillof afirmó delante de Guzmán que probablemente haya que "revisar la estrategia" de negociación con el Fondo tras las constantes negativas del organismo a eliminar las sobretasas, realizar una quita de capital y alargar los plazos de pago. El titular del Palacio de Hacienda recogió rápidamente el guante y le espetó que el exministro de Economía sabía de negociaciones y que las cosas no eran tan sencillas como él las planteaba. ¿Kicillof cuestionó el plan de Alberto Fernández en calidad de libre pensador o lo que dijo representa las ideas de la vicepresidenta Cristina Kirchner? Gran pregunta.

No fue casualidad que los bonos argentinos hayan caído fuerte y el que el Riesgo País se haya incrementado el día posterior a la reunión de Guzmán con los gobernadores, en donde quedó la sensación de que un entendimiento con el Fondo estaba más lejos de lo que muchos funcionarios decían públicamente. Tanto es así que primero se habló de que la carta de intención estaría lista antes de fin de año, luego que la fecha estimada sería a mediados de enero y ahora se menciona fines de febrero como un momento posible.

El objetivo oficial es separar las tratativas por la deuda del resto de las variables financieras, como si ambas cosas no estuviesen íntimamente relacionadas. El Gobierno repite con insistencia que no permitirá que le impongan un ajuste desde afuera, aunque no haga mención alguna al ajuste desde adentro que está haciendo la inflación en los salarios de los jubilados y los trabajadores.

</SUBTITULO>La oposición

Juntos por el Cambio le está facilitando las cosas al Gobierno con sus constantes marchas y contramarchas que se vienen exponiendo tras el triunfo en las elecciones. Primero fueron las diferencias en torno al Presupesto 2022, luego el bochorno de regalarle la ley de Bienes Personales al Gobierno, después vino la complicidad para permitir la reelección de los intendentes bonaerenses y ahora la zigzaguente postura en relación a la deuda.

Nunca quedó claro por qué los gobernadores opositores no fueron al llamado institucional del Presidente al menos para afirmar públicamente su postura. ¿Por qué motivo debían tener información diferente de la que recibirían sus pares del peronismo? Inexplicable.

Luego de eso, Gerardo Morales acordó con el jefe de Estado que la reunión debía hacerse, pero en otra fecha distinta a la que iban a estar el resto de los mandatarios. El gobernador jujeño recibió duras críticas internas por haber reconocido que la deuda la tomó el Gobierno de Cambiemos, cosa que es imposible de negar. Desde el macrismo más duro le achacan a Morales que esté "constantemente intentando diferenciarse del PRO" con el objetivo de posicionarse de cara a 2023 y que sus palabras "son funcionales al kirchnerismo". El jujeño, un político de raza, ve las cosas de otra manera: admitir errores y acordar posturas hasta con los dirigentes ajenos a su fuerza es un valor agregado que el electorado podría llegar a reconocerle en algún momento.

El gran problema de Juntos por el Cambio no son sus públicas diferencias, sino su absoluta falta de conducción para evitar que todos los matices sean arreglados en los medios de comunicación. Esa cierta anarquía está siendo aprovechada por los dirigentes libertarios, sobre todo por el diputado Javier Milei.