Cuando se levanta en las mañanas, Mabel Lobo abre su ventana, sale al balcón, mira el mar y escucha el ruido de las olas. Es el Mediterráneo. Desde hace 20 años vive en Vinarós, un pueblo español con playas paradisíacas ubicado en la provincia de Castellón, en la Comunidad Valenciana.
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Cuando se levanta en las mañanas, Mabel Lobo abre su ventana, sale al balcón, mira el mar y escucha el ruido de las olas. Es el Mediterráneo. Desde hace 20 años vive en Vinarós, un pueblo español con playas paradisíacas ubicado en la provincia de Castellón, en la Comunidad Valenciana.
Es el mismo tiempo que no regresa a la provincia donde transcurrió su adolescencia y juventud. Estudió en el Colegio del Huerto, luego trabajó, se casó y tuvo sus dos primeros hijos: Luciana, "Lula", hoy de 23 años y Lucca de 20. Como muchas otras familias la bisagra fue el 2001, en medio de la crisis, su esposo partió en busca de oportunidades a la cuna de su abuela paterna.
"Se vino solo primero, pasaron 8 meses y nos mandó los billetes de avión. Para mí fue sin pensarlo", comentó Mabel a El Tribuno de Jujuy sobre lo que fue dejar Argentina con dos pequeños de 1 y 3 años. A pesar de estar en España se habla el valenciano pero afortunadamente pudo superar sin dificultad la desorientación idiomática inicial.
"Yo siempre digo que me enamoré del pueblo, me gusta. Y yo nunca había visto el mar en Argentina, llegar aquí y conocerlo fue algo emocionante", recordó. Y se asombró de que no hubiera personas ni mascotas en situación de calle o mendicidad.
Con una filosofía bien práctica admitió que "es otro mundo, pero también es difícil, es un luchar cada día". Y así lo hizo. Cuando sus hijos comenzaron la escuela empezó a trabajar limpiando casas y, ya con los papeles en regla, fue monitora de colegio, rol que cumplen quienes cuidan a los alumnos que no regresan a sus casas a almorzar y se quedan en el comedor entre las 12 y las 15. También fue camarera y vendedora.
Su tercer hijo, Franco, hoy de 15 años nació en España. Se dedicó a su crianza exclusiva hasta los 3 años y después retomó las tareas de limpieza en casas y el cuidado de abuelos.
Por esas vueltas de la vida, en el transcurso de una nueva etapa, se separó y desde hace 4 años se desempeña en una empresa de limpieza que cubre bancos y grandes superficies. "Lo bueno es que aquí no te juzgan; vas libre, no porque trabajes de limpieza sos menos que nadie", señaló.
"La verdad que vivo tranquila, feliz, tengo mi casa, mi coche, no me falta nada", puntualizó sobre los frutos de sus arduas jornadas. Hace poco tiempo empezó a alquilar y dejó la casa de su marido. Vive con su hijo menor, mientras que la mayor reside en Castellón donde trabaja en un pub y el del medio está en Valencia con su padre que tiene una empresa de construcción. "No me volvería, porque ya mis hijos están aquí y estoy muy acostumbrada", admitió sobre el futuro.
Extraña a su madre, hermana y sobrinos que viven en Jujuy y a su otra hermana que, con su familia, continúa en su Tucumán natal. Si bien le gustan los mariscos y la alimentación mediterránea siente nostalgia por la comida de su mamá, un buen asado argentino, las golosinas y el mate.
Mabel agradece que siempre la trataron bien en Vinarós y cuenta con amigas argentinas, rumanas, brasileñas y muchas españolas.
"Vivo tranquila y creo que eso no tiene precio", insistió sobre su realidad y confió que "me imagino más adelante estar tranquila, poder levantarme cada día, mirar el mar, salir y caminar por la playa".
Las exigencias laborales, sobre todo de los últimos 6 meses, casi no le dejan tiempo libre pero la relaja mucho el mar y también salir por los recónditos pueblitos de montaña. Y en verano, Vinarós se llena de turistas y toma otra vida.