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La política exterior, en el centro de las miradas

Domingo, 06 de febrero de 2022 01:03

La oscilante política exterior del Gobierno desconcierta a propios y ajenos en momentos en los que aún no se firmó el acuerdo definitivo con el Fondo Monetario Internacional, del cual Estados Unidos no es ni más ni menos que su principal accionista. Explicaciones pueden encontrarse a montones. Algunas de ellas pueden ser la ausencia de un plan económico integral, que sigue pendiente pese al principio de entendimiento con el FMI; la aplicación de un "multilateralismo" sin diplomacia; o la necesidad de sacar financiamiento de donde sea. Pero la política, como siempre, mete la cola: las internas entre las palomas del albertismo y los halcones del kirchnerismo alcanzaron esta semana niveles insospechados e impredecibles, afectando severamente la identidad del Frente de Todos y generando nuevos ruidos en los mercados.

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La oscilante política exterior del Gobierno desconcierta a propios y ajenos en momentos en los que aún no se firmó el acuerdo definitivo con el Fondo Monetario Internacional, del cual Estados Unidos no es ni más ni menos que su principal accionista. Explicaciones pueden encontrarse a montones. Algunas de ellas pueden ser la ausencia de un plan económico integral, que sigue pendiente pese al principio de entendimiento con el FMI; la aplicación de un "multilateralismo" sin diplomacia; o la necesidad de sacar financiamiento de donde sea. Pero la política, como siempre, mete la cola: las internas entre las palomas del albertismo y los halcones del kirchnerismo alcanzaron esta semana niveles insospechados e impredecibles, afectando severamente la identidad del Frente de Todos y generando nuevos ruidos en los mercados.

En sólo dos semanas, la Casa Rosada pasó de bregar en Washington por un "fortalecimiento de las relaciones bilaterales" con Joe Biden a asegurar en Moscú que Argentina tiene que terminar con "la dependencia" de los Estados Unidos y del Fondo Monetario. Aparentemente la fórmula elegida por el Gobierno es decirle a su interlocutor de turno justo lo que este quiere escuchar, suponiendo que los funcionarios internacionales no se dan cuenta de nada. No es ninguna novedad que, en materia diplomática, es imposible quedar bien con Dios y con el Diablo sin pagar costos políticos por ello.

Un ejemplo claro de todo esto ocurrió con la reunión que mantuvo el jefe de Gabinete Juan Manzur con el embajador norteamericano Marc Stanley. Se dio justo cuando el Presidente se encontraba en Rusia junto a Vladimir Putin, quien protagoniza un tenso enfrentamiento con la Casa Blanca por la crisis en Ucrania. Algo así como apagar un incendio con un balde.

¿Cuál es la estrategia trazada para relacionarse con el mundo? ¿Qué beneficio tiene mojarle la oreja a la principal potencia del planeta delante de su adversario más importante? ¿Por qué Argentina sigue firmando acuerdos con Sputnik V si esa vacuna aún continúa sin ser aprobada por la Organización Mundial de la Salud y tiene serios problemas en su abastecimiento? ¿Cuál es el motivo de seguir cargando públicamente contra el Fondo si el organismo aceptó varias de las condiciones que había puesto el Gobierno nacional? Muchas preguntas, pocas respuestas.

Las declaraciones del presidente Alberto Fernández tras su reunión con el líder ruso sorprendieron más por el contexto en el que se dieron que por el contenido de los dichos en sí mismos.

Al asegurar que Argentina debe ser la "puerta de entrada de Rusia a América Latina", el jefe de Estado volvió a priorizar la tensa relación con Cristina Kirchner por sobre los intereses particulares de su propio Gobierno. Se trata de una definición geopolítica de suma importancia, lo que todavía se desconoce es qué es lo que recibirá Argentina a cambio de tanta amabilidad. ¿Alberto le estaba hablando a Putin o a Cristina?

Es de público conocimiento que la vicepresidenta tiene una excelente relación con el Kremlin y una muy distante con la Casa Blanca. Estos gestos que no pasan desapercibidos en el Tesoro norteamericano no bastaron para que la expresidenta salga a decir algo por el entendimiento con el Fondo Monetario. El silencio de Cristina tras la renuncia de su hijo a la presidencia del bloque oficialista no hace más que poner en duda de que esa acción no haya estado acordada previamente con ella.

La dimisión de Máximo Kirchner tiene consecuencias importantes en el corto plazo pero impredecibles en el mediano.

El bloque oficialista podría perder alrededor de veinticuatro bancas si hay un desprendimiento de los diputados de La Cámpora y de los kirchneristas de paladar duro, como los que responden a Juan Grabois o Leopoldo Moreau, su hija Cecilia y el sindicalista Hugo Yasky. Esta separación podría afectar el trámite parlamentario de leyes clave para el Gobierno, como el nombramiento del Procurador General y la sanción de una eventual ley de Presupuesto 2022 a partir de marzo. Sin embargo, el Presidente es probable que cuente con muchos de los legisladores de Juntos por el Cambio a la hora de, al menos, tener quórum para discutir el acuerdo con el Fondo. En el sector más duro del macrismo admiten que hay muchas cosas que no se conocen en materia cambiaria e impositiva, pero que no quieren quedar en tándem con el kirchnerismo, que ya rechazó el entendimiento.

"Nosotros estamos de acuerdo con un arreglo y tampoco podemos hacer mucha alaraca, porque es una deuda tomada por Mauricio. Pero no vamos a aceptar subas de impuestos que sigan asfixiando al sector privado", afirmó a El Tribuno de Jujuy un diputado que trabaja codo a codo con el expresidente y que pidió reserva de su identidad.

El impacto político de la renuncia de Máximo todavía es difuso. ¿Los ministros de Cristina que siguen en el Gabinete no piensan como él? ¿Alberto Fernández deberá convivir lo que resta de su mandato con funcionarios que no sabe si van a renunciar o no? ¿Qué pasará con Martín Guzmán, quien ya tiene roces con todas las líneas internas del oficialismo? ¿Comenzarán a acrecentarse las protestas sociales en cabeza de los gremialistas y movimientos piqueteros que responden al kirchnerismo?

Cerca del Presidente reconocen que la renuncia de Máximo trajo inestabilidad política justo cuando Fernández anunció el principal logro de su gestión, pero minimizan que eso vaya a repercutir demasiado. "Tenemos encuestas que dicen que el 80 por ciento de los argentinos apoya el acuerdo con el Fondo, nosotros sabemos que actuamos con racionalidad", señaló -en off the record- un asesor del jefe de Estado.

Un dato le da cierto aire a Alberto: las encuestas revelan que, dentro de los posibles candidatos presidenciales del oficialismo, él sigue estando a la cabeza de las preferencias. Algo es algo.