El taller denominado "Producción de plantas frutales "La práctica de injerto" se dictó recientemente en la parcela experimental Los Alisos, del Inta.
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El taller denominado "Producción de plantas frutales "La práctica de injerto" se dictó recientemente en la parcela experimental Los Alisos, del Inta.
Con la capacitación los organizadores se impusieron el objetivo de difundir y capacitar sobre técnicas de injerto en plantas frutales. Hubo noventa asistentes y el dictado fue responsabilidad de los ingenieros agrónomos Viviana Curzel, Marita Paredes y Dante Aramayo
La jornada se desarrolló en el predio de la parcela experimental, convenio Inta, Latitud Sur SA, Latser SA y la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Jujuy (Unju).
La charla estuvo a cargo de Viviana Curzel y Dante Aramayo, docentes de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Unju, quienes destacaron la importancia del injerto en las plantas frutales, aspectos a considerar al momento de realizarlo (tipos de frutales, época, sanidad de las plantas, elección de yemas/púas), materiales necesarios, cuidados, entre otros temas.
Asimismo, se mostraron diferentes tipos de injertos posibles de realizar, sus ventajas y elección según el tipo de frutal.
La práctica
Los injertos de árboles frutales se utilizan como métodos de multiplicación y reproducción en gran variedad de plantas y árboles, resultando muy efectivos en este tipo de árboles. En general, el proceso de realizar un injerto consiste en hacer un corte en una rama e insertarla en otro árbol.
Tiene como objetivo fundamental posibilitar la multiplicación de una variedad o de una mutación de semilla o yema, conservando sus características ya que con la injertación no hay disgregación de las mismas.
También propagar especies que no producen semillas viables en determinadas condiciones ambientales, como además en especies que producen muy pocas semillas.
El injerto en general es una técnica muy antigua de propagación vegetal. Existen evidencias que prueban que era utilizada por los chinos en el 1000 antes de Cristo. Presumiblemente, el hombre haya tomado la idea a partir de la observación de los injertos que se producían naturalmente entre las ramas de los árboles al frotarse las cortezas entre sí por acción de distintos elementos, como por ejemplo el viento, y quedar expuestos los tejidos específicos que, con el tiempo, generaban una fuerte unión.