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Gobierno y oposición, más expuestos que nunca

Domingo, 09 de octubre de 2022 01:01

Pese a haber recuperado un poco de reservas por el dólar soja y haber logrado un fuerte respaldo del FMI, el Gobierno se encamina hacia el año electoral con un panorama sumamente sombrío. La inflación rondará los tres dígitos, el ajuste fiscal limitará las obras públicas, la recesión afectará la estabilidad de miles de puestos laborales y los reclamos gremiales y piqueteros tensarían al extremo la situación social. Ese combo, al que hay que sumarle el deterioro en los índices de pobreza que se anunciará en marzo, obliga al oficialismo a un replanteo urgente de sus prioridades si quiere competir con chances reales en 2023.

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Pese a haber recuperado un poco de reservas por el dólar soja y haber logrado un fuerte respaldo del FMI, el Gobierno se encamina hacia el año electoral con un panorama sumamente sombrío. La inflación rondará los tres dígitos, el ajuste fiscal limitará las obras públicas, la recesión afectará la estabilidad de miles de puestos laborales y los reclamos gremiales y piqueteros tensarían al extremo la situación social. Ese combo, al que hay que sumarle el deterioro en los índices de pobreza que se anunciará en marzo, obliga al oficialismo a un replanteo urgente de sus prioridades si quiere competir con chances reales en 2023.

En ese contexto, en el kirchnerismo no ven con malos ojos que los sindicatos pidan subas de más del cien por ciento como hizo Pablo Moyano, ya que consideran que si el salario sigue detrás de la inflación, no habrá forma de seducir al electorado independiente. Un escenario generalizado con este tipo de planteos provocaría un inmediato impacto en los precios y pondría en riesgo la estabilidad económica de muchas empresas, que no tienen márgenes de ganancia suficientes como para afrontar semejante suba de los costos.

En diálogo con El Tribuno de Jujuy, un estrecho colaborador de Cristina Kirchner señaló ayer que "no hay tiempo para apostar a una baja considerable de la inflación como herramienta electoral, lo que hay que hacer es recomponer ya los ingresos". Y agregó: "Son importantes las correcciones económicas que está haciendo Sergio (Massa), pero no se ve un plan concreto para evitar que la gente no llegue a fin de mes".

Por estas horas el Gobierno evalúa otorgar una ayuda económica a los hogares que se encuentran sin ningún subsidio del Estado y en situación de indigencia. Al cierre de esta edición, aún había dudas sobre cómo se financiará ese beneficio sin utilizar los dólares que acumuló el Banco Central y sin apelar a una mayor emisión monetaria.

El ministro de Economía, aunque no lo diga públicamente, tiene una idea diametralmente distinta de cómo encarar la campaña electoral en tiempos de crisis. Massa considera que si Argentina mantiene tranquilo al dólar y arregla un poco el frente externo, podrá mostrarle a la sociedad que el Frente de Todos dejó los parches para pasar a las políticas de fondo. El ajuste ortodoxo de Massa, quien tiene una imagen negativa superior a la de Cristina, por ahora no le estaría sirviendo al Gobierno en las encuestas, aunque al menos sirvió para frenar la psicosis que se produjo tras la renuncia de Martín Guzmán.

Las internas políticas pasaron a un segundo plano por la gravedad de la crisis, pero están lejos de haber desaparecido. La renuncia de la ministra Elizabeth Gómez Alcorta tras denunciar violaciones a los derechos humanos de las mujeres en Villa Mascardi pegó justo en el corazón del discurso del Gobierno. Alcorta venía en la cuerda floja hace bastante y ya no tenía el respaldo del kirchnerismo duro, pero lo que más molestó es que acuse directamente a las fuerzas federales que dependen de Aníbal Fernández, quien tiene el respaldo incondicional del presidente Alberto Fernández.

Cerca del jefe de Estado no descartaban anoche que la vocera Gabriela Cerruti pueda ser la nueva ministra de las Mujeres, aunque también sonaba fuerte el nombre de la viceministra Marita Perceval. En caso de asumir Cerruti, el Gobierno se sacaría de encima ni más ni menos que a la portavoz presidencial, que semana tras semana le viene dando dolores de cabeza al Frente de Todos con sus contradicciones y prepotencias.

La oposición

En Juntos por el Cambio existe una peligrosa certeza que está condicionando fuertemente su identidad: la crisis económica seguirá erosionando al Gobierno y la coalición está convencida de que se quedará con la presidencia el año que viene. Así lo afirman tanto en público como en privado desde el PRO, la Coalición Cívica y la UCR. Sin embargo, esa confianza lejos de potenciar al espacio está encarnizando cada vez más la interna entre sus principales dirigentes, generando grandes dosis de incertidumbre sobre la real fortaleza opositora para gobernar un país en llamas.

Sin propuestas novedosas en el plano económico y con una notoria ausencia de liderazgo político, Juntos por el Cambio se jactó durante los últimos tres años de que la unidad del espacio era la principal garantía que le podían ofrecer a la sociedad. Afirmaban que ninguna operación del Gobierno podría romper eso y que las coincidencias que existían en el coalición contrastaban con las abismales diferencias que reinaban en el oficialismo. Hoy, esa supuesta convivencia pacífica parece haber quedado en el olvido y todo indica que los cruces entre sus dirigentes se profundizarán hasta que no se definan las candidaturas para el año próximo. En el Frente de Todos, en donde la interna parece haberse ordenado detrás de la figura de Cristina Kirchner, presumen que esta situación podría desgastar antes de tiempo a los principales exponentes de Juntos por el Cambio y recuperar así un poco de competitividad electoral en medio de la crisis económica. "Cuando tu adversario se está equivocando, lo mejor que uno puede hacer es dejarlo actuar", resumió a este medio un dirigente muy cercano a la vicepresidenta.

El asunto es mucho más profundo que las críticas efectuadas esta semana por Facundo Manes a Mauricio Macri, a quien lo acusó de hacer "populismo institucional" y lo cuestionó por los hechos de espionaje ilegal. Cruces como estos ya se vivieron cuando Macri tildó de populista a Hipólito Irigoyen, cuando Gerardo Morales pidió que Juntos por el Cambio se haga cargo de haber endeudado al país y cuando Patricia Bullrich cargó contra Horacio Rodríguez Larreta por retirar las vallas del departamento de Cristina Kirchner. En todos los casos, los dirigentes priorizaron sus posicionamientos personales ante la opinión pública por sobre la salud institucional de su espacio.

"Nuestra coalición no se va a romper, básicamente porque eso no le conviene a ninguno de sus integrantes. Pero es indudable que la competencia por la candidatura presidencial se está adelantando más de lo previsto y eso nos corre del eje de los debates que realmente le importan a la gente", señaló ayer a El Tribuno de Jujuy un encumbrado miembro de Juntos por el Cambio que pidió reserva de su identidad.

Es evidente que la falta de una figura excluyente en la coalición opositora complica el ordenamiento del discurso político, ya que todos se consideran voceros válidos del espacio para hablar sobre lo que fuere. Esto ocurre en momentos en donde la polarización se ensancha cada vez más y personas que parecían fuera de la carrera presidencial como Mauricio Macri vuelven a estar en el candelero.

Un miembro de la mesa chica de Juntos por el Cambio afirmó por lo bajo a El Tribuno de Jujuy que si se llegan a eliminar las Paso, las candidaturas se definirán igualmente en una elección interna. Obviamente aún se desconoce cuáles serían las reglas de juego de esa contienda y si sólo podrían votar los afiliados a los tres partidos.